Lo del desfile de Victoria’s Secret nos flipa más cada año. La especulación que surge alrededor en medios de moda y actualidad se equipara a blogs y prensa cuando hablan de las nominaciones de los Óscar o de los convocados con la selección de fútbol: nombres que se rumorean, los famosos castings y mil artículos más relacionados con cómo se prepara «un ángel» para ese desfile (que me apuesto lo que quieras a que es comiendo cartón y no respirando).

El caso es que el desfile por antonomasia basa toda su fuerza en una serie de cosas, como su espectacularidad visual, los artistas de renombre internacional que cantan entre las modelos pero, sobre todo, en que se trata de ropa interior sexy. No hay tío que hoy no vea el slideshow con todas las imágenes y no hay tía que no entre a ver qué pintajas llevaban encima.

Porque queridas amigas, todas lo pensamos. Eso son pintajas. Cada año nos llevamos la sorpresa, esto es así. Cada año entramos, engañadas, pensando que tal vez en esa edición veamos ropa interior bonita y sexy, fresca, divertida, que es lo que venden cuando los buques insignia de la casa por antonomasia (Alessandra Ambrosio o Adriana Lima, por ejemplo) salen agitando melena y sonriendo en plan “Jo, qué guay que me lo estoy pasando tía”. 

Pero precisamente esa es la razón por la cual el desfile de Victoria’s Secret no mola tanto. Ya no hablamos de que se nos trata de vender a estas chicas como las «jamonas» de la industria y ay madre mía, ahí jamón poco. Lo intentamos cada año y todas sabemos que acabamos viendo cosas espectaculares, sí, pero no precisamente por lo bonito del asunto. Está claro que hace tiempo que a Victoria’s Secret lo que menos le importa es la ropa interior que hace, y más el show business de “este sujetador cuesta 5 millones” y “las modelos chupan un limón semanas antes para llegar divinas a la cita”. Huele a rancio.

Hemos hecho un interesante ejercicio con el desfile de este año para que todas vosotras nos digáis qué opináis. Sí, todas tienen la cara de un ángel (¿quién no se quedaría mirando el rostro de Gigi Hagid durante horas?) y todas agitan melenón brutal a golpe de sonrisaca. Pero esta gente no vende productos capilares ni pasta dentífrica. ¿Qué pasa si le quitamos eso? ¿Qué pasa si les quitamos… la cabeza? Pues que la cosa se vuelve un poco desoladora…

 

En fin, que Victoria’s Secret haya evolucionado como súmmum de lo sexy a las pintacas de cada año nos deja la reflexión una edición más: aquí estamos todas un año más pegadas a la pantalla del ordenador viendo algo que en verdad NO mola tanto como nos hacen creer. Toda la fachada de este momento al año que mueve millones y que después es más falso que un billete de 4€. Cero en ropa interior, diez en campaña de marketing.

 

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