A mí me parecía un mito. La gente que se sacaba el carné de conducir después de los 30 me sonaba a ciencia-ficción, y aún así, sabiendo que existía esa gente, yo vi los años pasar, pensando que no me convertiría en uno de ellos. Usaba excusas, cómo no… “¿Para qué quiero coche si tengo el metro en el portal de casa?” o “Mi tía se lo sacó a los 55 así que aún tengo tiempo…”. Hasta que llegó el día,  tras enfrentarme a cientos de sueños en los que me entraba en pánico porque por X urgencia tenía que coger un coche y siempre acababa creando el caos en la ciudad nivel Vengadores, decidí apuntarme. Esto está chupao, lo hace todo el mundo, ¿no?

Lo primero que deberían decirte cuando te vas a apuntar a una autoescuela y superas los 30 es que la media de edad de la gente que te va a rodear en clase está en 19 años. Consecuentemente, tú, que eres joven y moderna, oyes hablar de la señora de la penúltima fila… sin darte cuenta de que la señora eres tú. Esto se traduce en que vas a prestar más atención a agradecer haberte deshecho de ese acné horroroso que a todos los estupefacientes que no debes tomar o a los tipos de vehículos que existen en el mundo (cosas que, más adelante averiguarás, no te sirven de nada).

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Luego, después de mucho tostón y mucho sufrir por memorizar cosas como si se te fuera la vida en ello pero, SOBRE TODO, después de hipotecar tardes enteras en hacer test online que te entrenan como un borrego, te sacas la teórica y llega el momento de la verdad. Pero no para ti, que estás con ganas de ponerte al volante, escoger tus cd’s de coche básicos e imprescindibles y coger malos hábitos como el resto de los mortales. No, no, llega el momento de romperte la cartera en las prácticas.

Gente que se ha sacado el carnet más allá de los 30, como yo, ¿sabéis eso que estamos hartos de oír de “lo mejor es sacárselo ya con 18, lo antes posible”? Ahá, lo dicen porque así te lo pagan tus padres. Eso jamás lo pensé. Tonta yo, no se me ocurrió, yo estaba ahogada en la pereza, no tuve visión de futuro empresarial ni visualicé a mi yo con 30 –que obviamente no iba a ir a junto de papá y mamá a pedirles que desembolsaran entre 1200 y 1500€ como mínimo- teniendo que apoquinar todo el dinero de ahorros y demás billetes de 20€ sueltos en prácticas.

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Pero una vez llegas a las prácticas tu veteranía es grado. ¿Por qué? Porque de nuevo, tienes la edad de los profesores, y eso implica que no te ven como el joven con acné que tiene cara de ser el mayor peligro público al volante. Probablemente, tú también lo seas. Pero ellos no lo saben, ven a alguien maduro, y como tal, se te permite ser la ‘fiti’ de la carretera por el simple de hecho de los galones que conlleva haber nacido en un buen año y saber quién es la Bruja Avería. Ese hecho te acompaña también en el día del examen (la edad, no La bola de cristal): ¿a quién va a suspender el «amable» (Emmm… no) funcionario de tráfico? ¿Al fiti con acné o a una mujer centrada como tú?

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Y allá que pasado el portal de los 30 tienes carné. ¡Por fin! Probablemente has perdido más que dinero y horas en ello, pero ya está. ¡Te dejan conducir un coche! Un momento… te dejan conducir un coche. ¿Estamos seguros de ello? Y en ese instante te entra el acojone. Lo tienes delante y piensas “Bueno, pero ahora… la pasta para la gasolina, un parking, voy a acabar usando igual el metro si me quiero tomar esas cañas los jueves en La Sureña con las chichis weloversizers…” y tu mayor logro de la edad adulta pasará a ser una tarjeta más junto a esas que no usas nunca, como la del Club Woman Secret, la tarjeta de descuento Día -tú compras en Mercadona- y el calendario de 2008 que te dio tu abuela y que aún guardas en la cartera.

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