Iba paseando tranquilamente con mi novio un domingo por la mañana cualquiera. A lo lejos, en un descampado, veo un coche que me resulta familiar. A medida que nos vamos acercando, ya no queda lugar a dudas sobre quién es. Y, para cuando él se percata de nuestra aproximación, ya es tarde: arranca y se va, pero no le da tiempo a dar la vuelta para irse por el camino contrario y lo veo de frente.

Es ÉL, el marido de mi amiga embarazada. Está usando el coche de ella, de ahí que me resultara familiar, pero no estaba con ella. Estaba con otra. Una mujer que no conozco a plena luz del día, un domingo por la mañana, en una calle apartada pero bastante transitada.

No le dije nada a mi amiga por no darle un disgusto en su estado, y porque sé que me crearía enemigos para nada. Porque resulta que su marido es toda una joyita, y ella lo sabe. El tío se droga regularmente y anda con mujeres explotadas por el sistema prostitucional. La trata como un mierda, la engaña y le roba, ya que ella comparte con él dinero que luego él se gasta en sus fiestorros.

El tipo no es atractivo, ni buena persona, ni trabajador, ni carismático. Es de lo más bajo y despreciable que yo me he echado a la cara en la vida, mientras que ella está llena de cualidades. Creemos que la razón por la que están juntos es multicausal: de la educación profundamente machista que mi amiga ha recibido a la anulación de personalidad a la que él la somete.

Más allá de la lástima

A lo largo de su relación, con ella ya han hablado sus familiares y sus más íntimas. Sabe lo que hay. Cuando no se ha enterado por gente que la quiere, ha sabido otros episodios de malas maneras. Como una vez que tuvo que pagar dos veces una obra de albañilería en casa porque el primer pago lo dilapidó su marido en vicios. Ella, mientras tanto, se limita a justificarlo y taparlo.

Es una adulta funcional en plenas capacidades de tomar decisiones, y ha elegido lo que ha elegido. Punto. No me hago cargo de la vida que ha escogido. Lamento que haya decidido traer al mundo a una criatura con un ser así, a quien dudo muchísimo que vaya a atender ni lo más mínimo. Pero es su vida.

Me enerva el trato injusto e inmerecidísimo que ella recibe, porque es buena persona. Pero lo que más me molesta de todo esto es que el tipo se sienta con total y absoluta impunidad como para hacer lo que le venga en gana, delante de quien sea, pavonéandose y tirándonos a la cara sus privilegios. Sabe que sus actos nunca tendrán consecuencias.

Seguirá siendo un cerdo y un machista mientras las amigas de su novia se indignan y señalan su comportamiento, como modo de reclamar una igualdad que es obvio que no tenemos.

Mi plan

Me indigna su impunidad y cómo se ríe en nuestras caras. Porque estoy segura de que aquel día paseando nos vio, como nosotros lo vimos a él, y no sintió ni el más mínimo temor o vergüenza. Así que llevo unos días maquinando mis venganzas con otras personas que conocen el caso.

Hemos pensado en seguirlo e intentar conseguir pruebas innegables de sus infidelidades y sus fiestas. Fotos, vídeos, algo que ella no pueda negar o tapar. O le compartimos el material vía Whatsapp, o se lo enseñamos o se lo enviamos en un sobre anónimo.

Pero llegamos a la conclusión de que no serviría mas que para ella se llevara un disgusto, en el estado en el que está, sin ningún tipo de represalia para él. Lo que queremos es que sufra ÉL, en exclusiva.

Un día un amigo sugirió abrir una cuenta en Instagram para tratar de seducirlo. La verdad es que cuadraría perfectamente, porque tiene la cuenta llena de mujeres desconocidas a las que sigue, y que parecen bots sexuales. Su mujer lo ha visto, claro, pero considera que eso son cosas de tíos y que, para estar bien con uno, hay que aguantarse.

A mí me atrae la idea de enredarlo en una relación virtual con la que engañarlo cruelmente y reírme de él. Lo veo fácil, porque creo que tiene la inteligencia justa para pasar la tarde. Podéis llamarme mala persona sin problemas, pero lo veo superválido para canalizar la rabia por injusticia que siento.

El problema es que tendría que dedicarle tiempo, esfuerzo y creatividad a un ser que me revuelve las tripas, y con quien seguramente tendría que tener alguna conversación subida de tono. Me lo imagino y me atormentan las náuseas.

¿Estaría justificado el “catfish” con un ser así y con un caso así? Tranquilas que, si me animo, vendré a contar la segunda parte.

Anónimo