Mi amiga Rocío tuvo una baja maternal y por lactancia sin contratiempos, pero, como se juntó con dos niños pequeños, solicitó una excedencia y pasó 9 meses sin ir a trabajar. Mientras tanto, su marido aprovechó que ella se ocupaba de los niños y la casa para ampliar su clientela en su negocio. Cuando ella ha terminado su excedencia y se ha incorporado al trabajo, ha pasado lo que ya intuiréis: que, como él tiene muchísimo trabajo, la que se sigue ocupando de TODAS las tareas domésticas y de crianza es ella. Como cuando estaba en excedencia, pero ya no lo está.

Se siente cansada y no puede más. Llega a casa tras una extenuante jornada, porque trabaja 7 horas de pie en una fábrica, y está todo por hacer: el cesto de la ropa sucia a rebosar, el lavavajillas por poner, el salón por recoger, los niños por bañar, etc. Ya lo ha hablado con su marido, pero él se escuda en que no tiene tiempo para nada más y que, de ser necesario, habrá que subirle las horas a la persona que limpia en casa (como si pudiera hacerlo todo). Él no está dispuesto a cambiar y, por los comentarios que hace, siente que, si tiene que ceder alguien, es su mujer. Su trabajo es menos importante porque gana menos. El resumen es claro: su marido está prosperando a costa de la salud mental de ella. Encima es muy dado a separar lo mío de lo tuyo, pero ese es otro tema.

cansada

Luego está el caso de Bea, otra de mis amigas. Es esteticista y tenía montado un gabinete que le iba muy bien, pero, con el tiempo, quiso dar un salto cualitativo. Veía que el montón de horas que tenía que echar era altamente incompatible con el ejercicio futuro de la maternidad. Cerró el gabinete y se puso a estudiar oposiciones tirando de sus abultados ahorros, pero, antes de aprobar, se casó y se quedó embarazada.

Bea está acostumbrada a las rutinas del trabajo y a ganar su propio dinero, así que siempre tomó lo de estar en casa como algo temporal. Cuando su hija tenía año y medio, como lo de las oposiciones se había estacando, se puso a echar currículums y la llamaron de una empresa de palets. El salario no era gran cosa e iba a tener que solicitar ayuda familiar para conciliar, pero quería volver a trabajar.

¿Qué pasó? Que se topó con su marido. Él es responsable de área en una empresa que opera en varias comunidades autónomas y gana lo suficiente como para mantener a la familia sobradamente con un salario. Es frecuente que pase noches fuera de casa y le gusta tener la tranquilidad de que su niña y su casa están bien cuidadas y atendidas. No está dispuesto a rebajarse horas.

Mi amiga duró una semana en su nuevo trabajo. No se puede decir que no le gustara, porque es poco tiempo siquiera para saberlo. Lo que sí pasó es que él, de todas las formas sutiles que encontró, la persuadió para que lo dejara.

Durante aquel cortísimo plazo de 5 días, la vida del pobre marido fue un caos absoluto. Estaba desesperado. La niña lloraba y él no sabía por qué. Le escribía a mi amiga, la llevaba a casa de sus abuelas materna y paterna y, cuando su mujer volvía, le devolvía a la niña como una pelota de tenis y no tenía reparo ninguno en decirle todo lo que había ido mal. Es lo que tiene ser padre pero no ejercer nunca como tal, que te viene grande la tarea cuando no te queda otra que asumirla.

ESTA sería la verdadera conquista de las mujeres

Se me ocurren muchísimas conquistas sociales que quedan por hacer para mejorar la conciliación: horarios de trabajo más reducidos, políticas públicas (centros infantiles gratuitos, más permisos parentales)… Sin embargo, la mayor conquista personal que las mujeres pueden alcanzar es dejar de pensar que podemos cambiar a los hombres, en cualquiera de sus facetas.

Amiga, tu marido no va a cambiar. Él vive feliz de la vida pensando que tiene un trabajo importante, o más importante que el tuyo, y que a ti te corresponden más tareas domésticas y de crianza porque ganas menos o porque es tu rol natural. Y, seguramente, ganes menos por la puta brecha de género.

Tu marido va a boicotear todos tus intentos de prosperar, porque que tú prosperes implica que él tiene que asumir más tareas que no le gustan. Acéptalo y sepárate. Pero no lo amenaces con que te vas a ir, no. Hazlo. Vete. Acordad la custodia compartida, o que la dicte un/a juez/a, y que él asuma su parte de una vez, aunque sea obligado. O eso o renuncias a todos esos objetivos que tienes en la vida más allá de la maternidad.

No vamos a cambiar a los hombres. A lo que debemos aspirar es a elegir bien, es decir, a tener un compañero que sea justo eso, un compañero, un igual. Si no lo encuentras, no fuerces la situación por tu deseo de vivir en pareja o de ser madre. No merece la pena. Por lo que observo en mi entorno, es preferible ser madre soltera y aguantar solo la extenuante tarea de la crianza que casarte con un patán y ejercer dos tareas extenuantes: la crianza y discutir todos los días con él.

He ahí la otra gran conquista personal de las mujeres (al menos, de las mujeres hetero): creernos de una vez que no necesitamos a un hombre para sentirnos felices y plenas. Compartir tu vida con alguien no es más que una elección y debe ser algo que sume, no que reste. En esto soy optimista. Creo que estamos cada vez más cerca.

[Disclaimer: nunca he animado a nadie a que se separe, ni aun pensando que sería lo mejor, me limito a escuchar y ayudar en lo que se me solicite y pueda. Y este no es un post contra todos los hombres. Sobra decir que conozco a muchos decentes que sí tratan a sus parejas como iguales].