Seguro que a vosotras también os ardió por dentro el caso de un abandono de bebé que conocimos estas Navidades. Para quien le pille de nuevas, es este: un bebé tirado a un contenedor de basura en un pueblo de Sevilla.

Los casos que involucran a niños suelen desatar reacciones que, por cantidad e intensidad, están por encima de la media. Este era tremendo: una pobre criatura recién nacida, tirada en la calle en los fríos de diciembre y a punto de [ni lo quiero pensar] por el camión de la basura, si no hubiera sido por la milagrosa intervención de otra persona. Se le revuelve a una todo, sí.

En casa de mis padres, cuando aparecía la noticia en televisión, las referencias a la madre biológica eran la norma:

¡Hija de la gran p***, qué tía más mala! ¿Cómo no la ha dejado en la puerta de una iglesia o de un hospital?

Y lindezas por el estilo. Lo mismo en mis grupos de WhatsApp.

Es normal que se despierten los instintos más primarios en un caso como este. Y no voy a censurar que cada uno se exprese en la intimidad de su hogar como quiera. Lo llamativo de las reacciones a este caso, para mí, fue la premura con la que ella, la madre biológica, se puso en el foco del odio público.

Será que yo me puse las gafas moradas hace tiempo, y creo que fue uno de los motivos de deconstrucción personal más brutales que he experimentado. Ahora lo veo todo con perspectiva de género. No pensé en una madre recién parida yendo a un contenedor, con nocturnidad y alevosía, a dejar a una bebé a la que aún le colgaba el cordón umbilical.

Pensé en una mujer explotada sexualmente en cualquier club de los muchísimos que hay en España, líder europeo en consumo de prostitución.

Pensé en una mujer maltratada.

Pensé en una familia desesperadamente pobre y en alguien que toma una mala decisión por detrás de la madre.

Pensé en una madre muerta.

Sin saber apenas nada del caso, solo el hallazgo y los hechos posteriores, había acuerdo generalizado en culparla a ella, a la mujer. Porque es inconcebible que una madre permita algo así. Una madre es protectora por encima de sí misma, hasta casi lo posesivo, generosa, indulgente y cariñosa. Si se sospecha que se ha salido mínimamente de ese rol, es porque es una irresponsable, una inmadura o algo peor, y merece estigma sin paliativos. De otros involucrados, incluyendo al padre de la criatura, pocos se acuerdan.

El machismo es inacabable

Las mujeres no somos seres de luz por definición ni el feminismo va sobre tapar y justificar todo lo malo que hagan unas y otras, eso se entiende. Perfectamente podrían haber tenido razón quienes la insultaban, y resultó que la madre fue detenida semanas después.

Pero su detención no invalida nada de lo que digo porque 1) seguimos sin saber nada del caso; 2) aunque lo supiéramos, no conoceríamos su situación en profundidad; y 3) mi queja era por echarle la culpa a ella de manera anticipada y sin saber. Lo que pasara después es otra cosa.

Del caso me llegó:

  • Lo expuestas que seguimos estando a los prejuicios.
  • Lo poco que cuesta vilipendiar a mujeres que se salen de su rol, sin saber nada más.
  • Lo poco que cuesta hablar sin saber.
  • La enésima demostración de que, hoy día, hablar sin saber ya no es cosa de la casa o la barra del bar. Lo que se te pasa por la cabeza ahora lo pones en redes sociales o en tu grupo de WhatsApp en caliente. Si algunas se adhieren a tus opiniones, podrías crear una corriente mayoritaria que otras no discutirán, para no sentirse en minoría. Aunque sea injusta.

Ni cuando somos presuntas culpables ni cuando somos víctimas. Del machismo no nos libramos.

Esse.