Siempre he sido una gran fan del mundo Harry Potter. Crecí leyendo los libros según salían, me identificaba con la edad de sus protagonistas, empecé a amar la lectura gracias a la saga. Después, ya mayor y como tradición anual, volví a releer los libros, descubriendo así nuevas perspectivas, descubriendo entre frases otros significados de los que antes, como niña, no me percaté. Y así es como verdaderamente valoré al personaje del profesor Snape.

Al fin y al cabo, él era un blanco fácil para odiar, ¿no? Sí, si nos quedamos en la superficialidad y la plana dualidad de «buenos contra malos», pero J.K. Rowling llevó la creación y la evolución de sus personajes mucho más allá. Y en especial la de Severus Snape, el profesor de pociones. Nos hizo creer que era un auténtico villano, alguien que anhelaba el sufrimiento del protagonista buscando de cierta manera, algún tipo de venganza, pagando sus frustraciones pasadas con Harry. Recordemos que el «buen» James Potter, padre de Harry, le hizo la vida imposible en sus años de estudiante en H8gwarts. (Ahí podemos empezar a intuir que ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos). Sin embargo, nos había preparado un enorme secreto que le daría la vuelta completa a nuestras ideas preconcebidas.

En principio se nos presenta como un personaje oscuro, frustrado, vengativo y a veces, cruel.  A través de los libros y llegados hasta casi al final de la historia, pensamos con certeza que Severus Snape se encuentra del lado oscuro. Pero ¿qué hay detrás de toda esa arrogancia y frialdad?  La respuesta es que nos encontramos ante un hombre que es víctima de las erróneas decisiones de su pasado.

Nos pasamos años cuestionando de dónde viene ese odio tan irracional. La autora juega muy inteligentemente con la duda, el despiste y los prejuicios durante toda la saga «¿De qué lado estás Severus?» me preguntaba yo, una y otra vez. Y es que a veces, como en la vida real, las apariencias engañan. Severus Snape proyecta una imagen totalmente alejada de lo que terminó desvelándonos cuando al fin conocemos su verdad.

Pienso que Severus Snape, el profesor de pociones, es el personaje más complejo de toda la saga por ser ese ser de apariencia sombría pero que esconde un corazón roto. Un hombre que ha sufrido, pero que sigue amando.

La revelación final nos descubre a un hombre devastado que va a cumplir su misión en la vida, aunque esto le cueste la suya propia. Proteger al hijo de la que fue el amor de su vida cueste lo que cueste, incluso si ese niño es hijo de un rival, por lo que a fin de cuentas se desvela como un acto de valentía y amor desinteresado.

Me hace ver que está tan bien construido y tiene tantos matices que traspasa la barrera creativa que supone para cualquier escritor darle vida a cualquier personaje.

Y en conclusión, tiene un final perfecto en mi opinión. Se redime así, protegiendo y salvando al protagonista. Pone su reputación en bandeja de plata, y su vida en peligro concluyendo así su arco evolutivo dentro de la saga.

Esto me da que pensar aún hoy en día, cuando hace años y años que terminé de leer todos los libros, y es que bueno, las historias en papel siempre traen consigo esa magia, la de hacernos aprender lecciones verdaderamente positivas, que se quedan con nosotros toda la vida. Yo, con Snape aprendí a reconocer la valentía incluso si te costaba una reputación y media, y también lo más importante, no dejar nunca que las ideas preconcebidas o la imagen que tengas de algo o de alguien te hagan perder de vista otros detalles más valiosos, como por ejemplo reconocer a alguien auténtico.

 

“-After all this time?

-Always”.