Ejemplo de conversación muy recurrente en mi vida (y seguro que os suena a casi todas):

– El feminismo es taaaaan importante…

– Yo es que no soy ni feminista, ni machista. Yo creo en la igualdad.

– ¡Aham! Entonces es que eres feminista aunque todavía no lo sepas.

– No, no me entiendes. Yo creo que hay que ser persona, da igual que seas hombre o mujer…

– *Facepalm* (mimimimimi).

Ahí quería yo llegar, al «ser persona». ¿Qué coño es «ser persona»?

A estas alturas supongo que todas habréis caído en que estoy hablando de las polémicas declaraciones de Paula Echevarría para la revista Zeleb, en las que asegura que ella es PER-SO-NA. OJO AHÍ: «Yo me defino como persona. Yo creo que no hay que ser feminista ni machista, yo creo que los extremos nunca son buenos ni para un lado ni para el otro» (solo le faltó decir que «los extremos» se tocan y ya ¡BOOOOOM!). Vale, no es la primera celebrity, ni será la última, que reniega del feminismo por pura desinformación y mejor no hacer sangre de esto (aunque, evidentemente, nos encantaría que personajes públicos no cayeran en esta falacia constante) porque revisarse estas cosas no es nada fácil desde cierto privilegio.

Lo que sí que me gustaría decirle a Paula (y al mundo entero) es que utilizar el argumento de «ser persona» para desmarcarse del feminismo por lo que sea, no tiene ningún sentido. Que existen personas buenas y malas, personas machistas y feministas, personas que se convirtieron en dictadores y otras que lucharon toda su vida por los derechos humanos. Entonces… ¿a qué carallo se refiere con eso de «ser persona»? A lo mejor resulta que las feministas somos extraterrestres disfrazadas de humanas, seres de otros planetas que se alimentan de ratas y muy extremistas en sus posiciones.

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Aquí tenemos, una feminista que no es persona.

O mejor, puede que las feministas no seamos personas. En realidad somos una ración entera de croquetas de cabrales, de esas tan buenas que ponen en un bar que hay cerca de la plaza del 2 de mayo. Croquetas que luchan por sus derechos croquetiles, por una bechamel digna y por un pan rallado sin techo de cristal. Por eso gritamos a los cuatro vientos que nos queremos vivas, no te jode.

Pues… ¿sabes lo que te digo Paula? Que yo soy feminista, (buena) persona y no me importaría ser croqueta (pero de las ricas, de las caseras). También soy extremista cuando toca y, sobre todo, cuando me tocan los ovarios porque, lo creas o no, sigue haciendo falta que nos mostremos muy firmes en nuestras convicciones para acabar con los estereotipos en clave de género y con la violencia hacia las mujeres.

Y una cosa más: aunque no lo veas necesario, vamos a seguir mostrándonos reivindicativas. Como mujeres, como feministas, como extraterrestres, como croquetas o como haga falta, precisamente por eso, porque somos PER-SO-NAS. Tú estás en todo tu derecho de no querer luchar, de no ser feminista y de que no te gusten las croquetas… pero, y esto va por todas esas PERSONAS que dicen eso de «no soy ni machista, ni feminista», hablar sin saber está muy feo.