Estudié Periodismo y, en plena crisis económica, encontré trabajo en un medio de comunicación local. Sentí que podía considerarme afortunada, pero, a los dos años, abandoné. Me cansé de los mismos eventos, la misma gente, las mismas dinámicas y las presiones veladas para favorecer una u otra causa. Me cansé yo, que con ocho años jugaba a ser editora y locutora de radio.

Por quedarme en mi sector, me fui al marketing. Lo intuí más creativo y, por raro que parezca, más honesto. Se entiende que las empresas quieran vender, no hay una asepsia que mantener. Pero me aburrí de exprimirme para encontrar ideas y de que se invalidara todo lo que no diera resultados de forma inmediata.

He hecho tareas de voluntariado con familias en riesgo de exclusión, sobre todo. He acabado abandonando por incompatibilidad de horarios o porque he cambiado de ciudad, pero luego tampoco lo he echado de menos.

Con todo, puedo concluir: no tengo un propósito definido en la vida. No he encontrado algo que me motive tanto como para llevarme al éxito, si consideramos la idea social del éxito como influencia, autoridad y beneficios. Desmotivada, inicié un camino hacia la búsqueda de propósito que ahora comparto.

Paso 1: “Busca referentes”

Me pongo a buscar información que me ayude a encontrar mi propósito y encuentro un vídeo que insiste en la importancia de tenerlo, porque, si no, nuestras vidas están vacías. ¡Diosito, qué presión! Lo peor no es eso. Lo peor es que, en los primeros minutos de vídeo, me ponen una foto de Gandhi, Martin Luther X y Santa Teresa de Calcuta. ¡Ahí es nada! “¿Qué tienen en común estas personas? Pues que encontraron un propósito?”.

Luego matizan que bueno, que tampoco hay que pasar a la historia, ni luchar por los/as afligidos/as, ni tirar de épica. Solo identificar tu potencial aportación en tu propio contexto. Teniendo en cuenta mi trayectoria, mal vamos.

Paso 2: “Busca tus pasiones y fortalezas”

“¿Qué te gusta hacer? ¿Qué es lo que realmente te enciende? ¿Qué te entusiasma en este momento? ¿Qué harías con tus días si no tuvieras que trabajar?”.

A mí me gusta salir a dar paseos escuchando un pódcast, sentarme en el jardín a leer, comer chocolate viendo mis series favoritas y pasarme con el ron con cola cualquier viernes, sin tenerlo previsto. Me gusta aprender cosas nuevas, pero no me obsesiono con nada. Me dio por el ajedrez, el zumba y el tenis, pero todo lo acabé dejando.

¿Qué se puede sacar de ahí?

Paso 3: “Piensa en el legado que quieres dejar”

Madre mía, ¡esta invitación me parece atroz! ¡Cruel, incluso! Hay días que me quedo mirando un punto fijo, fantaseo con todo tipo de situaciones imposibles y, cuando me doy cuenta, ha pasado media hora en la que tendría que estar trabajando. Casi no puedo cumplir plazos, ¿cómo voy a vivir pensando en la manera en que quiero que me recuerden las generaciones futuras?

Paso 4: ¡a la mierda!

Al final del proceso, he decidido ir a la raíz del asunto y dejar de asumir que tener un propósito es imprescindible para sentir plenitud. A lo mejor el problema es que todo se enfoca mucho a lo profesional, no sé. De hecho, las charlitas motivadoras dicen que un propósito no es un hobby.

A lo mejor las crisis existenciales no se solucionan buscando algo que hacer, sino, simplemente, dejando de preguntarte qué coño hacer EN LA VIDA. ¿Es necesario plantearlo en términos taaaaaan trascendentales?

Es sencillo: sin un propósito que cumplir, nos limitamos a vivir. El proyecto que te plantees te llevará tiempo y esfuerzo. Se convertirá en lo más importante y atraerá todo tu foco. Te llevará a analizar el pasado para aprender, a anticipar el futuro para asegurar su prosperidad… y a evadirte del presente. Y el presente es lo único cierto y lo único que verdaderamente estás viviendo. Me suena a propósito de vida para no vivir, que es todo lo contrario a lo que dicen: tenerlo para vivir con motivación.

Habrá a quien le sirva tenerlo y viva feliz con ello, ¡lo celebro! Pero vivir sin necesidad de atarse a un propósito que le dé significado a todo me parece liberador y placentero. Se trata de ser y sentir, no hay más misterio.

A. A.