Ser treintañera y vivir con tus padres: la catástrofe antinatural 

 

Vale, me vais a decir que por lo menos no pago alquiler y me sirve para ahorrar. Pero la verdad es que ser treintañera y vivir con tus padres es DIFÍCIL. O por lo menos con los míos. La independencia, para ellos, es un concepto relativo. ¿Puedo hacerme algún día mi propia comida porque me apetezca algo distinto de lo que hay preparado? Sí, pero tengo que soportar que mi padre comente todo lo que estoy haciendo, mal según él, y/o incluso meta las manos en la preparación.

¿Puedo quedar con amigos y no decirles a cada rato dónde estoy? Pues esta es una conquista más reciente de lo que me hubiera parecido deseable y AÚN es un sí a medias. Depende de dónde esté y la hora que sea. Repito: 33 años, tengo.

De hecho, he empezado el año mosqueada porque, otra vez, vuelvo a estar un día 1 de enero en casa de mis padres, soltera, sin planes y sin cotizar (ese verbo, en este país, sí que es intermitente y no mi relación adulta con mis padres). Aun así, no ha sido mi peor inicio de año. Pero eso da para otro post, aunque voy a hacer un pequeño spoiler para abrir boca: digamos simplemente que empezar el año follando, no está nada mal.

Pero sigo, que me desvío: mis padres son maravillosas personas a las que les debo no solo mi vida y mi educación personal, sino una larguísima educación académica que han ido pagando rigurosamente. Estoy muy agradecida y no, no es un cambio de tercio provocado por las hormonitas de la felicidad que ahora mismo invaden mi cuerpo (larga vida al buen sexo, por favor). Realmente es para estarlo. Pero hecho de menos mi parcelita de intimidad. 

Y no podemos negar que, siendo millennial, esta es otra de la larga lista de cosas que se nos prometieron de pequeños y no hemos podido conseguir: “niña, estudia mucho. Así serás una adulta de provecho y tendrás tu trabajo estable, tu casa, tu marido y tu perro” JAJAJAJAJAJAJAJAJ. Perdón, pero  no he podido evitar el ataque de risa amarga. A día de hoy no podría hacerme responsable ni de una mosca de la fruta, de esas que viven 24 horas.

Pero bueno, los de mi generación hemos aprendido resiliencia y hemos aceptado que nuestro papel en la vida es otro distinto a cortar por la línea de puntos (si no sabéis de qué hablo, sutilmente os estoy recomendando una serie de Netflix. Los de mi edad os vais a sentir muy identificados).

La felicidad está en las pequeñas cosas. Aquellas con las que debemos conformarnos. Pero yo me voy a quedar con que este no ha sido el peor inicio de año. 

¡Feliz 2022 a todos!

 

Madamme Squelette