Para ser sincera no tengo ni idea de costura. En mi vida he intentado con poquísimo éxito coser aunque sea el bajo de un pantalón y mejor no os cuento cuál fue el resultado. A día de hoy cuando me toca darle unas puntadas a un botón me centro en que al menos aquello no parezca un montón de hilos que intentan mantener en su sitio al pobre botón. ¿Y a cuento de qué os cuento yo todo esto? Pues porque una vez más me he enganchado, sin entender por qué, a Maestros de la Costura.

Sé que somos muchas las que lo gozamos de más con este programa. De repente nos hemos convertido en resabiadas del coser: ¿Pero por qué narices no le ha hecho piquetes? ¡Los centros, amiga, fíjate en los centros! Ay la remalladora, que tiene que enhebrarla y no le va a dar tiempo…

Lo disfruto, me parece un programa magnífico, una idea estupenda que incluso me ha hecho plantearme el comprarme una máquina de coser ¿para qué? Pues para nada, para hacer bonito en casa o para coserme un dedo, nada más.

Aunque si bien es cierto que a pesar de que Maestros de la Costura me tiene enamorada, el programa de anoche me decepcionó un poco bastante. Y todo iba bien, como la seda, pruebas con látex, recrear un vestidazo confeccionado en corcho en medio de una bodega… Hasta que llegó la prueba de eliminación. Desde el momento que vi aparecer a las modelos en el taller lo vi claro: iban a intentar vendernos eso de la moda inclusiva y claramente iban a cagarla.

No es por ser agorera, pero es que ya lo habían intentado en otra edición y se ve que ellos de los errores no aprenden. Primero, porque consideran totalmente inclusivo llevar únicamente a modelos más altas de lo habitual y segundo, porque valoraron las creaciones de algunos aprendices como prendas top cuando, una vez más, lo único que hicieron fue diseñar sacos de patatas para disfrazar supuestas curvas.

Pero vayamos por partes. Las modelos, sí, como ya señalé, más altas de lo que suele verse en una pasarela. Tanto Raquel como los jueces destacaron aquello de la importancia de crear moda para todo tipo de cuerpos, que eso de las tallas especiales es una barbaridad y que hay que olvidarlo de una vez y que mira qué mujeres tan preciosas y válidas. A mí pueden decirme que tengo la piel fina, pero no termino yo de creerme el discurso. Cierto es que por ejemplo María Escoté cuenta con prendas en tallas grandes entre sus creaciones, pero ayer mismo defendía aquello de que las secciones de tallaje especial deben desaparecer para fusionarse con el resto de tallas. Vaya, en la propia web de Escoté ofrece una selección única denominada ‘curvy’. Todo bien, pero creí interesante subrayarlo.

Entre otras cosas, lo mismo tenemos que recordar a los jueces que repetir una y otra vez términos como favorecer, tapar o sacar partido no nos deja a las gordas en muy buen lugar. Entre otras cosas porque estamos realmente hartas de que los profesionales de la moda den a entender que crear para nosotras supone un trabajo extra que no ocurre con las modelos normotalla. Ningún favor nos están haciendo empezando así el que debería ser un momento inclusivo.

Lo mejor de la noche llegó una vez comenzada la prueba. Cada aprendiz tomaba las medidas de su modelo y debía crear una prenda que resaltase sus atributos (porque todas sabemos que si no somos delgadas es necesario que algo nos ayude a vernos bien). Chupito cada vez que uno de los costureros decía aquello de ‘voy a crear una prenda que disimule esto o aquello‘. ¡¿Pero que disimule el qué?! Ahhh… calla, calla, que como son chicas más grandes de lo habitual lo suyo es esconder lo que sobra. No exagero, lo repitieron por activa y por pasiva. Y yo no hacía más que mirar de nuevo a las modelos y pensar dónde estaba lo curvy de aquellas mujeres.

Se cansaron los jueces de repetirles que la prueba no iba de esconder nada, sino de crear un diseño top para las chicas. Yo empecé a ver trozos inmensos de tela y ya me temí por donde se iban a ir algunos aprendices. Ahora, lo que no me esperaba en absoluto era la respuesta de Caprile, Palomo y Escoté. Puedo aseguraros que al final del programa no le grité a la televisión por no despertar a mi retoño, aunque poco me faltó.

La resolución de la prueba, un despropósito muy poco inclusivo

Y es que una vez terminó el tiempo llegó el momento de supervisar los resultados. A favor de algunos diré que muchas de las creaciones eran realmente bonitas. Yelimar se marcó un vestidazo cruzado que ya lo querría yo para una tarde-noche de verano. Lluís se vino arriba con un conjunto de falda tubo y top rojos que me parecieron lo más. Y entonces aparecieron Javier y Gabriel con sus respectivos diseños. Se desata entonces mi indignación.

Javier cortó y cosió un vestido que perfectamente podría servirle a su modelo o a otra mujer con cinco tallas más. Él lo defendió diciendo que quería destacar los hombros sexys de la chica y volvió a repetir aquello de que no se lo había ceñido al cuerpo para así disimular lo demás. Fue la Escoté a ceñir el vestido dejando patente que aquella chica estaba mucho mejor con un modelo que marcase sus curvas, y nos mostró que ni caderas prominentes ni tripa abultada. Pero este señor proyecto de diseñador decidió que un vestido tipo campana o carpa de circo era lo más apropiado para aquella chica ‘curvy’.

Y tras Javier llegó Gabriel acompañado por aquella preciosa mujer que él había decidido vestir con un look que, a mí me llamarán indignadita, pero era más de lo mismo para las mujeres con curvas. Un vestido largo, sin formas, sin más. Una túnica que bien podría haber lucido King África en sus mejores tiempos. Según su compañera Ana, un traje de nazareno. Me tapé la cara esperando el bochorno que le caería al aprendiz por haber creado semejante modelo en una prueba en la que había que resaltar los rasgos de las mujeres, y entonces comencé a escuchar a una María Escoté aluciflipada con lo que tenía delante.

Sexy, distinguido, precioso, elegante… Mi cara de WTF no podía ir ya a peor. ¿Tenía ante mis ojos el mismo vestido que ese jurado? Sumémosle que venido arriba, Gabriel, destacó que había visto que su modelo tenía unas caderas prominentes y por ello consideró que el vestido cayera hasta los pies. Efectivamente, la chica tiene caderas, pues le planto un look a lo Demis Rusos y aquí paz y después gloria. Cierto fue que la tela elegida era de lo más bonito de la prueba ¿pero de veras vais a aplaudir ese diseño como algo top en un momento en favor de la moda inclusiva?

Gabriel lo gozó, todos aplaudieron encantados porque qué bien homenajear la diversidad de tallajes en la moda con estas modelos con cuerpos diferentes, y el programa terminó con Ana abandonando el plató tras crear una falda con vuelo que apenas dejaba moverse a su modelo.

Ojalá algún día ver como invitadas para ser vestidas a mujeres tan diversas como Tess Holliday o Ashley Graham. Sabemos que esa breva no caerá, porque visto que ayer ya buscaban disimular curvas, no me quiero ni imaginar el modelito que le plantarían a la buena de Holliday si la tuvieran delante.

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