Hoy en día tener 30 puede ser algo maravilloso o una catástrofe. Pues bien, ¿de qué depende todo esto? Básicamente, el éxito o el fracaso se rigen por una balanza que ha creado la sociedad para todos nosotros, que se podría resumir a modo de lista de la compra, para que puedas ir tachando de aquí a los treinta. Si ya la tienes: ¡enhorabuena! Ya lo has conseguido. Lo que hagas de aquí en adelante, parecerá irrelevante, porque ya has conseguido un porrón de cosas siendo joven, así que la sociedad te atribuye la siguiente tarea para el resto de tu vida: envejecer. Tachán, ahí estaba la magia. En cambio, si no lo has conseguido aún… la cosa pinta mal. La gente te empieza a mirar con cara de lástima, te preguntan cuáles son tus planes entonces, como si tuvieras que cambiarlos por pasar de los 30 y, en fin, parece que las puertas se cierran solas sin que nadie te avise.

El primer must de la lista es el trabajo. No es tan difícil, pensaréis. Si a los 30 no estoy trabajando, me preocupo. Pero ojo: no vale cualquier trabajo. Tiene que ser el trabajo de tus sueños. Aquel con el que soñabas desde que fuiste a la universidad (sí, ese es otro must antes de los 30, tener tu carrera y máster correspondiente). Cuanto más hayas tenido que joderte para llegar a ese trabajo, mejor que mejor, porque se relaciona el jodimiento con el merecimiento. ¿Acaso si me hubiesen puteado menos no me habría merecido estar donde estoy? Bitch, please…

Parece una tontería, pero es una idea bastante extendida. Seguro que a la inversa es más común: cuando consigues un buen trabajo a la primera, recién licenciado, con tu CV impecable y tienes un golpe de suerte, o un buen ojo o lo que sea, y consigues el trabajo de tus sueños, nadie te da credibilidad por ello. “¡Qué suerte!” “Te ha tocado la lotería” y tonterías varias. Así que más te vale llegar a los 30 un poco puteado, pero no mucho. En fin, que el esfuerzo haya merecido la pena.

Segundo: pareja. Si es boda mejor, aunque ahora eso ya no se lleva. La gente que se casa ahora es antigua y lo que mola más es hacerlo todo en plan informal, que por no invitar ya ni invitas a tus padres. Unas cañas, unas tapitas de croquetas y a tirar pa’lante pa’siempre. El tostón del bodorrio nos lo podemos ahorrar, eso es al gusto del consumidor. Pero por lo menos pareja o proyecto de pareja. De lo contrario, la situación se complica mucho, especialmente en las cenas navideñas cuando cae la preguntita de ¿y ya tienes novio? Se te va a pasar el arroz… Mire usted, yo es que el arroz lo tengo en stand by. Esas cosas me sacan de quicio. El hecho de no tener pareja en un determinado momento o a una determinada no significa que no la hayas tenido nunca o que seas un bicho raro que no sabe tener pareja. A lo mejor quiero estar soltero/a porque no aguanto a la gente o porque soy tan puta ama que todavía no he encontrado a nadie que me llegue a la suela del zapato. O igual lo que pasa es que me respeto, me quiero y soy muy exigente. No pueden culparme por cómo esté el mercado, sorry.

Tercero: piso. In-de-pen-de-cia. Uf. Las otras dos aún vale. Pero esta es la difícil. Además, casi que dependen de las dos anteriores. Si no tienes trabajo y además no tienes pareja, a santo de qué vas a tener un piso. Cuando estábamos en la universidad compartiendo piso todo parecía tan fácil y nos creíamos tan independientes… cómo ha cambiado el cuento. En el momento en el que eres tú la que se tiene que hacer cargo de todo, la cosa cambia. Si no tenemos un sueldo decente, es impensable hacerse cargo de los gastos que conlleva la independencia. ¿Por qué nadie se para a pensar en lo difícil que es la situación económica ahora mismo, también para los jóvenes? En lugar de eso, nos apuntan con el dedo como si fuéramos nosotros, los jóvenes que nunca queremos abandonar el nido. Habrá casos y casos, pero la gran mayoría de gente a esa edad quiere estar más que fuera del radar de su madre. Claro que todos habremos vivido fuera de casa antes de los 30, al menos por temporadas, pero no estoy hablando de eso. Estoy hablando de no tener que llamar a casa nunca más porque no llego a fin de mes. Para mí eso es la independencia. Eso y no tener que llevarme 10 tuppers de casa de mi madre cada fin de semana.

Cuarto: el proyecto baby. Es cierto que hoy en día cada vez más parejas se bajan de este carro y deciden no tener hijos. Por lo tanto, en los últimos años han dejado de afilar las guadañas contra las mujeres que no quieren ser madres. Aleluya. Aún así, todo el mundo te pregunta si lo estás pensando, si lo has pensado, si lo consideras, no crees que te arrepentirás luego, pero qué más te da, eso siempre es una alegría… Lo que cuesta entender un NO. Ese es el gran problema de nuestros días, que la sociedad no respeta nuestras decisiones.

Quinto: haber vivido en el extranjero. Esto es de lo más cool, y ahora parece ser algo indispensable. Como si no hubieras vivido fuera, no tuvieses cultura. Yo he vivido en otros países cuando era estudiante y es cierto que es una experiencia que te abre la mente, te cambia la vida y todo eso. PERO. Eso no quiere decir que las personas que no han tenido la oportunidad de hacerlo sean menos guays, menos inteligentes o menos emprendedoras. Ni siquiera quiere decir que no tengan las mismas ganas.

Podríamos seguir así hasta mañana, pero no se trata de agobiarse. Esta lista, que seguro que es muy parecida a la que hemos hecho todas mentalmente durante los 20, no garantiza el éxito. Como el hecho de no tener ninguna de ellas no es sinónimo de fracaso. Si no podemos sentirnos abrazadas o apoyadas por los demás, al menos hagámoslo por nosotros mismas. Todo llegará. Lo importante es centrarte en un objetivo y cada día caminar para intentar llegar hasta él. La vida va sucediendo por el camino.

Y si nuestra check-list está vacía… ¡mejor! Eso significa que podemos escribir nuestra historia desde cero, sin ataduras, y reinventarnos.

 

Alba Nonstop