Hace unos años ligar era una cosa fácil: chica conoce chico, se enamoran, se van a vivir juntos, se casan… Ay, calla, que eso es en las comedias románticas americanas. La realidad solía ser más: chica conoce chico, chica no quiere lo mismo que chico, uno de los dos se enamora, el otro pasa de tener algo serio, y así hasta que pasan los años y aquello del bad timing empieza a ser una constante en la vida sentimental de muchas personas. Eso de echarse un novio en el instituto y que te durara más allá de la universidad no es tan común como puede parecer, la crisis ha obligado a muchas parejas a separarse miles de km y la distancia ha sido más fuerte que el amor, o muchas veces simplemente uno madura a un ritmo diferente al de su pareja y las cosas acaban cayendo por su propio peso.

Y ahí entraron hace años las páginas de contactos para ligar online. Desde los más clásicos Meetic o eDarling, que te prometen encontrar a alguien que se adapte a ti, a otras como Badoo o Adoptauntío, que iban más a lo que iban. Y de repente, en 2012, apareció él, Tinder, la nueva app de referencia pra ligar oline que iba a desbancar a todas las anteriores, el nombre bajo el que se engloban todas las demás (porque igual que uno no tiene tissues o pañuelos de papel, tiene Kleenex, las apps de ligar da igual que se llamen Happn, Lovoo o Pepitoeldelospalotes, todas quedan englobadas bajo el nombre de Tinder).

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Jóvenes (y no tan jóvenes) se volvieron locos venga a deslizar fotos a derecha e izquierda en espera de encontrar el amor de su vida o simplemente un apaño para el fin de semana. Las fotos de hombres y mujeres se pasaban como cromos, ‘Si’, ‘No’, ‘Uy por dios, éste no’, ‘Mira, a éste le conozco’, y confesar que te habías bajado la app ya empezaba a ser algo que no se comentaba por lo bajini en plan secreto (Tía, me he bajado el Tinder, pero que no lo sepa nadie, que me muero de la vergüenza’) a ser algo tan común que llega un punto en que tus amigas te preguntan ‘¿Pero cómo puede ser que aún no tengas Tinder?’. Si, amichis, ligar online ya no es sólo algo destinado a frikis, feos y gordos, hay mucha gente normal en esas páginas de ligoteo.

Pero aquí estoy yo, con mis 33 años, soltera, y sin haberme descargado aún ninguna app para ligar, ni haberme inscrito en ninguna página de contactos. ¿Y por qué?, os preguntaréis. ¿Será porque aún creo en los cuentos de hadas?, no, hombre, no. ¿Será porque aún pienso que existe gente normal en el mundo real y que no hace falta entrar en el juego de ‘Éste sí, éste no’ para encontrar a alguien? Bingo! En mi opinión, Tinder no es la solución a mi soltería, es sólo un medio más para conocer a gente, como lo puede ser salir por la noche, que me presenten a amigos comunes, conocer gente en el trabajo, o apuntarme a un viaje de aventura.

¿Me estoy cerrando puertas eliminando por completo una de las formas más extendidas de ligar que hay hoy en día?, probablemente. Pero no me quita el sueño en absoluto. Vivo muy tranquila sin que la decisión de si deslizar a derecha o izquierda dependa exclusivamente de 3 fotos y no de algo que va más allá de lo puramente físico. Que siiiii, que no hace falta que me contéis que luego conoces a la persona, que no es sólo físico, que bla bla bla, que yo la teoría ya la sé… Pero igual que hay gente que está hecha para estudiar Letras o para estudiar Ciencias, o que los viajes de aventura no están hechos para aquellos que son 100% amantes de la ciudad, creo que el Tinder no es para mí. Y ojo, que no creo que los señores de Tinder tengan ningún problema con ello, que tienen conquistado al 80% de la población mundial, aspirar a conquistar al 100% sólo puede suponer una decepción.

