Hace bastantes años perdí algo de tiempo y casi toda mi inocencia con un tío que tenía de leal e íntegro lo mismo que tengo yo de virgen, ¡ni las esquinas! Podría poner de excusa la inexperiencia, la edad, la falta de autoestima… Pero hoy en día lo pienso y, desde el minuto uno de esa relación ¡todo eran red flags! Así que no hay excusa que valga. Supongo que no soy la única que mira atrás en un momento determinado y piensa “¿Qué coño hacía yo con ese imbécil?”, pero bueno… Pasado el tiempo y, sobre todo, un montón de cosas y sentimientos mucho más importantes, no sólo miro atrás con incomprensión, sino que puedo recordar cosas y reírme. Un poco de mí porque, ¡Dios mío! era muy tonta, y otro mucho del especímen en sí.

Resulta que, no mucho después de empezar a salir con quien se había autoproclamado el padre de mis hijos, el amor de mi vida, el hombre que “me iba a hacer sentir mujer cada día” (se ve que el resto del tiempo muto entre lavadora con centrifugado rápido y sonajero, yo qué sé), llega un día asustado porque un chico se presentó a la puerta de su trabajo amenazando con partirle la boca por haber ido presumiendo de haberse tirado a su novia (todo muy hunga hunga, para variar). Él, que no sabe de donde sale todo eso, se zafa de la situación como puede y se va a su casa, no sin un poquito de miedo en el cuerpo, porque ese chico era bastante más grande que él y bastante más cazurro también. Hablamos tranquilamente y lo convenzo de que llame a esa chica, que era una vieja amiga (conociendo al animal, seguramente o tuvo o intentó tener algo con ella en algún momento) y le pregunte qué estaba pasando. Ella le cuenta que una amiga común había ido indignada a contarles que mi novio la había rechazado. Al parecer solían tener encuentros sexuales esporádicos y, al llamarlo ella para “saldar una deuda pendiente”, él le dijo que tenía pareja y que no podría ser. Entonces poco a poco se fue cabreando más y más, y al decir Don Cateto Posesivo que nunca había podido ver delante a mi novio, la chica vio una oportunidad de venganza y le dijo un montón de cosas que sabía en realidad por su amiga, pero como si las anduviese contando a diestro y siniestro mi querido Don Juan. Y claro, si a una mecha corta sin cerebro totalmente llena de serrín y patriarcado, le arrimas la llama del despecho… ¡PUM! Follón asegurado.


Como pudimos, convencimos a aquella chica de que hablase con su novio y le dijese la verdad. Obviamente no lo hizo del todo, porque tenía miedo de contarle que era ella quien había hablado sobre los encuentros íntimos que había tenido hacía tiempo con mi novio, no es que estuvieran juntos entonces, es que él no podría soportar saber que su novia había catado varón antes que él. Pero, fuese como fuese, el marrón se lo había quitado de encima. Obviamente sin disculpa ni apretón de manos. Más bien con una amenaza velada, por si acaso.

Entonces, unas semanas más tarde, aparece mi querido amor muy contento y nervioso en mi casa. Me quiere contar algo genial que ha hecho y que voy a alucinar (y tanto, no se equivocaba). Me dice literalmente que ha conseguido vengarse de aquella chica que, sin tener motivo alguno, lo había metido en un lío. ¿Vengarse? ¿Qué significa vengarse? Pues espera que te lo cuento, te va a encantar:

Resulta que el muy cerdo había visto a esta chica por la calle saliendo de trabajar y se había acercado a saludar, en principio con intención de hacerle un reproche, pero después había recordado a saber qué capítulo de qué serie adolescente ridícula en la que los planes maquiavélicos parecen super elaborados y eficaces y son, efectivamente, absurdos. Se ofreció a llevarla a casa y, como hacían muchas veces, comenzó a meterle mano. ¡Así! Sin conversación previa ni un beso ni nada, simplemente tiró del freno de mano y empezó a agarrarle el pecho, a respirar profundo en su oído como si estuviese teniendo un ataque de asma y a jadear como si viniera de correr una maratón. Entonces ella, suponiendo que su acuerdo previo volvía a estar en vigor, se giró y comenzó a meterle mano ella también y a frotarse ambos (según él, muy orgulloso, sin que hubiera ni un solo beso, que parece que es lo importante). No os hacéis una idea de mi cara mientras ese imbécil me sigue relatando con detalle su “venganza”. Realmente creí que era broma, no podía ser tan estúpido. Pero sí, lo era. Pues, al parecer, cuando la muchacha ya empezaba a sentir calor, empezó a quitarse la camiseta y, acto seguido, a desabrocharle el pantalón a mi querido novio. Entonces fue el momento clave. Él le apartó la mano y le dijo: “Tengo novia. Bájate del coche”


Sí, sí, sí. No hace falta que me gritéis. Sé perfectamente lo que pensáis, que es lo mismo que pienso yo y, realmente, similar a lo que pensé entonces. El muy ridículo se creía que aquella chica se había ido a casa rabiosa por su desplante. Pero todas sabemos que aquella chica estaba en su casa (probablemente terminando lo que él había empezado) riéndose del pedazo de erección con la que aquel imbécil se había ido, que se había acordado de su novia después de casi veinte minutos de petting en el coche con ella. Porque si, efectivamente, hoy entiendo, asumo y veo claro que aquel cerdo había querido tener un momento de desahogo con aquella chica de la que luego supe que decía que le gustaba verla a escondidas “porque era muy guarra” (me dan ganas de frotarme con un nanas cada vez que pienso en el tiempo que estuve con aquel misógino estúpido).

Entonces, pensó que ella lo contaría otra vez y había decidido convertir su “desliz” en un acto consciente de venganza. ¿Venganza a una mujer? ¿Estando él más caliente que aceite de churros? En fin…

Y así fue como pasé semanas con un profundo asco hacia una persona que juraba haberlo hecho por mí, para que aquella chica entendiese su lugar y el mío, y que él siempre sería el hombre de mi vida. Spoiler: no lo fue. ¿Sorpresa? En absoluto. Estuvimos juntos bastantes cuernos más, porque se ve que, en aquel entonces, me costaba un poco aprender. Pero os juro que fue una lección más que aprendida.Él siguió enamorándose perdidamente de un montón de futuras madres de sus hijos y terminando de forma turbia todas sus relaciones. Y yo… Pues feliz de haberme quitado de encima a aquel parásito.

 

Relato escrito por Luna Purple basado en una historia real.