No tengo demasiado claro si el término ‘adultizar’ está ya reconocido oficialmente, aunque me he dado una vuelta por internet y según parece no soy la única que ha creído necesario comenzar a utilizarlo en nuestro vocabulario. Una desgracia, también lo digo, puesto que con esta palabra me refiero a esa tendencia cada vez más generalizada de convertir a nuestras hijas en mujeres en miniatura, hacer que de algún modo den un salto de gigante para dejar atrás la infancia cuanto antes, como si esa etapa sobrase por completo en sus vidas.

¿Recordáis este meme?

Hace no mucho tiempo una amiga y yo comentábamos como dos reviejas lo mucho que han cambiado las cosas desde aquel inicio de los años 90 en los que nos criamos nosotras. Cuando las pintas con las que íbamos a todas partes eran considerables, pero que realmente nos importaba más bien poco. Éramos niñas, teníamos otras preocupaciones más importantes, como por ejemplo de qué sabor comernos un helado o si nuestras madres se enfadarían demasiado por haber vuelto a romper los pantalones en las rodillas. De alguna manera en muchos casos se ha comenzado a dar una importancia demasiado relevante a la imagen, de forma que incluso las más pequeñas pueden llegar a ser víctimas de esa necesidad de lucir siempre increíbles.

Y ahí están, las que creemos son las auténticas detonantes de todo esto, las redes sociales. Ese concepto de que todo debe ser exclusivo, bonito, impecable. Un mundo online en el que muchas niñas dejan de serlo para lucir frente a la cámara como auténticas mujeres llegando a extremos sumamente preocupantes. Retomamos esa controversia sobre los niños en las redes, pero sobre todo, en torno a esa predilección de muchos padres de hacer que sus hijos sean los reyes de Instagram, Tik Tok o Youtube.

Si a todo esto le sumamos esa terrible sexualización con la que se tiende a criar a muchas niñas hoy en día… el resultado es estremecedor. Perfiles repletos de niñas que no llegan ni siquiera a los 10 años y que miran a la cámara con gesto desafiante, abandonando por completo esa imagen infantil que les correspondería.

https://www.instagram.com/p/CRgx95xMd4R/?utm_source=ig_web_copy_link

Todas hemos querido en algún momento de nuestra infancia poder subirnos a los tacones de mamá, o nos hemos embadurnado la cara frente al espejo intentando maquillarnos como actrices de Hollywood, el problema radica en que hoy en día ya se ha normalizado que una niña pequeña tenga su propio perfil en redes sociales para mostrar lo bien que se ve luciendo como una mujer de 30 años. Muchos lo interpretan como una tendencia llamativa, ‘cuqui’ o simpática, al fin y al cabo es gracioso ver cómo una niña luce un look en absoluto creado para su edad. Pero más allá de todo aquello que nos puede llamar la atención durante un instante hay una cría que está creciendo, que se está criando, con una idea que dista bastante de nuestro concepto de infancia. Hemos normalizado que lo infantil ya está de más y que lo verdaderamente importante sea convertirlos en lo más cool a ojos de los demás.

Si la exposición de nuestros hijos en el mundo online ya podía ser un problema imaginemos por un segundo todo lo que puede traer este camino en el que se borra por completo la infancia. Es un extremo espeluznante que no deberíamos dejar pasar y contra el que tendríamos que levantarnos la voz más de una vez. En cambio la realidad es bien diferente. Estos perfiles se llenan de seguidores y comentarios animando a las pequeñas a continuar con su creación de contenido. ¿Ellas? No, sus padres, esos que ya no solo las exponen sino que las alientan a continuar creciendo en un ambiente que ni son capaces de comprender.

Parece que con el paso del tiempo hemos reseteado olvidando de alguna manera todos los peligros a los que exponemos a nuestros hijos creando perfiles con estas dinámicas. Como autoconvenciéndonos de que detrás de esos perfiles solo se encuentra gente buena, con magníficas intenciones, seguidores leales que realmente son quienes dicen ser. Se nos olvidan un gran número de enfermos y delincuentes que pueden llegar a obsesionarse con estos perfiles, también se nos olvida ese derecho a la intimidad que tanto prodigamos los adultos. Vaya, parece que empiezan a olvidársenos demasiados detalles ¿verdad?

Mi Instagram: @albadelimon