Desde que explotó toda esta barbaridad de sentencia de La Manada (qué poca vergüenza hacerse llamar así y qué maravillosa la reapropiación de #LaManadaSomosNosotras), he perdido un poquito de fe en la humanidad porque me cuesta mucho ver a personajes (señoros en un 95% de los casos) intentando justificar lo que sea en las redes sociales y en los medios de comunicación. Pero también he observado que los intentos de rebatir a estos trollistos por parte de personas más sensibles (que deberíamos ser casi todas pero no) con un tema tan grave como este, no siempre son las más correctas. Llevo unos días mordiéndome la lengua ante comentarios tipo: «¿tienes madre, hermanas, hijas, tías, primas? ¿te gustaría que eso les pasara a ellas?».

Entiendo que es complicado hacer frente a algo que nos parece tan evidente y tiramos de lo fácil para intentar tocar la fibra sensible del machirulo de turno, pero creo que debemos realizar un trabajo de reflexión en este sentido porque quizás sea un argumento más tóxico de lo que pensamos. Así que me he decidido a escribir esto después de leer en BuzzFeed Lola este artículo tan certero de Beatriz Serrano (es posible que algún punto se repita ya que no hay mucho más que decir, pero me parece muy importante llegar a cuanta más gente mejor). Así que ahí van cinco puntos para seguir deconstruyendo nuestro discurso y señalando todas esas cosas aprendidas sobre las que aún tenemos tanto que reflexionar:

– Empiezo por lo más evidente: como dice Beatriz Serrano, está claro que este tipo de respuestas quieren interpelar a la empatía y a cierto sentimentalismo pero (siempre hay un pero) estos temas nunca deberían ser tratados como una cuestión de empatía de género, se trata de respeto y de justicia social. 

– En relación con el punto anterior, el respeto nunca debería medirse en grados de proximidad o pertenencia a una estirpe. Se tiene que respetar a las personas por su condición de seres humanos libres e iguales.

– Si seguimos a pie juntillas este tipo de afirmaciones, aunque sean dichas con toda la mejor de las intenciones, se les podría incluso dar la vuelta. ¿Qué pasa, que un señor sin referentes femeninos a su alrededor está más legitimado para ser un depravado sexual?

– Los violadores y abusadores también tienen madres, hermanas, abuelas, hijas, primas… muchos hasta tienen parejas y amigas. Y siguen violando y abusando, ejerciendo ese poder físico y mental sobre las mujeres (y en ocasiones, sobre otros hombres). Esto es misoginia y es un problema demasiado profundo como para tirar exclusivamente de la empatía como instrumentalización del cambio social.

Estamos reproduciendo, sin darnos cuenta, la subalternidad femenina y eso sigue siendo muy peligroso. Más allá de las relaciones interpersonales que tengamos, las mujeres somos personas y atentar contra la libertad e integridad de una persona debería ser totalmente censurable. Otra cosa es señalar el agravante de la violencia machista y la cultura de la violación a la que somos sometidas precisamente por esa posición subordinada al hombre que han querido imponernos durante siglos.

tenor

No es no. Y ya está. 

 

En la foto de portada la gran Angela Davis y su famosa definición del feminismo.