No sé si a vosotr@s os pasa pero tengo especial facilidad o imán para atraer momentos y personas raras o bizarras a mi vida, de ese tipo de situaciones en las que miras alrededor y deseas que la tierra te trague y te escupa al otro lado del Pacífico, en una isla remota donde nadie te conozca y puedas empezar una nueva vida como Mogli subida a los árboles y comiendo cocos, mientras Jason Momoa te sonríe con tu bebé y el suyo en brazos…por imaginar que no quede. Así soy yo, tengo ese sentido especial que no sirve para nada y que de vez en cuando me da momentos de los más Almodovarescos como el que voy a contaros ahora….

Iba yo un día de verano con el que por aquellos tiempos era mi novio, ahora marido, y vi en el suelo junto a una papelera un teléfono móvil de última generación, una especie de Motorola con tapita y antena de lo más cuco (hace ya muchos años de esto), miré alrededor por si alguien me miraba y me agaché rauda y veloz como si estuviera robando a la mismísima Cruz Roja, lo cogí y me lo guardé en el bolsillo del pantalón. Agarré a mi chico del brazo y aligeré su paso y el mío hasta una zona donde no había nadie. Él me miraba sin entender y yo estaba más nerviosa que el fontanero del Titanic, pude entender cómo podía sentirse un traficante de drogas. Saqué el teléfono del bolsillo que minutos antes había recogido del suelo y empezó el interrogatorio:

  • ¿Por eso corrías? ¿te lo has comprado? ¿es para mí? Anda que me cuentas algo…

Antes de que siguiera soltando preguntas al aire y mientras yo calmaba la respiración después de la carrera, le conté que lo había encontrado en el paseo. Intentamos encenderlo, pero no había manera, la tapa trasera no abría o no sabíamos cómo hacerlo por si no tuviera la batería puesta. Estaba nuevecito y al ser un modelo tan actual pues lo mismo era así, que no se abría porque la batería estuviera integrada o yo qué sé. Me encantaba el teléfono así que decidimos acercarnos a un decomiso, una tienda de esas en las que lo mismo te ponen las pilas al reloj que te hacen un tacto rectal. El sitio estaba petado, no se cabía de la gente que había, así que tocó esperar. Cuando llegó mi turno me atendió un chico de ojos rasgados y acento oriental:

  • Hola ¿Qué quelía?
  • Pues mira verás, es que me han regalado este teléfono y no soy capaz de quitar la tapa de atrás para meter la tarjeta SIM

El chico con mi teléfono en las manos me miró como un cervatillo al que acabas de apuntar con los faros del coche en medio de una noche cerrada….

  • Peldona ¿cómo dice tú?
  • A ver, ayer fue mi cumpleaños, me regalaron este teléfono y es que no sé cómo funciona, lo he cargado toda la noche y ni puedo encenderlo ni puedo abrirlo, ni puedo hacer nada, está como bloqueado y no sé lo que le pasa…(si me hubieran dado un euro por cada una de las mentiras que solté hoy estaría escribiendo esto desde mi pisito en Dubai)

Entre tanto la gente ya empezaba a incomodarse por la tardanza, se quejaban por lo bajini y nos hicieron un corrillo como si fuéramos expertos en bailar tangos, todo el mundo quería saber qué le pasaba al móvil. El dependiente me miró, se rió de medio lado como un cantante de reguetón y soltó estas palabras que aún retumban en mi cabeza….

 

  • Pues velá, el tlfn no se puede ablil ni encendel polque es una maqueta…. De esas que utilizan en las tiendas de telefonía móvil…..

CATAPÚMMMMMMMM

Se hizo un silencio tan incómodo y sepulcral que no supe qué decir, me ardía la cara, mi novio me dejó sola en medio de la tienda entre risas y yo solo acerté a darle las gracias al dependiente mientras intentaba conectar la única neurona que me quedaba con vida para que moviera mi cuerpo hacia la salida….

 

Mamen M.V