¿Qué tiene que ver la cosecha de batatas en Perú con el ciclo reproductivo de los osos panda en China? Pues lo mismo que querer un bodorrio al más puro estilo de una comedia romántica con más romanticismo que comedia y considerarme feminista hasta la médula. Para mí son dos cosas completamente diferentes, pero algunas personas cortocircuitan cuando hablo de feminismo y bodas.

Resulta que me caso, amigas. Lo suyo sería decir “tía, enhorabuena”, sobre todo cuando te invitan al evento. Pues eso no pasó en mi grupo de amigas del instituto. Aunque nos vemos cada mil años, todavía nos tenemos mucho cariño, así que tenía claro clarinete que ese día iban a estar allí.

Abro el grupo de WhatsApp y pongo el siguiente mensaje:

“Chicas, aunque os mandaré una invitación de verdad y no esta cutrada de mensaje, quería contaros que me caso y que me haría mucha ilusión que estéis ese día. Entiendo que os puede resultar difícil a algunas por el tema del billete de avión y cuadrarlo con trabajo, así que si necesitáis cualquier ayuda me decís. También deciros que no es una boda para recaudar pasta jajaja. Si alguna está mal de pelas que no me regale nada por fa, con que vengáis yo soy feliz. En resumen, HABEMUS BODORRIO.”

Aunque la inmensa mayoría de mis maravillosas amigas se alegraron por mí infinitamente, salió una nota discordante:

“¿Por qué te casas?”

Muchas cosas se me pasaron por mi mente:

Para matar a mi futuro marido mientras duerme y quedarme con su fortuna.

– Para pegar a la gente con mi anillo de compromiso.

Para poder decir “un anillo para gobernarlos a todos” mientras pongo carita de Gollum.

– Para bailar Paquito El Chocolatero en otro evento que no sean las fiestas del pueblo.

– Para probar tartas.

– Para que me desvirguen en la noche de bodas (jajaja, esta no se la cree nadie).

PORQUE ME SALE DEL COÑO.

Opté por esta última, pero disfrazándola con un poquito de educación:

“Pues porque me hace mucha ilusión reunir a toda la gente a la que quiero un mismo día, y qué mejor motivo que el amor.”

A lo que me contestó:

“Pues hija, da una fiesta sin más…”

YO NO QUIERO UNA FIESTA, TÍA. YO QUIERO MI PUTO BODORRIO DE DISNEY. Pero como soy una mujer calmada y zen, le contesté esto:

“Bueno, a mí me hace ilusión casarme. Las bodas siempre me han parecido preciosas y me hace muy feliz poder celebrar la mía.”

Y llegó el clímax:

“Vale, vale. Me ha sorprendido, nada más. Como dices que eres feminista…”

¿QUÉ TENDRÁ QUE VEEEER? Os juro que las neuronas que me quedaban después del polvo post-pedida-de-mano colapsaron. No entendían la asociación.

Sí, soy consciente de que tradicionalmente las bodas han tenido tintes machistas y la mujer ejercía un papel subordinado al hombre. Por suerte la vida avanza y ni siquiera me voy a casar por la Iglesia (que si así fuera tampoco tendría nada de malo, pero ok). Antaño las condiciones laborales rozaban la explotación y no por ello me quedo en casa tocándome el papo mientras digo “eh, jefe, que paso de ir a trabajar porque es un símbolo de opresión contra la lucha obrera”. ¿Encontráis la lógica? Ninguna.

Mi boda va a ser como yo, como mi pareja y como nuestra relación. Divertida, imperfecta, pastelosa y feminista. No voy a dar puros a los tíos y abanicos a las tías ni me voy a ir de despedida de soltera a un spa mientras mi novio se va de strippers. Ni me van a cortar el liguero ni a mi novio los calzoncillos. De verdad, keep calm.

Total, que aquí me veo dando explicaciones de algo tan obvio cuando debería estar gritando a los cuatro vientos que estoy prometida como Mónica en Friends. Amigas mías, si no sabéis disfrutar de la felicidad ajena, mejor callar que cagarla al hablar. Y sobre todo os pido que no uséis el feminismo para librar vuestras batallas porque mancháis el nombre de un movimiento precioso y necesario a más no poder.

 

Redacción WLS