Nos intentó vender una aspiradora a las doce de la noche

Seguro que conoces a la típica persona que, si te la cruzas por la calle después de siglos sin veros, te pregunta qué tal estás, le contestas con un “Bien, ¿y tú?” y  tú no lo sabes, pero esa pregunta es la trampa que precede a una chapa monumental sobre su vida, obra y milagro. Pues algo así le pasó a mi madre, solo que fue todo mucho más rocambolesco y estábamos por medio una aspiradora, un melocotón y yo.

Mi madre recibió una llamada de una antigua compañera de la había tenido 0 unidades de noticias en años. Habían tenido buena relación, pero tampoco eran íntimas, por lo que no dejó de sorprenderle. Dada la insistencia de esta señora por quedar, mi madre le ofreció que fuera esa misma tarde a casa a tomar un café y así se ponían al día. En aquella época, yo andaba por casa de mis padres, así que cuando llegué, mi madre me contó un poco mosca que la amiga le había dado plantón con el café y nos pusimos a preparar la cena. 

En una noche de verano sureña como aquella no era nada raro empezar a cenar a las once de la noche. Estábamos a punto de hacerlo cuando llamaron a la puerta. Al momento, escucho a mi madre decir “No puede ser”. Abrió y efectivamente, allí estaba su amiga cargada con un bulto gigantesco del que tiraba con dificultad. El bulto venía precintado, pero cuando lo vi pensé que viniera de haber ganado un sorteo de esos rasca y gana de un súper o del IKEA o de una tómbola de feria. ¿Alguna vez toca el microondas con grill?

“Perdonad las horas, es que me he entretenido mucho con la última clienta, vengo directamente del trabajo.” Ni café ni leches, esta mujer venía a endosarnos el mamotreto aquel y nos la intentaba colar haciéndose la inocente de que se quería poner al día con mi madre, la cual estaba un poco en shock y, por no ser borde, le ofreció un refresco y le pidió algunas explicaciones. Aquí viene lo bueno:

“Yo me separé y dejé el trabajo y ahora estoy mejor que nunca vendiendo aspiradoras, me las quitan de las manos, son buenísimas, te la enseño en un momento de verdad que no tardo nada, ¿dónde hay un enchufe? Qué bien estoy soltera, me he cortado el pelo a lo garçon y voy a aqua gym martes y jueves, me ha cambiado la vida.” Fue algo así.

Quizá si esto en vez de hace diez años hubiera sido hoy, la buena señora nos querría vender una freidora de aire, pero en aquel momento tocó una aspiradora tocha de esas que trae más tonterías que un mueble-bar (por favor, qué vieja me siento diciendo eso). 

El tiempo pasaba y la mujer cada vez más emocionada enseñando boquillas y accesorios ¡hasta para la moqueta! Que nosotros nunca hemos tenido de eso porque de donde soy las casas no están preparadas para el invierno, es como vivir en Juego de Tronos; o sea, aquí se niega que va a hacer frío, aunque te lo anuncien en la tele, da igual, hasta que en diciembre se te hiela hasta las gomas de las bragas, porque, como digo, las casas no suelen estar preparadas.

Total, que la mujer se entusiasmó y yo me harté y me empecé a pelar un melocotón delante suya porque ya eran casi las doce y no me parecía normal que siguiera mostrándonos las ventajas del mango extensible multifunción. Quizá fue al verme que se dio cuenta de que sobraba y dijo: “Uy, qué mal estoy quedando. En otras casas la aspiradora funciona a la perfección, pero aquí está todo demasiado limpio y no luce.” 

Mi madre, que es demasiado prudente, se echó a reír, pero yo estoy hecha de una pasta más follonera y le dije algo así como: “Bueno, mi madre te esperaba con la cafetera llena, si llega a saber que vienes para esto te deja la casa comida de mierda.” Mi intención no era herir sus sentimientos y entiendo que esos trabajos puerta a puerta son difíciles de gestionar, pero me habría parecido más noble por su parte venir con la verdad por delante y acordar una cita con mi madre para la demostración del producto en lugar de venir por la noche, a traición, obviando el plantón de la por la tarde.

Aquella noche corroboramos que, si una persona muestra interés por ti después de mucho tiempo, muy seguramente haya intenciones ocultas: bien sea venderte una aspiradora o desahogarse sobre su vida. También corroboramos que la aspiradora funcionaba especialmente bien en textiles, porque me chorreó caldillo del melocotón en la funda del sofá y se quitó con uno de los accesorios. 

 

Ele Mandarina