Últimamente he descubierto en redes un nuevo término que hasta ahora desconocía: #smqsy.

Después de aparecer en mi pantalla, día tras día, una y otra publicación mencionando ese hashtag, al final (curiosa que soy y un poco perdida también con tanto acrónimo, no lo vamos a negar) no tuve más remedio que buscarlo expresamente para entender a qué hacía referencia exactamente, aunque por el contexto del contenido y de los comentarios ya podía hacerme una idea…

Y conseguí resolver mi duda: “smqsy”, para las que sois tan lentas en estos temas como yo, son las siglas de «su madre que soy yo» en referencia a determinadas madres de los hijos de la pareja actual (os intento resolver el trabalenguas: son ex malignas que tienen críos en común con un hombre, vaya).

 

 

Entiendo que algunas historias son de traca y necesitan ser compartidas en esos espacios de expresión que nos dan las redes, básicamente como desahogo y búsqueda de apoyo (tal y como hacemos también aquí, en el foro de Weloversize) pero lo cierto es que no dejo de fliparlo con las guerras entre mujeres que a veces nos montamos nosotras solitas.

 

En este caso: Madres VS madrastras/Parejas VS ex parejas. (Y viceversa).

 

Se trata de un tema peliagudo, pero tanto si se es la nueva pareja como la anterior, y en este caso tanto si se es la que ha dejado la relación como la «abandonada», las nuevas o anteriores parejas de nuestros ex a veces se convierten en un foco de inseguridades y pueden despertar lo más tóxico que llevamos dentro de cada una de nosotras.

En el caso de que la relación pasada acabara de forma sana y hubiera pasado tanto tiempo como para superarla, si somos buena gente y algún día quisimos de verdad a la persona que un día elegimos como compañero en nuestro camino, siempre le desearemos lo mejor y nos alegraremos de verle feliz como lo hacemos con cualquier familiar o amigo que apreciemos.

Pero ay, amigas, si la situación es más reciente, si se acabó la historia en malos términos y sobre todo, si hay cuernillos o hijos de por medio, el asunto se complica aún más.

 

 

Os diré que lo que más me ha entristecido de algunas de estas publicaciones es la ausencia de respeto y empatía hacia la otra parte.

 

Y entiendo que en ocasiones los hechos que se cuentan son objetivos y realmente reprochables, pero he llegado a leer críticas llenas de bilis por asuntos básicamente humanos e insignificantes: madrastras que públicamente afirman que en la otra casa no se les cuida por recibirlos con una mancha en la ropa, o con las uñas sin cortar, o despeinados, y bautizando por ello de mala madre a la progenitora real (como si al hacerlo, ellas se convirtieran en «las buenas» y adjudicándose de esta manera un título que además no les corresponde).

 

Soy la mejor

 

Virgen santísima, si todas esas soberanas tonterías del día a día realmente nos convirtiesen en madres nefastas, ya os digo yo que a mí tendrían que quitarme directamente la custodia de los míos.

 

O, en el otro lado, críticas de mamás a las que directamente les enajena que las madrastras formen un vínculo estrecho con sus hijos, como si estos la estuviesen traicionando por esto…

Que lees la publicación, la relees y dices: ¿nos estamos volviendo locos o qué?

 

 

Independientemente de que también existan casos de personas que hacen la vida imposible a otras, ya os digo que estas pequeñeces que he estado viendo son las que me dejan loca y, además, me apenan muchísimo.

Al mismo tiempo, me generan inseguridad porque… ¿hablará también así de mi, sin yo saberlo, la pareja de mi ex? Que puede opinar lo que quiera, oye, pero… ¿me juzgará de la misma manera como madre por todas las veces que mis hijos hayan aparecido con las uñas largas? (que ya os adelanto que no habrán sido pocas).

 

Esther Aranda OT
Amiga, creo que nos van a poner finas…

 

Sería un gran chasco para mí que también fuera así en mi caso.  Y no digo que no haya tenido suerte: en principio solo puedo hablar bien de la nueva pareja del padre de mis hijos.

Y es verdad que podría no comulgar en todo con ella (como con cualquier miembro de nuestras familias) pero a mí me hace feliz saber de su existencia, conocer que los niños la quieren y que tienen otra persona más que les cuida y se preocupa por ellos.

Os puedo decir más: sencillamente la chavala incluso me cae mejor que mi propio ex, que es con el que he tenido las diferencias que nos llevaron a dejar de ser pareja.

Ya lo sé (de ahí que haya mencionado también el factor suerte): no todos los casos son tan sencillos,  y si te toca la quiniela completa y una persona con mala uva, todo esto que estoy diciendo no es posible.

La pareja de mi ex, es cierto, me lo pone muy fácil: cuida y trata bien a mis hijos, pero nunca me ha parecido que se extralimitara en sus funciones, que se metiera donde no la llaman.  Siento que está donde debe y que respeta mi lugar.

Y así actúo yo también hacia ella: reconociendo ese lugar que le corresponde, importantísimo, sin empequeñecerlo además.

Por eso, y habiendo visto todas esas publicaciones que os comentaba al inicio, pienso que cuando hay sentimientos de por medio nos cegamos y no vemos a esas otras mujeres como lo que son: mujeres como nosotras, como las que fuimos cuando nos enamoramos del que hoy es su marido y un día fue el nuestro. Como las que podríamos ser si, siendo las parejas actuales, algún día acabara nuestra relación (y quizás entonces acabaríamos comprendiéndolas mejor).  

 

 

Y que deberíamos tratar de darnos unas a otras ese lugar que nos corresponde, el lugar del pasado o del presente con el mismo respeto por las dos partes, con la misma empatía e incluso el apoyo que pedimos para nosotras mismas y que tanta falta nos hace a todas.  Aunque solo sea, si hay niños de por medio, para que ellos se puedan permitir amar y vivir sus vidas en paz y sin sentir remordimientos.

Seguro que nosotras, de rebote, nos lo acabaremos permitiendo un poco más también.