Taburetes fisiológicos: nunca harás caca de la misma manera

 

¿Sabéis por qué los árabes suelen hacer de vientre mejor que los occidentales?

Muchos dirán que tiene que ver con la dieta, y yo no soy nadie para decir lo contrario, porque puede ser que tengan razón, pero hay un motivo mucho más simple y lógico: su forma de cagar.

A ver, que todos lo hacemos por el ano, eso es evidente, no estoy diciendo que ellos pertenezcan a una especie diferente en la que las heces se expulsan por un orificio diferente al de los occidentales. Simplemente me refiero a que ellos no disponen, como nosotros, de un «trono» donde descansar sus posaderas (vamos, de un váter) o, por lo menos, no es lo más habitual. En su lugar, el retrete que ellos emplean está a nivel del suelo y tienen que agacharse para hacer de vientre.

Aunque a priori esto nos pueda resultar incómodo, he de decir que nuestra fisionomía está diseñada para cagar en esa postura (al igual que la de la mayoría de los mamíferos) y que, por este motivo, al ponernos en cuclillas hacemos caca con mucha más facilidad que en una postura sentada de forma recta.

Pues bien, yo de esto me enteré gracias a los vastos conocimientos de mi novio, que es una enciclopedia de datos curiosos o, como él los llama, absurdos y carentes de aplicación (aunque yo no estoy de acuerdo en esto último, véase el caso).

Así que ahí estaba yo, que me había pasado toda la vida prefiriendo hacer de vientre en el váter de la planta de arriba por un único y simple motivo: el bidet.

A pesar de que el bidet tenga para mí poco uso práctico (dado que yo prefiero meterme en la ducha a darme un enjuague en las partes pudientes), su colocación en mi cuarto de baño es justo enfrente del retrete, por lo que yo había cogido la costumbre o manía de subir los pies a éste y hacer caca en «postura fetal» (así para entendernos).

Llevaba casi treinta años de mi vida haciéndolo así en la intimidad de mis deposiciones (como suele ser habitual) y, no sé muy bien cómo, un día surgió la conversación con mi chico.

Él alegaba no hacer caca tan cómodo como lo hacía en casa de sus padres y yo lo achacaba a que uno nunca caga igual de cómodo en ningún lado como en su propia casa, pero un día llegó a la conclusión de que los WC de nuestra casa eran más altos que los de sus padres.

A pesar de que yo nunca he tenido problemas para hacer caca, él sí. Es una persona muy estreñida y si a eso le sumamos la incomodidad por la supuesta mayor altura de nuestros retretes… El pobre mío no se hallaba.

La idea se quedó dando vueltas en mi cabeza y a mí me gusta buscar la forma de darle solución a cualquier problema. Así que un día, mientras estaba en el trabajo y veía cómo los peques se subían al escaloncito del Ikea para lavarse las manos (soy educadora en una escuela infantil), se me encendió la bombilla.

Rauda y veloz me fui a Amazon y di con lo que se convirtió en la solución a nuestro problema: los taburetes fisiológicos.

 

La verdad es que yo no sabía de su existencia, pero debe ser un artículo más popular de lo que me habría imaginado, ya que existen varios modelos en el mercado y cuentan con numerosas ventas.

Ahora disponemos de dos: uno en el servicio de la planta de arriba y otro en la de abajo. Y cada vez que necesito hacer de vientre, lo saco de su posición (porque está diseñado para acomodarse debajo del váter y molestar lo menos posible), subo los pies y hago caca más cómoda de lo que jamás lo había hecho.

¿El único inconveniente? Que para mi chico tampoco llega a ser lo suficientemente cómodo porque es bastante alto (1,86 m) y, cuando sube los pies al taburete, las rodillas le quedan a la altura del pecho.

Pero para mí ha supuesto la diferencia de no tener que subir las escaleras cuando me da un apretón para aliviarme todo lo cómoda que me gustaría.

Así que, sí, puedo afirmar y afirmo que, para mí, han sido todo un descubrimiento.

 

Si, como yo, quieres hacer caca de una forma diferente y más cómoda, te dejo el link para que puedas comprarlo aquí.

 

@caoticapaula