Empezamos mal. Muy mal. Al poco de empezar, comenzaste a acusarme de todo. De ser mala persona, una guarra, una egoísta y una mala novia. Me hiciste sentir culpable por mi pasado. Me hiciste sentir como la mayor puta por haber tenido un lio de una noche. Y como la peor persona del mundo cada vez que quedaba con mis amigos en lugar de contigo. Me hiciste sentir culpable por gustarme ir a la playa (o a la piscina) y llevar bikini. Te excusabas en que veías mi cuerpo como especial y no querías que el resto del mundo lo viera. Decías que no podías ni pretendías impedírmelo, pero me hacías sentir mal si decidía hacerlo. Recuerdo cómo me dijiste que mi cuerpo ya no era especial para ti porque se lo había enseñado a cualquier persona que pasase por la playa. Me hiciste sentir basura. Me dijiste que era material usado y que mi valor de Mercado había bajado.
Te pasaste los primeros 8 meses insultándome por cualquier aspecto de mi personalidad. Te respaldabas en que no me insultabas a mi, si no a la versión que estaba mostrando, que era falsa. Que sabias que yo era una buena persona y que merecía la pena, pero esa no era la versión que estabas viendo y que querías que dejase de ser así (por mi propio bien).
Me dijiste que era una novia terrible, que debería estar prohibido que tuviera pareja porque trataba fatal y rompía el corazón a las personas buenas (como tú).
Criticaste a mis amigos. Me dijiste que se aprovechaban de mí y que no se preocupaban por mí, que eran unos egoístas. Me dijiste que estaba perdiendo mi tiempo cuando salía con ellos en lugar de estar contigo, porque de aquí a 5 años ellos no iban a estar a mi lado, pero tú sí, por supuesto.
Me llamaste loca. Recuerdo esto especialmente porque siempre criticabas a tus ex, que se habían portado fatal contigo, que te habían mentido y engañado. Y un día me lo dijiste, que estaba loca, como tus ex. Me enfadé muchísimo, dejé el teléfono en casa (porque todas nuestras discusiones eran telefónicas por supuesto) y me fui a dar una vuelta. Estuve casi 2 horas fuera de casa porque no quería volver. Y tú viniste corriendo a buscarme, con preocupación porque no me había llevado el teléfono. No me pediste perdón, pero me echaste la bronca porque no habías podido contactarme y te habías preocupado.
Siempre hacías lo mismo. Me hacías sentir especial, como si fuese una princesa y tú me vieras con los mejores ojos del mundo. Solo querías lo mejor para mí y que fuera feliz. Pero como no era la “mejor versión de mí misma”, me insultabas y criticabas.
También criticaste mi carrera profesional. Me dijiste que todo lo que había conseguido era por pura suerte, que no merecía estar donde estaba. Que me habían regalado todo, que era un fraude. Que tenia mucho potencial. Mucho potencial. Pero que no había hecho nada con él. Y por supuesto yo me lo creía (de hecho, aún me lo creo).
Me creí todo lo que me dijiste. Empecé a aceptar que había sido una persona horrible, una guarra y una egoísta. Que todo el esfuerzo que había puesto en mi vida había sido ínfimo porque solo había tenido suerte de conseguir lo que había conseguido. Que mi carrera, mi master, mi doctorado y mi trabajo me habían caído del cielo. Que no valía nada. Que nadie jamás me podría llegar a querer porque era lo peor. Que no tenia amigos de verdad. Que tú eras la única persona que se preocupaba de verdad por mi.
Y así me anulaste. Me destruiste. A mí y a mi autoestima. Me dejaste un día que estaba comiendo fuera con amigos. Empezaste a discutir conmigo y me dejaste porque te ignoraba y te trataba mal. Me pasé los dos meses siguientes con ansiedad y sin saber qué hacer. Si intentaba acercarme a ti para volver, me acusabas de ser una pesada y de actuar como un buitre. Si te daba espacio, me echabas la bronca por no hacerte caso y me hacías sentir culpable por ello.
