Llevábamos buscando piso un montón de tiempo, y nada nos terminaba de convencer, además de que los precios son astronómicos. También estábamos intentando vender nuestro piso (con un precio también astronómico, claro, y un bar al lado que mete el ruido de 70 bares normales) y no había manera. Cuando alguien nos decía que estaba interesado, por lo visto se informaba mejor sobre la zona, y siempre acababa saliendo a relucir el puto bar. El caso es que estábamos mi marido y yo ya agotados con el tema. 

Un buen día, vimos desde la calle un balcón con un cartel de SE VENDE, y cogimos el número. Era un ático y parecía duplex. No salía en idealista ni en ninguna de las otras inmobiliarias que solíamos mirar. Estaba en una zona que nos gusta mucho, así que fuimos a por él de una. Ramón, el dueño del piso, se mostró como un tío bastante extraño desde el principio.

Hablaba como enfadado todo el rato, tenía la voz rota, era cortante en todo lo que decía… Después de ir a verlo y comprobar que Ramón era el ser más desagradable del planeta, hicimos una oferta por lo que él pedía. No le regateamos ni un euro. Estamos hablando de casi casi 300.000 euros, vamos, que digo yo que tenía que ser una buena noticia para Ramón. Pues no lo parecía. Comunicarse con él empezaba a ser cada vez más difícil, pero por fin hicimos la reserva y pusimos 5.000 euros.

Una vez que está la reserva hecha, cualquiera de las partes de falte al contrato tiene que abonar a la otra esos 5.000 más otros 5.000 de penalización, así que bueno, ya lo teníamos bastante atado.

Pocos días después de la reserva nos dijo que los muebles empotrados del piso se los iba a llevar. Nosotros le dijimos que no, que en ese caso ya no estaríamos interesados, pero sería él quien estaría faltando a su parte del contrato, así que tendría que pagarnos 10.000 euros. Se enfadó mucho y al día siguiente, desde la calle, ya vimos que se había llevado un toldo. Bueno, como realmente queríamos el piso, pasamos aquello por alto.

Por fin llegó el día y la hora de la compra, y el tío, delante de la notaria, dijo que no nos iba a pasar los suministros, que los iba a dar de baja para que nosotros, al tener que darlos de alta, tuviéramos que pagar 300 euros aproximadamente. Esto lo hacía solo por joder y tampoco lo disimulaba.

Hasta la notaria le habló de la falta de decencia humana, para que os imaginéis. Pero bueno, firmamos las escrituras y por fin la casa fue nuestra. Lo primero que íbamos a hacer era cambiar la cerradura, por supuesto, así que llamamos al cerrajero y fuimos hacia allá, tan contentos.

Cuando abrimos la puerta, lo que nos encontramos no se puede expresar con palabras.

Había mierda por toda la casa (en las visitas que habíamos hecho estaba todo impecable), los muebles estaban dañados como si les hubiesen golpeado con un martillo, algún radiador estaba colgando de un lado, encima del sofá había lo que parecía el contenido del depósito de un aspirador, un sofá tenía una raja, le había quitado las patas a la cama de matrimonio y estaba el somier en el suelo, las cortinas tenían pintura… Y seguro que me dejo cosas. Un desastre.

No sabíamos que hacer y llamamos a la notaria de nuevo para que viniera a dar parte. Ella nos dijo que habíamos hecho bien, pero que el hecho de que ella no hubiera entrado de primeras con nosotros lo complicaba un poquillo porque no podía dar fe (aunque en el fondo lo sabía) de que no lo hubiéramos hecho nosotros y hubiera sido él. Así que nada, ahora mismo, meses después, todavía seguimos esperando a que tenga efecto la denuncia y haya un juicio, pero cada vez nos queda menos esperanza. Los destrozos hicieron una suma de casi 2.000 euros que ya damos por perdidos.