Pueblo no hay más que uno. Eso es una verdad universal. Por eso, si como yo sois de las que habéis pasado días eternos de vacaciones en el pueblo de vuestros abuelos, estaréis más que familiarizadas con lo que implica pasar la Semana Santa en un pueblo. Y aunque actualmente pise el pueblo cada 2 o 3 años, hubo una época de mi vida en la que no dormía esperando que llegara el momento para poder volver. Por eso, estas fechas me ponen un poco nostálgica. Ya que en vez de estar encerrada en la oficina, yo lo que quiero es volver a vivir todas esas cosas que sólo los que hemos pasado la Semana Santa en un pueblo conocemos:

  1. El eterno viaje en coche. Yo no sé vosotras, pero el pueblo de mis abuelos estaba a 7 maravillosas horas de Barcelona. Por lo que ameno lo que se dice ameno, el viajecito no era. La ida se hacía eterna porque me moría de ganas por llegar. La vuelta me la pasaba casi toda durmiendo, ya que el 80% de la veces tenía una resaca del copón.
  2. El olor de casa de tu abuela. Especialmente en Semana Santa. Siempre olía a torrijas y dulces varios todos los días. Y cuando llegábamos de viaje, a tortilla de patatas. Porque en mi casa, de toda vida, la cena de bienvenida es una buena tortilla de patatas.
  3. Los nervios previos a salir a la calle. Tú ya estás ahí, que ya es mucho después del largo viaje. Pero ahora toca salir e ir a buscar a tus amigos. Que siempre estarán en el bar tomando cañas. Y aunque los conoces desde hace siglos, si sois tímidas como yo, siempre seréis un manojo de nervios en busca de ese encuentro tan esperado.
  4. El camino de los saludos. Y es que cuando sales por primera vez a las calles de tu pueblo, sabes de sobras que vas a tardar media hora en recorrer un camino en el que normalmente invertirías 5 minutos. Porque tendrás que pararte a saludar a TODAS las señoras del pueblo. SIEMPRE.
  5. Las procesiones. No es que yo sea muy devota, pero las procesiones de los pueblos tienen un encanto especial. Aunque te las saltaras a la mitad porque te encontrabas a alguien que te invitaba a una caña. Pero tú empeño le ponías.
  6. La presión de ir arreglada TODOS los días. Yo no sé qué pasa en los pueblos, pero en Semana Santa se arreglan todos los días festivos. Es decir, TODA la Semana Santa. Y tus amigas llevan un modelito de estreno para cada día. Y tú ahí, con tus tejanos y deportivas sin entender nada.
  7. Pasar más tiempo borracha que sobria. Porque claro, Semana Santa empalma un festivo tras otro. Y con lo baratos que son los pueblos, el tema se te va de las manos. En el mio pedíamos cajas de botellines de cerveza  directamente. No digo más. ¿Entendéis ahora lo de la resaca del viaje de vuelta verdad?
  8. No aparecer por casa. Semana Santa en el pueblo es lo que tiene. Empiezas con la primera procesión y empalmas con el aperitivo. De ahí con la comida. Porque total, te ponen una tapa con cada bebida que pides y a lo tonto, pues ya has comido. Luego la procesión de la tarde y las cervezas antes de la cena. Y sin darte cuenta te estás duchando medio borracha a las 8 de la tarde para volver a salir en una hora. Porque claro, hay que arreglarse, que es Semana Santa.
  9. Las comidas en la huerta. En todas las pandillas siempre hay alguien que por lo menos un día organiza una barbacoa en la huerta. Lo que se resume en comer y beber como cosacos.
  10. La presión por ir a misa. Mi abuela es muy religiosa, siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero en Semana Santa llega a su máximo nivel. Si no iba por lo menos un día a misa, me dejaba sin torrijas. Y por ahí yo no paso. Todo sea por las torrijas de mi abuela.
  11. La banda del pueblo. Yo no sé en el vuestro, pero en el mío hay una banda que acompaña a todas las procesiones. En la cual, además, están la mitad de mis amigos. Así que ir a verlos desfilar con sus trajes de soldadito, es un plan que nunca falla.
  12. La tranquilidad de ir por la calle a las tantas de las madrugada. Y es que en Semana Santa siempre hay gente por las calles. Pueden ser las horas que sean, pero yo nunca he ido tan tranquila por la calle a las 4 de la mañana como en mi pueblo. A parte, siempre tienes amigos que te acompañarán hasta la puerta sin pensárselo dos veces. Entre otras cosas porque tu casa está sólo a 5 minutos del bar.
  13. El toque a diana. En mi familia ya saben que si yo estoy por Semana Santa en el pueblo, les va a tocar despertarse a las 6 o 7 de la mañana. Porque en mi pueblo se estila el toque a diana. Que consiste simplemente en que la banda del pueblo recorre las calles de buena mañana en procesión. En mi caso, súmale que enfrente de mi casa hay un gran espacio donde la banda no se dedica sólo a pasar, sino que se recrean en hacer figuras mientras tocan. Especialmente si saben que yo estoy en el pueblo. Por petición especial de mis amigos. Cuántas mañana os he odiado por eso cabrones.
  14. La triste vuelta a casa. Siempre hay que volver a la ciudad. Y a pesar de que os acompaña una gran señora resaca y unos cuantos kilos de más, habéis pasado una de las mejores semanas de vuestras vidas.

¿Y vosotras? ¿Qué otros momentos habéis vivido en estas fechas en el pueblo?