Reconozco que soy un poco loca del maquillaje, pero lejos de lo que pueda pensar mucha gente, lo hago por y para mí. Me parece un arte y disfruto muchísimo dándole a la brocha, creando ahumados imposibles y poniendome labiales de todos los colores habidos y por haber. Digo esto porque fue mi amor por el maquillaje lo que estropeó mi última cita.

Conocí a Miguel por Tinder. Tenía el dedo ya cansado de deslizarlo por la pantalla y de repente apareció él: un chico gordibueno de metro noventa con barba y sonrisa de anuncio. Me gustó muchísimo, para qué nos vamos a engañar. Le di like y me lo devolvió.

Empezamos a hablar y nos gustamos muchísimo, además da la casualidad de que nuestros abuelos eran del mismo pueblo. Flipamos bastante, porque yo me crie en Barcelona y el en Valencia. Total, que entre WhatsApps y WhatsApps acabamos hasta las 3 de la mañana sin parar de escribirnos.

Pasaron las semanas y seguíamos tan cómodos como al principio, así que decidimos dar el salto a la vida real. Quedamos para ir al cine. Durante la película pasó lo que era inevitable, nos dimos el lote. ¿Os acordáis cuando de peques os pasabais horas en la bañera y se os arrugaban los dedos? Pues así teníamos nosotros los labios de tanto beso.

Acabo la peli y fuimos a tomar algo, y en ese momento pasó el desastre. Yo noté que estaba raro, como incómodo, pero no se lo tuve en cuenta porque podía ser por mil cosas. La cuestión es que de notarle tan raro, yo me empecé a sentir tensa. Me miraba mucho la cara, pero no como cuando miras a alguien porque te mola, sino escudriñando cada detalle. Me sentía como en un interrogatorio.

La situación era tan surrealista que le pregunté: ¿Te pasa algo? Y lo que me contestó me dejó muerta.

“Verás, no te molestes pero… Es que te maquillas demasiado. Llevas una cantidad de chapa y pintura que pareces una pared. Mira…”

Y cogió el dedazo y lo pasó por mi cara. Llegados a este punto yo no sabía si echarme a llorar o darme a la bebida. El comentario del maquillaje me pareció una falta de respeto por si solo, pero tocarme la cara con ese desprecio para comprobar la cantidad de maquillaje que llevaba fue el acabose. Le dije de todo menos bonito y me fui de allí.

Durante toda mi vida más de un chico me ha hecho sentir mal por la cantidad de maquillaje que llevaba, diciéndome que eso no quedaba bonito o natural. Yo entiendo que esto depende de los gustos, pero hay que tener un poquito de respeto y empatía en la vida. Si lo que vas a decir al corazón trastoca, mejor cierras tu puta boca.

 

Anónimo

 

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