Cicatrices

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    Jud on #107301

    Como siempre me pasa cuando entro en esta/nuestra gran página, me he puesto a pensar qué ha significado estar gorda para mí. Estar, no ser. Yo no soy gorda, soy una tía genial (bien arriba el amor propio), soy simpática, soy amable, soy muy empática, pero gorda… no, la gordura no me define, sólo es un estado transitorio o no (hay épocas de toda manera) de mi cuerpo.

    El caso es que estar gorda ha sido el gran complejo de toda mi vida, como todas las que acabamos cayendo por aquí. Risas, burlas, peleas… en fin, de todo, qué os voy a contar. Sin embargo y, de esto he comenzado a darme cuenta cuando he tenido que desnudarme delante de alguien, mi gordura no es lo que más llama la atención, es más, a no ser que te vistas con un saco de patatas, todo el mundo es consciente de lo que habrá debajo cuando te quites la camiseta. Pero vamos al grano que me pierdo, lo que más llama la atención es la cicatriz de una quemadura que me ocupa toda la barriga y algunos puntos del pecho.

    Os pongo en antecedentes:

    Revoltosa que es una, cuando tenía 1 año, estaba yo tan feliz con el correpasillos por casa. Mi madre estaba tendiendo la ropa, mi hermano comiendo y en el fuego había una olla preciosa con agua hirviendo. En mi familia siempre me han dicho que serviría como inspectora de riesgos laborales, porque si hay algo peligroso enmedio, seguro que yo tropiezo con ello. El caso es que de tanto corretear, acabé chocando con los fogones y la olla cayó encima de mí, con tan mala suerte, que el pañal absorbió el agua hirviendo dejándome una herida bastante más seria en la zona de la barriga. Os ahorraré los detalles médicos, sólo diré que el diagnóstico fue quemaduras de 2n grado y 2n grado profundo y que pasé cerca de un mes en la unidad de quemados de Barcelona.

    26 años después sigo teniendo una cicatriz o un cúmulo de cicatrices en las zonas donde me quemé. Toda mi vida las he tenido conmigo y he tenido que contar esta historia millones de veces, a veces si estoy de buen humor, cuento hasta la versión extendida. Nunca me ha acomplejado, nunca se me ha pasado por la cabeza operarme para quitármelas, ni nunca he sentido asco por ellas. ¿Es extraño verdad? He sentido asco de mi cuerpo todas las veces que ha engordado, he dejado que mi físico guiara gran parte de mi vida y definiera mis relaciones con los demás. No obstante, cuando alguien ponía cara de asco con mi cicatriz (he de decir que eso pasó más cuando era pequeña, mis compañeros de cama nunca han expresado asco, como mucho sorpresa y/o curiosidad) he defendido mi cicatriz a capa y espada. Es más, si alguien me ha preguntado alguna vez si me operaría para quitármela siempre he dicho que no, porque forma parte de mí y, sinceramente, lleva toda mi vida conmigo, ¿para qué voy a pasar por el quirófano por algo que ni me molesta?

    Y ahí, amigas mías, es dónde pienso: ¿por qué no defendí igual mis quilos de más? Por qué no aceptar que, da igual lo delgada que esté o no, yo soy yo, voy a pasar toda mi vida conmigo. Si no me molesta una cicatriz que “desfigura” la mitad de mi cuerpo, ¿por qué tengo que odiar tanto mis quilos hasta el punto de hacerme daño? No tiene sentido.

    Me doy cuenta que perdí muchísima energía odiando algo que no me define en absoluto, porque recordemos lo que he dicho al principio: estoy gorda, sí, pero no soy gorda. El año pasado pesaba 125 kg, este año 100 y el año que viene ya veremos. He llegado a pesar 60, 80, 90… todos los números que os podáis imaginar. Los quilos no son estáticos, pero la cicatriz que me cruza medio cuerpo sí. Los quilos no son parte de mí, de quién soy como persona, mi personalidad sí.

    La moraleja de esta historia es que entender todo esto me ha costado muchísimo tiempo y no lo habría podido hacer sola. Esta comunidad, esta familia que tenemos por aquí me ha ayudado a darme cuenta que odiándome no conseguiría nada. Igual que con mi cicatriz, si me aceptaba y conseguía quererme sería más feliz y conseguiría la energía suficiente para hacer algo con aquello que me estaba perjudicando y, sobretodo, saber mantenerlo.

    Siento el rollaco, pero tenía ganas de compartir todo esto con vosotras. Un saludo y gracias a las que han llegado hasta el final ;)


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    Nat
    Miembro
    Nat on #107318

    Me ha encantado y me he sentido super identificada, porque a mi me pasa. No soporto la visión de mi cuerpo, ni de mis estrías, ni de mis tetas caídas ni de las tetas de la espalda, ni de los brazacos inmensos. Sin embargo, tengo varias cicatrices en una pierna de un accidente que tuve de niña y me la pelan, absolutamente. Nunca me han hecho sentir insegura, ni me he sentido avergonzada de ellas. Están ahí, y son parte de mí. A la gente le llaman la atención y preguntan y yo lo cuento, y punto. Nadie me ha dicho nunca que fueran feas, ni ha mostrado rechazo. Los chicos incluso han sentido curiosidad como para tocármelas, por la forma que tienen que es peculiar. Y a mi tampoco me molesta eso, es mi piel igual. Sin embargo, odio cuando me tocan la barriga y pienso que notaran las estrías y me juzgarán.

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    Beatriz Romero
    Participante
    Beatriz Romero on #107430

    Me parece precioso tu relato/testimonio… me has hecho reflexionar mucho, tienes tanta razón! Es curioso, porque a mi me pasa algo parecido con una pedazo de cicatriz que tengo en la rodilla y que me flipa porque me recuerda a la infancia mogollón y es una especie de recordatorio de lo torpe que soy. Hasta presumo de ella entre risas… marcas de guerra las llamo.

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