De verdad os digo que cuando presenté mi currículum para trabajar ahí, no tenía expectativa alguna de que me cogieran. Como tampoco tenía ni idea de lo que me iba a encontrar. Pero ahí estaba yo estaba flipando por poder trabajar en una empresa como aquella, en una gran ciudad. Con mi propio despacho, ayudante… Parecía como en la pelis americanas, pero a la española.  Es cierto que mi despacho era microscópico, si. Pero era una oportunidad brutal.

A la semana de estar allí ya me hizo gracia ver las típicas miraditas entre compañeros de trabajo y los típicos cotilleos. Pero vamos, como en todos los sitios. No he estado en ningún curro donde no haya habido líos amorosos. Aunque tampoco pensé que mi nueva oficina fuera a ser como un plató de pelis porno. Al más puro estilo Nacho Vidal. Porque menuda tela.

El primer encuentro fue en el baño de mujeres. Un jiji por aquí, un jiji por allá. Y un: Shhh que nos van a oír, tú quítate las bragas.

Quizás me tenía que haber indignado… Puede. Pero me hizo tanta gracia que me retiré disimuladamente intentando no reírme y me fui a mear al baño de otra planta. ¡Qué? Un calentón lo tenía cualquiera y si las ganas aprietan ¿Quién soy yo para juzgar?

Unos días después fue en el archivo. ¿Qué había en el archivo? Cajas, polvo, y en aquella ocasión dos compañeros haciendo honor al polvo del sitio. Ahí en una esquina estaba un compañero empotrando a una secretaria contra una estantería como si fuera el mejor sitio del mundo. Imagino que ella se llevó un orgasmo y yo un viaje seguro a otra planta para buscar la información en otro sitio.

Unos días después otra parejita que pillé metiéndose mano en la sala de descanso. Ahí a saco, en medio de todo el mundo.

Al final tuve que coger a un compañero con el que tenía más confianza y me llevaba bien y preguntarle qué coño pasaba en esa oficina. Quizás metían afrodisíacos en el agua, o esparcían hormonas por el aire. Quizás el catering traía champán y ostras, y yo era la única que comía ensalada. Porque no era normal. Mi compañero se encogió de hombros y me dijo que aquí era normal, que los jefes habían adoptado la política de: Yo no pregunto, tú no lo dices.

¡A tomar por el culo Maricarmen! ¡Viva la fiesta padre!

Le pregunté si él lo había hecho alguna vez, y me dijo si. Que era habitual entre muchos, incluso los que estaban ahí y estaban casados, la mayoría estaban deseando llegar al curro para tirarse a su amante. Os juro que pensé que me tomaba el puto pelo.

En ese lugar nadie conocía la frase esa de: ¿Dónde tienes la olla no metas la polla? Porque a mí fue de las primeras cosas que me enseñó mi abuela.

Nadie comentaba nada, pero todo el mundo lo sabía. Pero calladitos todos. Al final estuve 7 años en la empresa viendo de todo. ¡DE TODO! Tríos, líos amorosos, celos, maridos y esposas indignados, asistentes cubriendo a sus compañeros o jefes, cuernos de diversos tipos, y amor, de eso también, varias parejas estables salieron de ahí. Y mucho sexo en muchos sitios. ¡Hasta una vez pillaron a uno esposado y amordazado!

Yo en cuanto veía algo, me daba media vuelta y seguía a lo mío, como todos. Porque oye… Aquellas oficinas serían una puta bacanal. Pero el sueldo era buenísimo, los jefes geniales y el ambiente… Bueno, el ambiente estaba cargadito de amor y sexo por todos los rincones oscuros, pero no me iba a quejar en realidad porque el ambiente laboral era increíble, en serio. Además… tampoco me ponía nadie el rabo o las tetas en la cara así que…

Con el tiempo me di cuenta de cómo funcionaba todo. Los baños al medio día eran para unos de administración. Archivos, para otros. La oficina vacía del subdirector, para RRHH (Si para esos)… Los baños de los chicos, para otros. Ah… y el armario de la limpieza, que ahí no entraba ni un PlayMobil pero por lo visto para follar en la oficina era cómo el Ritz; ese era para mí ayudante.

Y la sala de reuniones… La sala de reuniones era para el jefe. Por supuesto, porque aquí o follaban todos o la puta al río. Aunque eso no se podía decir, claro. Porque el jefe era el jefe y el no hacía esas cosas. A menos que fuera comerle el coño a la del departamento de informática, que entonces se hacía la excepción.

A los pocos meses a mí ya me habían preguntado si no había nadie de la oficina que me gustase. Y por haber… había. Ya os digo que sí. El mercado era amplio. Era una gran empresa con más de 100 personas entre directivos, administración, mantenimiento… Pero a mí eso de follar en la oficina cómo que no me iba. Morbo sí, no lo negaré. Pero para eso me cogía a algún compañero y me lo llevaba a casa. No tenía necesidad de tirarme a nadie en medio de un calentón en ningún rincón de la empresa.

Pero la carne es débil. Y cuando me cambiaron de sección y di con él…

Digamos que para cuando yo dejé el trabajo, la sala de proyecciones era mía. No me juzguéis, mi abuela también decía: Allá donde fueres, haz lo que vieres.