Yo ya sé que esto es feo decirlo, pero el otro día estaba en pleno momento guarro con mi cari, pensando que le comería la boca toda la vida pero, claro, lo mismo el bebé se despierta en 10 minutos así que venga, menos morreo y al lío.

Y lo pensé. En ese preciso instante, lo pensé: ECHO DE MENOS LOS MORREOS.

¿Os acordáis de lo bonito que era? Ahí en tu plena adolescencia, especialmente cuando una aún era virgen. O cuando no lo eras pero no tenías sitio donde irte a jincar tranquilamente (a ver, morbosamente sí: un portal, un coche, el mirador del Tibidabo… pero tranquila, lo que se dice tranquilamente, pues no), y entonces el clímax era el morreo. EL MORREO.

¿Qué es ahora el morreo? ¿A qué ha quedado relegado? A ver, entendedme que no me quejo: bastante es que llegamos a las once y media de la noche con los niños durmiendo y los posos de energía suficientes como para darnos un ratete de amor, pero claro, el morreo pues es una cosa que se da -cuando se da- como parte de otra cosa. Se diluye el morreo en el polvo. Lo mismo te da que te coman la boca que te rasquen la espalda.

Antes no. Tú antes en el morreo lo ponías todo, y te fijabas bien bien bien en cómo lo hacía la otra parte, y luego se lo contabas a tus amiguis, y les ponías nota. Bueno, a lo mejor esto solo lo hacíamos las malas personas, pero me gusta pensar que lo hacíamos todas. Y si la persona en cuestión “era buena besando” entonces una de tus amigas (vírgenes todas como tú) se exaltaba y con su mejor tono de pornstar te soltaba eso de 

¡PUES SI BESA BIEN YA SABES, A LO MEJOR SE LE DA TODO IGUAL DE BIEN!

Y todas soltabais una risilla floja como si fuerais un grupete de femmes fatales en plan Sexo en Nueva York cuando cronológicamente estabais más cerca de Dora la exploradora. Pero daba igual todo. Porque tú habías morreado, mucho y bien, y eso era lo más.

Bueno, a veces morreabas poco y mal, que de todo se aprende, tampoco va a ser todo jijí jajá. O, lo que es peor, a veces tenías que morrear mal y mucho. Yo estuve con un chico que yo no sé cuántas glándulas salivares ha de tener un cuerpo humano estándar pero aquel chico seguro que tenía el doble, y activas 24/7. Era babaeficiente. Si es verdad que la saliva contiene bacterias sanas, aquel chaval no habrá tenido un dolor de muelas en su vida. Madre mía. Llamadme pérfida, pero lo dejé por eso. Jamás de los jamases yo he salido con un chico que no me comiese bien la boca. Ya está. Ya lo he dicho. Así de importante era el morreo.

Y ahora, ¿qué? ¿Qué ha pasado con esos gloriosos momentos de concentrar toda tu atención en lo que estás haciendo con la lengua y gozar de ser bien besada en respuesta? Eso se pierde en el momento, yo creo, en que empezamos a incorporar magreo al asunto. Porque claro, estás pendiente de dónde metes la mano, y qué tocas, y cómo tocas, y ¡AY, DIOS, ¿QUÉ ES ESTO TAN DURO?! ¿Será su pene? ¿Esto es grande o es pequeño? Ay, madre, ¡Montse va a flipar cuando se lo cuente! Y claro, así no se puede estar a lo que se está, y a la mierda el morreo. A la mierda todo.

Yo no me acuerdo de cuándo fue la última vez que mi cari y yo no nos dimos un morreo solo por el placer de compartir boca. Que es que es inevitable. Aunque quieras solo darte un besín más o menos guarrete, empiezas por ahí, te vas calentando y cuando te quieres dar cuenta, ¡hala!, estás dándolo todo en el suelo. Que a ver, ni tan mal, pero se jodió el momento morreo. Y las rodillas de alguien probablemente también, porque ya vamos teniendo una edad.

Un día de estos, en un -perfectamente premeditado- arrebato de pasión, lo voy a empotrar contra una pared por la calle y lo voy a morrear como si fuera el fin del mundo. Palabrita de pornstar virgen, Y luego voy a llamar a mis amigas para contarles qué tal besa, que al final con la tontería ya no me acuerdo ni de qué nota le había puesto la última vez.

Mis dieses

 

 

Cuento más miserias de mi vida (y de la tuya) en mi libro: ‘Come chocolate y no discutas con idiotas’. Puedes conseguirlo aquí