A ti que un día decidiste elegir otro camino distinto, cómo sueles decir para explicar qué pasó.
A ti, al que un día me hizo salir de madrugada de casa para dormir en una tienda de campaña solo porque sabía que merecería la pena empezar algo bonito contigo.
A ti, que te has convertido en el amor de mi vida, sin quererlo, sin quererme, sin ser mío tantas veces…
A ti que vuelves a mis recuerdos una y otra vez, que no te vas, que sigues en cada poro de mi piel, en cada recoveco de mi mente, en cada vena de mi cuerpo.
A ti vengo a escribirte que no puedo olvidarte, que estos tres años sin ti han sido mi falta de vida. Pensaba, muchas veces que me la estabas robando con tu indiferencia, con tu forma de ser, con tu arrogancia y con tu forma de ¿amarme?, pero no… Me la robas ahora, cuando no puedo avanzar, cuando nuestro único punto de unión que queda, me mira con sus ojitos y me suelta así de pronto «papá». Me la robas cuando sueño en mi cabeza cómo sería la vida contigo y con él. Me la robas cuando sé que otra persona se lleva los besos que me quedaron a mí por recibir, las caricias que me encantaban, tu cuerpo… Se está llevando el amor que he sentido y sin saberlo me está destrozando, pero pobrecita no sabe que va a acabar enamorad hasta la médula y que tú no eres hombre de una sola mujer.
Un día hace mucho, pensé que esa única mujer sería yo, pero me confundí y ahora estoy pagando mi idiotez amándote en mi cabeza.
A ti, que se que en ti queda mucho de mi porque te di todo, porque ahora no me escribes y sé la razón… A ti te digo que no me olvides porque el destino por suerte o desgracia, ya no lo sé, nos cruzó nos ató con una soga bien fuerte de color rojo, como tú solías decir y nos está poniendo a prueba porque nuestra recompensa se verá con los años…
Ahora solo me queda decirte que por muchos que intenten amarme, el tiempo solo se paraba si son tus manos las que rozan mi piel. Te echo de menos.