Siempre me ha dado mucha rabia esa gente que dice constantemente que la mayoría de la población quiere vivir de paguitas, que si pudiéramos nadie trabajaría, etc. Me parece un discurso que hace mucho daño y que fomenta el odio entre la ciudadanía y es algo que suele venir acompañado de un montón de bulos e inexactitudes que hacen que parezca que algunas situaciones son un chollo, cuando son en realidad una putada.
Esto es algo que conozco de primera mano pues, como os conté anteriormente, hay muchas personas que dan por hecho que yo, al tener tres hijos y los tres con una discapacidad, debo e vivir genial sin mover un dedo y que mi vida es super fácil. Cuando en realidad hago malabares para pagar sus terapias, que son en su totalidad privadas y tengo que pelear con uñas y dientes para que les vayan concediendo alguna beca, alguna ayude a salir adelante pues, por sus condiciones particulares y los horarios de trabajo de mi marido, me es imposible ahora mismo trabajar y, sin un segundo sueldo, es muy complicado sobrevivir hoy en día.
El caso es que vivo enterrada en papeles, solicitudes, fotocopias y agendas con fechas y solicitudes anotadas. Paso mi tiempo peleando con la burocracia para que les den a mis hijos lo que les corresponde, asumiendo que yo tengo derecho a muy poca cosa y nada es económico directamente enfocado a mí. Cotizo a media jornada y es todo lo que puedo sacar yo individualmente.
El caso es que, cansada de escuchar “Pero con lo que te darán a ti por los niños podrás vivir de lujo” y otras especulaciones alejadas de la realidad, me encuentro en una sala de espera con una mujer que conozco de vista y que siempre viene a contarme su vida.
Ella es madre soltera, tiene un niño con un trastorno neurológico, pero ella descarta cualquier diagnóstico que quieran asignarle, pues cuanto más raro parezca su caso y más vueltas deba dar protestando y peleando, más posibilidades hay que le den más ayudas.
Yo, inocente de mí y tonta, como siempre, le comenté que había empezado a cotizar por el cuidado de mis hijos dependientes. A lo que ella contestó “Pero ¿para qué voy a cotizar si nosotras nos vamos a quedar sin pensión? ¿no ves que si depende de los jóvenes de hoy en día nadie cobrará un duro?”
Yo, intentando no ponerme muy intensa, le dije que precisamente cotizando era como se mantenían las pensiones de hoy en día, incluidas las que nos podían dar quizá a alguna de nosotras por nuestros hijos. Le dije que quizá no tendríamos la pensión que merecíamos, pero al menos tendríamos derecho a ella, que era una cuestión de ampliar la mirada y no ver solo lo que nos afecta a nosotras, sino tener una visión más global. Sobre todo, ella y yo, que tanto nos quejamos de tener que llevar a los niños a un gabinete privado, jamás conseguiríamos algo público si no se recaudaba lo suficiente.
Entonces ella se bajó del todo la careta y me dijo: “Mira, Luna, yo soy madre soltera, mi hijo tiene una discapacidad y yo toda la pasta la tengo a nombre de mi padre. Vivo en la calle más cara de la ciudad, en un piso de mi madre. El ayuntamiento le paga el comedor y las extraescolares al niño y a mí el recibo del agua. Con el bono social, al ser vulnerable extrema, pago solo el 20% del gasto de luz, el gobierno autonómico me paga varios servicios de conciliación y el estado le da una beca al niño y a mí el mínimo vital que, al tener al niño, me da de sobra para vivir. ¿Tú crees que tengo el más mínimo interés por trabajar en algún momento o por cotizar lo más mínimo?”
Me costó bastante no decirle lo que opino. El niño está en no sé cuántos programas de conciliación para que ella busque empleo, cuando le han salido ofertas de teletrabajo con horario flexible y los ha rechazado porque en realidad está forrada y los gastos que le supone el niño ya se los está sufragando el estado. Y a mí, que me deniegan el mínimo vital porque la nómina de mi marido se pasa unos euros, que me han acusado de querer vivir de pagas cuando no nos dan una mierda a pesar de lo complejo de nuestra situación, me entraron unas ganas de montarle un pollo…
Pero no lo hice. Ella vivirá mejor que yo, pero yo soy mucho más educada. No negaré que cuando conté nuestra conversación en mi casa lo hice gritando de rabia, pues por gente como ella es que se dicen tantas tonterías, pero ahora me limito a evitarla cuando la veo y a cruzar los dedos porque la pillen con acceso a esa enorme cuenta bancaria y le hagan devolver euro a euro todo lo que lleva cobrado en ayudas que no le pertenecen.
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