Esto pasó durante años en mi familia y ahora, casualmente, ya nadie habla de ello. 

Mi abuela emigró a otra comunidad autónoma, donde tuvo a 4 hijas, mis tías y mi madre.  Al tener al resto de familia fuera, todos crecimos muy unidos y hacíamos mucha vida familiar. Somos  seis primos en total, cinco chicas y un chico, el único de esa generación, todos de edades muy similares y todos muy mimados por mi abuela, que era la matriarca de todo el tema espiritista.

Recuerdo algunas cosas de cuando éramos pequeños, pero las sesiones y los rituales más serios, empezaron más o menos por la adolescencia. Desde pequeños se nos había dicho que nosotros teníamos poderes, no poderes como los superhéroes, sino una magia que habíamos heredado de mi abuela y que algunos la teníamos más fuerte que los demás, que cuando fuéramos mayores, podríamos saber exactamente quién tenía más poder y como podíamos usarlo. 

En la historia que nos contaban, nosotros éramos descendientes directas de Morgana, una hechicera mitológica bastante conocida, y mi primo, una reencarnación de Merlín el mago. Sé que ahora suena a cuento chino, pero en ese momento nosotros nos lo creímos mucho y tampoco teníamos motivos para no hacerlo, al final eran nuestros padres los que nos lo estaban diciendo y no teníamos por qué desconfiar de ellos. 

Mi abuela se hacía llamar por otro nombre cuando hacía las sesiones o cuando nos referíamos a ella dentro de ese mundillo, no quiero ponerlo exacto por si a alguien le sonase, pero diremos que era algo como “La reina blanca”. Nosotros íbamos escuchando historias, algunos creíamos más y otros menos, pero en general se percibía más como una historia familiar que como una mentira. 

Cuando mi abuela murió, se desató la locura. Mi madre y mis tías empezaron a hacer ouijas para contactar con ella y que les guiase en cómo educarnos a nosotros. Recuerdo perfectamente a las cuatro en círculo cogidas de las manos diciendo “Reina blanca, guíanos”.  Y a partir de ahí, empezó nuestra preparación. 

Cabe decir que nosotros aquí teníamos entre 16-22 años, estábamos en plena adolescencia y muchas de las cosas ya nos sonaban a patraña, pero ellas insistieron y muchas de las cosas calaron hondo en algunos de nosotros. 

Nos hicieron creer que cuando teníamos fiebre era porque había un mal espíritu y lo estábamos percibiendo, ya que éramos muy sensibles. Cada vez que estábamos enfermos, nos juntaban a todos los primos para “echar” a ese espíritu con rituales que me dan mucha vergüenza ajena. Mis tías eran las más convencidas de todas. Las veías serías analizando todo el proceso para ver si lo hacíamos bien. 

También nos hacían hacer ouijas, aprender a echar las cartas, rituales de purificación, sanación y, los que me dan más mal rollo de todos, de posesión.  En estos rituales, se supone que mis tías acogían en su cuerpo a espíritus que tenían algo que decirnos, y para realizarlos nos necesitaban a todos los primos y a nuestro poder. 

Llegué a presenciar como en una de las “posesiones”, mi abuela entraba en el cuerpo de mi tía para darnos órdenes a todos. Esas órdenes resultaron ser obedecer a mi primo en todo, ya que era el más poderoso y el destinado a continuar con el poder. 

Desde entonces mi primo pasó a estar en el centro, se echó una novia rarísima que aseguraba tener un poder similar a él y que por eso se habían atraído. Esta chica dijo estar embarazada de mi primo y cuando se le pidieron test de embarazo y pruebas, perdió al bebé en una de las sesiones porque se supone que un espíritu se asustó del poder que podía tener ese bebé y la hizo abortar. 

En estos momentos yo ya me quise desvincular de todo porque me daba mucha vergüenza lo que estaban haciendo y me decepcionaba haber formado parte de ello, pero no quise confrontar a nadie así que simplemente di largas para no seguir participando en estos eventos. 

Hubo un día que me convocaron y ya fui con la idea de decir que no quería participar más y que por favor, dejasen de involucrarnos en estas historias que cada vez se sostenían menos, mi plan era decirlo tranquilamente, pero lo que me encontré me puso muy nerviosa y ya no pude más.

Cuando llegué estaban todos en posición de ritual y mi primo y su novia en el centro, mis tías alrededor sosteniendo el enlace y mis primos en semicírculo, estaban haciendo una posesión así que me esperé a que terminasen, sin entender exactamente a quién estaban invocando. Bien, pues la “posesión” resultó ser el “bebé perdido” de la novia de mi primo, que entró en el cuerpo de mi tía (la madre de mi primo) y que venía a despedirse. 

Mi tía empezó a hacer ruidos de bebé y a llorar y actuar como un bebé, hasta que la novia de mi primo la abrazo y también se puso a llorar. Luego mis tías le hicieron un “conjuro” para que pudiera hablar como un adulto y el “bebé” (mi tía), empezó a hablar. Le dijo a la novia de mi primo que no se preocupase, porque se iba a reencarnar en el siguiente bebé que tuvieran. Todos lo celebraron.

La situación me pareció tan ridícula y tan surrealista que les grité que daban vergüenza y me fui de un portazo. 

Todos los primos empezamos a hablar de que estábamos hartos de estas cosas y lo fuimos comentando con nuestras madres, algunos más cabreados que otros, ellas se limitaron a decir a todos lo mismo: que no todo el mundo está preparado para sostener ese poder. 

Las cosas se fueron calmando con los años y los rituales desapareciendo. Ahora todos somos adultos y nadie ni si quiera nombra toda esa etapa y las creencias que nos hicieron tener nuestras madres. 

Mi relación con la mía se enfrió bastante a consecuencia de todo aquello, sinceramente no entiendo cómo puedes hacer eso a tus hijos y a tus sobrinos. De verdad que había tantísimas mentiras y cosas ridículas que no sé cómo no se les caía la cara de vergüenza a las cuatro. Esto que os cuento es solo un poco de toda la trama.

No sé cuál era el objetivo, pero desde luego, todos los primos coincidimos en que no estaban bien de la cabeza.

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]