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Y vosotros os preguntaréis: ¿Cuáles son mis razones para no querer utilizar Tinder? ¡Ahí van!

1. El físico es importante para mí (como para todos, no me vengáis ahora con milongas), pero en mi opinión va mucho más allá de las 4 fotos de tu perfil y de tu descripción ‘Juan, 35, mis aficiones son: viajar, leer, la música y el cine’. Vaya por dios, qué original, como las de todo el mundo… El físico para mí también es la altura, la voz, la forma de andar, de hablar, de reírse, de gesticular. Una foto (o 10) no son suficientes para saber si me gustas. Y soy de la misma opinión al revés, pienso que mis fotos no son suficientes para saber si te gusto.

2. Me da pavor encontrarme a alguien conocido. Lo sé, lo sé, no pasa nada, tengo clarísimo eso de ‘No te va a juzgar por estar ahí, si él también lo está’, pero aun así pienso que estar pasando perfiles y llegar a una cara que conozco provocaría en mi la eliminación inmediata de cualquier perfil público en una app de ligar, la destrucción de mi teléfono móvil y mi tablet y una solicitud de movilidad interna dentro de mi empresa a otro país. Separado de España por un océano. Llamadme absurda pero esto es así…

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Adiós amichis, ha sido un placer

3. Que Tinder esté sincronizado con Facebook me parece surrealista. ¿Es que acaso no me puedo crear un perfil de la nada?, ¿y si no quiero saber que ese chico tan mono es amigo en Facebook de mi amigo Fulanito?, es como si cuando conoces a alguien en un bar le pidieras su agenda de contactos. ‘Uy, conoces a Pepe, me cae fatal, ya no quiero saber nada de tí’. ¿No es mejor ir conociendo a la gente poco a poco?, ¿de verdad necesitamos conocer todos los contactos de alguien?

4. En mi tiempo libre prefiero ver series, leer, escribir para WLS o irme de cañas antes que estar viendo perfiles de tíos en el móvil. Igual una vez que empiezas no puedes parar, que lo mismo Tinder es como las Pringles, que cuando haces pop ya no hay stop, y te ves a ti misma cargando el móvil 4 veces el día y deslizando perfiles por la pantalla hasta las 2.00 de la mañana como si no hubiera un ídem, pero yo prefiero pensar que mis aficiones son otras y van mucho más allá de clasificar a los tíos en Si o No como si fueran ganado…

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Si, no, si, no, si, no….

5. Tengo tan poca paciencia que para cuando consiga haber identificado y desterrado a la morralla ya no tendré ganas de seguir intentando buscar a un hombre normal entre todos los perfiles que pululan por ahí. A la tercera que un tío me salga rana, se acabó Tinder y se acabó lo de intentar encontrar a un tío decente a través de una pantalla de teléfono.

6. En mi mente de aficionada a todo libro, serie o película de crimen, misterio o intriga que caiga en mis manos, cualquier persona al otro lado de esa pantalla es un asesino en serie. Si no lo es ahora lo será en cuanto me conozca. ¿Chico moreno con un perro?, amante de los animales y asesino en serie. ¿Chico surfeando?, deportista y asesino en serie. ¿Chico haciéndose un selfie en el espejo del baño sin camiseta?, macarra chuloputas y asesino en serie. Si es que además soy rubia y corro despacio, soy carne de serial killer. True story.

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¿Lo véis?, no estoy loca, soy tan normal como Jessica Day…

7. Sé que no es verdad, sé que es una idea de lo más anticuada, pero en el fondo de mi corazoncito de persona romántica (a pesar de que la creencia común de que estoy muerta por dentro) sigo viendo el tema de las páginas de contactos como la última opción, el último cartucho que quemar antes de aprender a tejer y adoptar 7 gatos. Sé que no es así, pero no es tan fácil quitarse de la cabeza una idea que está tan arraigada.

En definitiva, ¿soy la única soltera treintañera sin Tinder?, ¿moriré sola o aún hay esperanza para mí?