Los días de verano suelo dedicar parte de mis horas a ver películas y esta semana descubrí esta joya para ver en familia. Es divertida, es rápida y tiene moraleja. El título en español es Pequeña Miss Sunshine y la protagonista es Olive Hoover, una niña de siete años divertida, graciosa y entusiasta que me ha robado el corazón. Vive en Albuquerque con sus padres y su hermano adolescente Dwayne. Además, conviven con la familia el hermano de la madre y al abuelo paterno.

 

Pequeña Miss Sunshine

Olive es seleccionada para participar en un concurso de belleza infantil en California. La película, una road movie al uso, recoge el viaje entre Nuevo México y el lugar del certamen. Todo el largometraje gira en torno al éxito y al fracaso. «Abuelo, no quiero ser una fracasada», dice Olive. Ni siquiera sabe lo que significa pero, a fuerza de oír a su padre hablar del tema, lo interioriza y sufre por ello.

¿Quién dice qué es el éxito y qué el fracaso? Cada cual debe buscar su propia definición: «Un fracasado es aquel que tiene tanto miedo de fracasar que ni siquiera lo intenta» es la del abuelo Hoover.

Pequeña Miss Sunshine perdedor

Los personajes cambian en ese viaje, se transforman. El objetivo final, sin embargo, no cambia en ningún momento: que Olive participe en el concurso de belleza infantil. Ha preparado un baile con su abuelo que la anima en todo momento, se ha esforzado y ensayado un montón de veces: lo intenta.

Olive duda a veces pero la confianza de su familia y su apoyo incondicional la llevan hasta la meta. La película nos muestra una familia de fracasados –o no– en plena crisis. Son creíbles, reales y muy humanos. Y como a Amélie, a Olive o la odias o la amas: no hay término medio.

Pequeña Miss Sunshine