Una boda debería ser motivo de celebración, sobre todo si no eres tú la pringada que se va a gastar más de diez mil euros en un solo día. A la vista está que no tengo mucho instinto matrimonial, pero cuando mi mejor amiga me contó que se casaba me alegré como si le hubiese tocado el euromillón. Ella siempre había querido una boda por todo lo grande, así que tarde o temprano esto tenía que pasar.

Lo que más ilusión me hacía de todo esto era preparar una buena despedida de soltera, que a priori me parece una tradición un poco rancia pero también es una excusa genial para juntar a todo el grupo y pasarlo genial. Total, que creamos un grupo de WhatsApp y empezó el drama.

La hermana de mi amiga y yo no nos llevamos muy bien. Es cuatro años más pequeña que nosotras y siempre ha tenido pique conmigo por motivos que desconozco. Con los años aprendí a pasar, sobre todo porque mi amiga es la primera que está hasta el coño de sus desplantes y movidas. Es importante saber esto para entender todo el drama que vino a continuación.

Lo primero que dijo mi amiga es que no quería pitos en la cabeza. Lo dejó claro clarinete. Pues nada, la hermana se empeñó en que sin pollas de goma no era una despedida de soltera de verdad. Después esto desembocó en anular cualquier idea que yo daba.

– ¿Ir a un escape room?

– Aburrido…

– ¿Ir a un restaurante a oscuras?

– Coñazo máximo…

– ¿Hacer un Cluedo en vivo?

– Antes me mato yo…

Llegados a este punto todas las amigas estábamos hasta las narices, así que le dijimos que lo sentíamos mucho pero que íbamos a votar como Dios manda. Ella se pilló un rebote del quince y dijo que al ser la hermana de la novia tenía poder de decisión. Como no le seguimos el rollo metió a mi amiga en el grupo de la despedida y le contó todo lo que habíamos hablado como cuando te chivas a la profe. Mi amiga tuvo un ataque de ansiedad terrible por los incesantes dramas de su hermana así que decidimos darle la razón a la muchacha y evitar movidas.

Ahí estábamos nosotras, doce mujeres de treinta y tantos en un bar con tíos medio en bolas bailando y diademas de pollas en la cabeza. No soy cristiana, pero recé lo que no está escrito para no encontrarme con ningún conocido… Era como una analítica de sangre, no podía mirar y sólo quería que eso acabase lo antes posible para irme a casa y comerme un bocadillo de jamón.

Mujeres del mundo, ¿me podéis explicar qué puta gracia tienen las despedidas de soltera con pitos en la cabeza? ¿Qué es lo que mola de llevar un silbato con forma de polla? ¿Le hace gracia a alguien mayor de 15 años verme soplar una polla de plástico? ¿De verdad os parece cómico un chupete que simula ser un nabo? ¿Os da subvención el gobierno por organizar este tipo de despedidas y yo no me he enterado? No sé, tengo demasiadas preguntas y pocas neuronas por culpa de la maldita diadema púbica… 

 

Anónimo