Llega el otoño y nosotras nos vemos guardando los vestidos fresquitos en el armario junto esas sandalias que nos hicieron sudar sangre (literalmente) y comenzamos la operación “ropa de otoño espero que no me aprietes mucho el coño asunto”

Bueno en principio tampoco es tan grave, nueva temporada, nuevos trapitos ¿no?, pues no, eso podréis hacerlo vosotras, curvies guapetonas y reinas de la noche que entráis en los pantalones de  (insertar nombre de la tienda online o física que más os mole)  porque lo que es servidora no encuentra talla.

¿Exagerada? Uso una 58-60 de arriba (Kiabi) y de abajo ni idea directamente. Donde vaya la talla más grande, enorme, gigante, o cómo queráis llamarla NO ME PASA DE MEDIO MUSLO y con suerte sube entre crujidos varios, pero los bordes de la cremallera quedan cual orilla de río desbordado por mi querido triponcio. Por suerte tengo a madre que cose como nadie y por desgracia tengo entre los muslos un molinillo que no deja tela viva.

¿A qué llamamos tallas grandes? Es el dilema de siempre, yo veo una 60 de pantalón y lloro, y no de emoción, lloro porque sé que mis muslos ahí no caben, y  aunque gorda una tiene forma (de botijo tal vez, pero forma) y una prenda de talla grande no es poner cuatro o cinco palmos más de tela alrededor de una 42. Una prenda de talla grande ha de ser cómoda, bonita y  sexy para quien la quiera , algo que te lo pongas y digas ‘jodeeeerrr pero qué bien me queda’, no un sufrimiento porque  es enorme de la zona tetil, o estrecha, o  se sube al andar o  se baja. Os imagino sonriendo porque todas tenemos algo así en el fondo del armario que compramos  y nunca más se supo.

Un besi de una megagordibuena, se os quiere.

Barbara Petrioli Gavilán

En las fotos: Tess Holliday