Te lo supliqué y trabajé hasta que volvimos. Pero no todo fue felicidad. Recuerdo cuando me fui a ver a mi familia y el día que volví estabas de mal humor porque “te iba a arruinar tu domingo”. Porque no querías verme, pero claro como no ibas a verme si era tu novia. “Estaba genial el viernes, pero el sábado ya no, porque sabia que volvías el domingo y mi libertad se acababa”. Me hablaste de tu “verdadero amor”, aquel que esperabas que existiese pero que al mismo tiempo una parte de ti esperaba que no la encontrases porque así podías soñar con ello e imaginarlo.
Así que empecé a intentar dejarlo. Te repetía que no sabia por qué querías continuar conmigo cuando CLARAMENTE no me querías. Y me decías que no, que estaba equivocada, que estaba loca. Que claro que me querías, y me dabas ejemplos en los que te habías preocupado por mi. Y me confundías mucho. Empecé a dudar de mi misma y de mi raciocinio. Yo te pedía perdón y te pedía volver juntos, por favor. Y me hacías el gran favor de volver juntos. Pero la alegría no duraba mucho.
Hasta que un día no pude mas. Me dejaste otra vez y pretendías que volviese a ocurrir como antes y que fuera detrás para arreglar las cosas que había estropeado. Y me negué. Te dije que ya no quería volver mas, que no te quería.
Y entonces todo cambió. Te pusiste triste y me pediste que no me fuera. Que las cosas estaban a punto de cambiar. Que tu salud mental estaba mejorando y que habías estado mejorando mucho como persona a costa de mis criticas. Y cambiaste. La verdad es que si cambiaste. Dejaste de insultarme y criticarme por todo. Empezaste a tratarme bien y con respeto. Empezaste a mostrarme más aprecio y afecto. Y las cosas mejoraron.
Ha pasado un año desde entonces y las cosas no han vuelto a ser como fueron al principio. Has cambiado de verdad. Apenas puedo creerlo. Pero no todo es alegría porque lo que ocurrió es que entonces cambié yo. Estaba tan preocupada con la relación que me dejé completamente de lado. Ni me di cuenta que mi autoestima había desaparecido completamente. Y entonces la persona tóxica fui yo. Estaba completamente deprimida, desmotivada y con ansiedad que intentaba ocultarte cada día. Lloraba cada noche en la cama y cada día en la ducha. Y seguí criticándote, aunque ya no hicieras las cosas que hacías, aunque te portases bien conmigo. No confiaba en ti y empecé a tratarte mal. Las cosas empezaban a ir mejor para ti, pero yo no podía alegrarme porque eso solo me recordaba lo mal que estaba yo. Me volví egoísta y dependiente. Mi estabilidad emocional dependía completamente de ti. Tu fuiste paciente y luchabas cada día por hacerme sonreír y que mejorase. Pero yo seguía sin confiar en ti. Y tu te enfadabas porque yo te acusaba de hacer cosas que no hacías.
Y tenias razón. Tienes razón. Ha pasado un año y tú no has vuelto a ser lo que eras. Eres tu versión mejorada, has cambiado para bien. Pero las cosas no han cambiado para mí.
Me hiciste muchísimo daño. Me rompiste el corazón y la autoestima. Y yo no puedo confiar en ti. Sigo viéndote como la persona que me insultaba. Sigo viéndome como esa persona que no merece nada, porque es lo que me hiciste ver. Y aunque ahora me digas todo lo contrario y me hayas pedido perdón un montón de veces, yo no puedo olvidarlo. Te he perdonado y he intentado mejorar. Pero lo cierto es que sigo sin confiar en ti. Todavía no me creo que me quieras. Todavía pienso que no valgo la pena y que cualquier día vas a encontrar a alguien mejor. Porque si no me querías y me tratabas así cuando tenia la autoestima alta y más personalidad… ¿por qué vas a hacerlo ahora que estoy apagada?
Tú has cambiado. Ahora impulsas mis hobbies y a que salga con mis amigos. Alabas mi trabajo y me ayudas a mejorar y a sonreír cada día. Y te frustra que yo no te vea con buenos ojos, porque lo que hiciste está en el pasado. De la misma manera que después yo me volví tóxica y te traté mal y también está en el pasado. Borrón y cuenta nueva.
Pero yo ya no sé si puedo olvidar. No tengo el valor de cortar las cosas ahora que eres la versión más perfecta que existe. Pero los recuerdos y la inseguridad no me dejan ser feliz. Y yo no quiero culparte. Pero no estaría así si no fuera por ti.