¿Cuántas veces has visto a una madre regañar a su hijo por no querer darle un beso a alguien? ¿Cuántas veces de pequeños nos decían que teníamos que darle un beso a esa persona porque era familiar y/o amigo de nuestros padres?

Es muy frecuente que cuando nos encontramos con algún familiar o amigo, los adultos estamos acostumbrados a cierta “cordialidad” y aunque no tragues a esa persona, por educación la saludas sin ningún problema. Ya sea con un apretón de manos, un abrazo o dos besos.

Nosotros como personas adultas que somos, tenemos totalmente interiorizado este proceso. Ya que cuando éramos pequeños nos lo inculcaron casi a fuego y de mayores no nos hemos vuelto a replantear si realmente saludamos a la gente por compromiso, por quedar bien o porque realmente te apetece.

 

En el caso de los niños, el hecho de saludar, lo volvemos como una parte graciosa o simpática. Cuando en muchas ocasiones es gente que para ellos son completos desconocidos. Cuántas veces hemos oído decir eso de “Saluda a la tita cariño, enséñale como das besos” como si fuera una cualidad que nuestro hijo tiene.

El problema aparece cuando el niño se niega a hacer eso que le están pidiendo, porque probablemente no sabe quién es esa persona, no le apetece o le da vergüenza. Es aquí donde entramos en el proceso de insistencia y cuando no se da la situación terminamos regañando al niño.

Por lo que estamos enseñando a los niños que, si no tienen muestras de afecto cuando nosotros digamos, habrá consecuencias negativas para ellos, algo bastante peligroso.

Cuando le decimos a nuestros pequeños “dale un beso y un abrazo” le estás imponiendo sin darte cuenta un tipo de relación que puede que a tu hijo no le guste, y peor aún, le estás mostrando sin darte cuenta que, poco cuenta lo que él quiera, hay que mostrar afecto sí o sí.

Con esto no quiero decir que vayamos a criar a una nueva generación de mal educados, que se imponen a sus padres y siempre hacen lo que quieren, nada más lejos de eso. Está claro que hay que enseñar a nuestros hijos a relacionarse, pero nosotros como adultos tenemos que entender que ellos también tienen algo que decir.

Si un niño se siente obligado a mostrar afecto cuando él no quiere, le estamos mandando el mensaje de que realmente no tiene control sobre su cuerpo.

Esto a los sexólogos nos preocupa de sobremanera, ya que detrás de mucho abuso sexual infantil se esconde el hecho de que los niños interpretan que si un adulto les pide un contacto físico ellos lo tienen que dar, y que, como no tienen un control real sobre su cuerpo, los demás pueden hacer lo que quieran.

Con todo esto se vuelve mucho más difícil identificar situaciones de abuso, ya que el niño interpreta que está “obligado”  a tener un contacto con una persona adulta porque este manda por encima de él.

Tenemos también que aclarar que los niños no saben diferenciar un contacto físico “normal” de una agresión sexual, y no podemos perder para nada de vista esto. Es muy fácil pensar o decir que si a un niño le tocan zonas de su cuerpo más íntimas este interpretará directamente que algo va mal, porque no es en absoluto así.

 

Es importante enseñarles a nuestros hijos educación, y eso nadie lo va a discutir, pero nosotros como adultos no podemos perder de vista que nuestros hijos son seres independientes de nosotros, y que su cuerpo y ellos mismos no nos pertenecen.

Por lo tanto, si tu hijo es vergonzoso o le cuesta más relacionarse, analiza detenidamente por qué. Puede que solamente necesite conocer un poco más a esa persona y que esta le de la confianza suficiente para tener ese contacto físico. En este caso, está saliendo la intención del niño, no del adulto.

Los adultos tenemos mucho que cambiar en nuestra forma de relacionarnos con los más pequeños también, ya que sin darnos cuenta en ocasiones no respetamos del todo sus cuerpos, no en un sentido de abuso ni mucho menos, pero sí que damos cosas por hecho que no debería ser.

Por eso es importante mandarles a nuestros hijos mensajes positivos sobre su cuerpo. Que tienen derecho a elegir desde quien les hace cosquillas hasta quien les besa y les coge en brazos y de esta forma les estás enseñando a que pueden tomar decisiones en base a si se sienten cómodos o no.

 

 

No se trata de consentir al niño cada vez que tenga una pataleta o no quiera acercarse a nadie porque ahí sí que estaríamos consintiendo un comportamiento que no es aceptable. Y no saludaría a la gente solo porque él manda no porque no quiera realmente.

Y por supuesto, una base muy buena para la vida es la de la regla de que nadie tiene que tener contacto físico con nadie si no lo desea, sea quien sea la persona.

Por eso, la próxima vez que tu hijo tenga que darle un beso o un abrazo a alguien pregúntale qué es lo que quiere hacer.

En el caso de que no quiera no le regañes, y pregúntale después en privado sus razones, estarás dejándole claro que tiene opinión y que puede confiar en ti para expresarla.

Aida Vallés Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de Pareja

correo: [email protected]       instagram:  @aidavallesconsulta_