No os miento si os digo que llevaba sin hacer ejercicio «por obligación» desde que tenía 18 años. Creo que las clases de educación física del instituto me dejaron un poquito traumatizada y empecé a aborrecer cualquier actividad o deporte que implicase estar cara a cara con otras personas. Como soy activa, me aficioné mucho al senderismo, pero ahora con el curro no me da tiempo a ir a ningún sitio que no sea el gimnasio de mi barrio.

La gente habla maravillas de ir al gimnasio. Te dicen que entras estresada y sales relajada, que al principio es un coñazo pero que cuando coges el hábito no puedes vivir sin él, que la cuota de un año solo apta para millonarios sale totalmente rentable… Es como una secta a la que quieren que te apuntes sí o sí, y yo he caído.

No os confundais, no vengo a contaros lo feliz que estoy desde que muevo el culo en la elíptica ni os voy a engañar diciendo que he conocido al amor de mi vida levantando pesas. Odio ese lugar. Voy porque tengo demasiada energía que canalizar, pero me aburre. No me gustan las clases, no me gustan las máquinas de cardio y no me gustan las máquinas de musculación. No creo que me lleguen a gustar nunca, pero lo que de verdad no me gusta son los dramas que supone ir al gimnasio.

  • Tirarte un pedo mientras haces sentadillas. No sé vosotras, pero yo por la mañana parezco un globo. Por la noche acumulo gases y cuando hago sentadillas deciden liberarse.

  • Levantarte y ver que has dejado la máquina llena de sudor. Yo soy una señora decente y lo limpio, pero he visto a gente guarrísima que deja la máquina chorreando y se piran.
  • Que la adorable anciana que va a hacer rehabilitación te de la chapa durante media hora cuando tú solo quieres hacer tu sesión de cardio tranquila. POR FAVOR, DÉJEME, QUIERO HUIR Y NO SÉ COMO.
  • Que se te acabe la batería del móvil y no puedas escuchar música. Sólo hay algo peor que el gimnasio… Su música.
  • Que haya un grupito de niños turnándose una máquina pero hablando más que otra cosa, aunque sin levantarse de ella. A ver muchachos, hoy es mi día de pierna así que quitaos de la máquina de abductores y dejad de hablar de lo mucho que folláis en sueños.
  • Que se vaya la luz mientras estás en la cinta y te mates. No sé si mi gimnasio es muy cutre y tiene contratada una potencia demasiado baja, pero más de una vez hemos tenido apagones y cuando me ha pillado en la cinta de correr casi no lo cuento. Poned un aviso: «Está usted entrando en la zona de cardio. Puede no salir viva.».

  • Que te dejes el agua en alguna máquina y no recuerdes cuál. Al final todos tenéis la misma botella del Decathlon o las de cincuenta céntimos que venden en el propio gimnasio, así que arriesgarte y coger la que crees que es tuya es como jugar a la ruleta rusa.
  • Que la máquina que quieres hacer este al lado de la sala de spinning y su reggaeton maquinero suene más alto que tus auriculares a tope. Si quiero escuchar Pobre Diabla escucho Pobre Diabla, pero no a la fuerza.
  • Ir a beber agua y que la máquina esté calentorra. Es como beber pis. De verdad, asqueroso.
  • Esas personas que gimen como si se estuvieran follando el lomo de un erizo. Vamos a ver, yo también hago mis ruiditos, pero yo creo que ellos están medio cachondos levantando sus cincuenta y cinco kilos de pesas.
  • Retortijones en el gym. No hace falta decir nada más.

Deseadme suerte amigas, me voy al gimnasio.

 

Anónimo