Pues yo me pondría a fregar con bien de lejía justo en ese momento y tropezaría con el caldero justo en la puerta. Todos los días hasta que decida que le salen más caros los uniformes nuevos que los cigarrillos. Y que llame a la policía si quiere explicar por qué está en tu puerta todos los días. Al fin y al cabo, tú no tienes la culpa de ser torpe y tropezarte dentro de tu propio negocio…