Mi vida ahora mismo es un carrusel de planes, responsabilidades, eventos y facturas que en cualquier momento me va a volver loca. Ayer llegué a casa casi a las doce de la noche y salí de aquí a las siete de la mañana, lo peor de todo es que es así prácticamente todos los días.

Me levanto, desayuno, me pongo guapa (porque… ¿cómo no me voy a maquillar para que todo el mundo me vea preciosa?), voy a clase, salgo de clase, me voy al trabajo, salgo de trabajar y me voy a ensayar. Luego también tengo un segundo trabajo los fines de semana para poder pagarme las clases de por la mañana, intentar estudiar por las noches y encima oso exigirme ser la mejor. Claro, también intento comer sano, hacer deporte, tener la casa limpia, el frigo lleno y el armario ordenado. Por no hablar del mantenimiento de la vida social y las redes sociales.

Anoche llegué a casa con un ataque de ansiedad, porque había salido un lunes a las tantas de la noche de un ensayo de teatro que no pudo haber sido menos satisfactorio porque este planeta no es más grande. Llegué a casa y lloré, lloré muchísimo, me odié y me culpé de no estar a la altura de mi propia vida.

 

Después de haberme desahogado, roto y recompuesto me puse a pensar. ¿Cómo pretendía ser eficiente a las nueve de la noche después de haberme levantado a las seis de la mañana, de ir al médico, de seis horas de clase y de cuatro de curro? ¿En qué momento he dado lugar a tener TRES trabajos para poder pagarme los estudios si luego realmente no me queda tiempo para estudiar? ¿En qué momento yo sola he decidido que todo esto es mi culpa y que yo no soy suficiente?

Joder, no es que no sea suficiente, es que soy la jodida ama por aún conseguir tener la cabeza en mi sitio. Es que el problema no es que no me dé tiempo a estudiar, el problema es exigirme tener el guión aprendido como si no hiciera otra cosa en la vida que dedicarme enteramente a estudiármelo. Es que el problema no es haberme metido en mil proyectos, el problema es que nunca jamás se decir que no. Que tengo que aprender a decir que no, a mantenerme al margen, a ser feliz con menos.

No puedes mantener un hogar, una familia, una pareja, unos amigos, un trabajo y unos estudios tú sola, no puedes pretender que el peso de todo lo que te rodea recaiga sobre ti, no puedes hacerte eso a ti misma, no puedes exigirte como mujer lo que deberías hacer como diosa, porque cariño, sorpresa: no eres una diosa. Tienes límites y son maravillosos.

Deja de machacarte, de exigirte, de lapidarte, de pedirte, de demandarte. Deja ya de una maldita vez de querer hacer y no poder, deja de decir que sí a todo el mundo, deja de sumarte más y más tareas a ti misma, déjate ser tú, déjate vivirte, vive para ti, no solo para los demás.

En el momento en el que nos sabemos finitas, incompletas, débiles, incapaces de poder con todo, humanas, ahí, justo ahí es donde podemos empezar a disfrutarnos, donde podemos empezar a disfrutar nuestra vida, donde podemos empezar a ser nosotras mismas. Las responsabilidades siempre van a estar ahí, pero eres tú la que decide cuánto te importan, cuánto peso tienen, cuánto de tu tiempo se merecen.

Hay que hacerse una lista de valores, de prioridades, un orden en tu cabeza que te diga qué merece más de ti y qué merece menos, no puede tener absolutamente todo el mismo valor, no puede ser todo igual de importante, no puedes deshacerte en mil pedazos para dar un trocito de ti a cada parte de tu día, porque al final, cuando llegas a casa y te quedas sola, no te queda nada y eso, queridas mías, es la mayor mierda que hay en este planeta.

 

Así que, por favor, si no puedes más, si estás harta, si crees que puedes llegar hasta aquí, aprende que no pasa nada, que está bien, que está perfecto. Que no necesitas romperte, quebrarte, partirte por la mitad para poder llegar a algo que no alcanzas. Las metas están geniales, los objetivos son para cumplirlos, pero no te pierdas a ti misma por el camino, no merece la pena.

Cuídate, mímate, sálvate. Date todo el amor que te mereces, aprende a entenderte, aprende a limitarte, aprende hasta dónde puedes llegar. Siéntete bien sabiéndote así, porque amadas mías, a fin de cuentas, todos somos así. Y… sólo somos mujeres, ¿no?