¡I have a dream! Sueño con el día en el que todos los establecimientos sean accesibles y no tenga que andar llamando y preguntando si hay escalones cada vez que quiera ir a comer con los amigos a un restaurante… Sueño con el día en el que las tiendas de ropa no usen los probadores para discapacitados como almacén… Sueño con el día en el que no me quede atorada en un pasillo porque las estanterías están muy juntas…

Sueño con todo eso y sé que un día se hará realidad. Pero mientras tanto no puedo evitar sentirme comparada con un perro. Poner la pegatina en la puerta diciendo si permiten la entrada de perros es el equiparable para discapacitados al dejar un escalón en la entrada de un local. Solo si nos ayudan y nos cogen en brazos podremos entrar… ups, ¡Como los perros!

No lo entiendo ¿A caso no nos ven futuros compradores? ¿No ven que se quitan clientela al poner barreras arquitectónicas? Repito, no lo entiendo.

Me suelen decir la típica excusa de “Una rampa es cara y tampoco viene mucha gente con silla…” a lo que yo respondo “Mmmm claro, al haber un escalón la gente en silla no viene. Tiene su lógica”. Y aunque no fuese nunca un discapacitado a comprar a la tienda, deben tenerla adaptado porque es mi derecho como ciudadana. Como consumidora tengo todo el derecho del mundo a poder entrar en el local.

Y eso que solo hablo de discapacidad física… Puesto que las personas con problemas de visión lo tienen mucho más difícil, exceptuando las señalizaciones de los cruces en la calle y en el metro, no tienen ningún otro tipo de ayuda. ¿Qué local es este? Ni idea, no puedo leer el rótulo. La sociedad se empeña en obligarnos a ir acompañados siempre para hacer las tareas del día a día en la calle…

Por eso sueño con el día en el que pueda ir a comprar con la misma despreocupación que el resto, seguro que así disfrutaría más de ir de tiendas y lo haría más a menudo.