NO VOY A ENSENAR A MIS HIJOS A COMPARTIR

“Sharing is Caring,

Sharing is Fun”.

Así dice una canción que escuchan mis enanos. Viene a decir, mas o menos, ¡qué bonito es compartir!

Yo digo Si, pero con matices. O no, directamente.

Nos empeñamos en enseñar a los enanos a compartir cosas materiales. A que si tienen un tren, un muñeco o incluso un simple palo y otro niño lo quiere, se lo tienen que dejar para que jueguen con él. Sin importar si el niño quiere o no. Hay que compartir porque sí.

Yo me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué se nos mete en la cabeza que para que crezcan como buenas personas es necesario que aprendan a compartir a cualquier precio? 

Imaginemos la siguiente situación: estáis en el parque, te pones a hablar con uno de los padres que están allí, y sin venir a cuento ni conocerle de nada te dice: “oye, ya que no lo estás usando, préstame tu coche para darme una vuelta, que hay que compartir”.  Sinceramente, ¿a cuántos de vosotros os parecería bien, y contestaríais por supuesto, aquí están las llaves? Me atrevo a decir que prácticamente nadie lo haría.

Entonces, ¿por qué es tan importante que los críos lo hagan?

Yo diría, si acaso, que compartir esta bien, con ciertos matices, o en determinadas circunstancias.

Si están jugando en la ludoteca o en cualquier otro lado con algo que no es suyo, enseñémosles a jugar por turnos. Tu juegas un rato, este otro niño juega otro rato.

O si están jugando en el parque subiéndose al tobogán o en los columpios, tienen que aprender a que puede haber otros niños jugando a la vez que ellos. Juntos, pero no revueltos.

Pero si cualquier niño tiene un juguete que es suyo, y no quiere dejárselo a nadie por si se rompe/se pierde/ o simplemente no quiere, está en su derecho. Para eso es suyo.

Más adelante, cuando entiendan mejor las cosas, pueden aprender a ser solidarios, a dejar un folio o un boli en el cole si a alguien se le ha perdido, o se ha quedado sin ellos. O pueden aprender a compartir su bocadillo con otros niños si ellos quieren. Creo que son cosas distintas.

Igual soy yo, que soy más simple que el mecanismo de un botijo, pero no logro entender por qué hemos normalizado tanto el que los niños compartan, cuando a los adultos, en la mayoría de las situaciones, ni nos lo pasamos por la cabeza. ¿Qué ganan los niños con ello? 

Igual es que de pequeña yo tenía amigos un poco bestias, pero todas las veces que he dejado alguna de mis cosas a algún otro niño en el parque, o no me lo han devuelto o me lo han devuelto roto. Con su correspondiente trauma por mi pobre Barbie, que volvió a mi con un corte de pelo nada favorecedor y con un solo brazo. Y a mi madre, además, le parecía normal, “las cosas se rompen o se pierden con el uso”, me decía. Coño, que la tengo yo aquí guardada como oro en paño, peinándola a diario para que no se enrede el pelo para esto. ¿Qué gané yo exactamente con esta experiencia de compartir? ¿En qué nos ayuda como personas? 

Por mi parte, no voy a obligar a ninguno de mis hijos a compartir sus cosas si no quieren.

Andrea.