Consecuencias de sanar

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    Pandora on #824340

    Hace un año miré nuestras fotografías. Esas que ya tenía olvidadas y que encontré en una carpeta cuya existencia había olvidado perdida por el ordenador.

    Nos vi, en ese bar en el que lo único bueno que había éramos nosotros dos.

    Nos vi, en ese viaje que tanto me gustó y que tiempo después repetimos.

    Nos vi, a la salida del trabajo. Abrazada a tu cintura y apoyada en tu pecho.

    Nos vi en la cama, poniendo muecas a la cámara.

    Nos vi en el metro, en un parque, en la cena de Navidad, frente a mi portal y sentados en uno de esos restaurantes a los que tanto íbamos.

    Éramos tú y yo. Reconocí la ropa, los lugares, ese lunar que tanto me gustaba, mis mil colores de pelo y te reconocí a ti.

    Pero algo fallaba. Tuve que mirar todo de nuevo para saber qué era. Cual era el detalle que no cuadraba y estropeaba cada una de las fotografías. Y cuándo lo tuve claro sentí lástima y algo de miedo.

    Lo que fallaba era yo. En algunas mi sonrisa era tirante, en otras tenía la mirada perdida y tan lejos que incluso parece más oscura.

    Las ojeras estaban más marcadas. Mi piel, esa que se sonroja con lo mínimo estaba gris. El pelo a pesar de los tintes, las mascarillas y los tratamientos parecía estar apagado. Y mi cara parecía tan inflamada y demacrada que todavía intento recordar si les apliqué a todas algún filtro de Halloween.

    Quise saber en qué momento había empezado y ordené las fotografías desde meses antes de conocernos.

    Y todo iba bien hasta que según avanzaba el cambio era más evidente.

    Vi como fotografía a fotografía cualquier rastro de quién era yo se perdía. Como según las pasaba dejaba de reconocer a la chica que intentaba fingir ante la cámara y que jamás engañó a nadie.

    Y entonces lo entendí. La preocupación de mis amigas, y el por qué no les caes bien por mucho que yo te hubiera defendido siempre.

    Entendí por qué mi psicóloga remarcaba siempre el mismo punto en terapia. Y que hasta que no tuve la evidencia de frente jamás lo vi claro.

    Entendí la insistencia por parte de todos en que te bloqueara, porque cada vez que un mensaje tuyo aparecía se veía como cualquier avance se detenía.

    Entendí mi miedo, ese que creí infundado cuándo me hablabas de vivir juntos y de matrimonio. Y entendí la alarma y el abrazo desesperado de mi madre, cuándo le conté tiempo después como querías que nos fuéramos lejos los dos solos y como sin consultarme hasta pediste el traslado a los dos sitios. Primero hablaste de Asturias y después de Nueva York.

    Comprendí la insistencia en que dejara mi trabajo. Y los días que anulé mis planes por estar contigo.

    Al igual que lo hice cuándo pude ver con claridad todas las veces que me dejaste sola. Como sabiendo que estaba asustada me dejaste sola en el hospital cuándo ingresaron de urgencia a mi madre, solo porque tu habías quedado para tomarte una cerveza con un amigo. Sabiendo como sabías que ella es mi única familia y no tenía a quién más llamar.

    Y por fin vi cada mala contestación. Cada vez que me hiciste sentir tonta aún teniendo razón. Y todas las veces que tomaste mis ideas como tuyas.

    Vi el momento justo en el retrocedí cuándo venías hacia mi sin saber el motivo. Vi con claridad todas las noches llorando sola porque me habías dejado un mensaje, estando borracho en el que me amenazabas con dejarme si no accedía a tus caprichos. Para después, negarlo por la mañana, diciendo que eso solo era un tema a discutir pero no una amenaza, porque me querías.

    Recordé las veces que menospreciaste mis gustos y mi trabajo, ese que tanto insistías al final que dejara. Y recordé a tu madre, diciéndome la suerte que tenía de estar contigo y de que te hubieras fijado en mi. Como si fuera una vergüenza que alguien con una FP y que trabajaba desde los 17 años se atreviera a mirar a un ingeniero.

    Sí, lo vi todo. También vi como mi humor iba cambiando con los años. Como poco a poco iba cayendo a un pozo y nadie se daba cuenta más allá de los cambios bruscos de humor que tenía por las cosas más pequeñas. Vi las veces que te supliqué que me hablaras. Vi las veces que me hice pequeñita pensando que así me querrías más. Vi la vida que pensaba que quería a tu lado y el precio que debía pagar por ello.

    Vi mi ceguera. Mi dolor. Las pastillas que tuve que tomar cuándo lo dejamos porque ya no era capaz ni de dormir ni de despertar. Vi las horas de terapia en las que llorando le decía a todo profesional por el que pasaba que sabía que necesitaba ayuda pero que no sabía el motivo. Vi el miedo que le tenía a mi propia cabeza.

    Me vi morir y resucitar.

    Y ahora que ya no queda nada. Ni odio, ni amor. Ahora que he podido borrar tu contacto por fin tras ignorar tus mensajes durante meses. Ahora que he asumido mis culpas y todo lo que me llevó a ponerme una venda ante lo evidente. Ahora que duermo sin pastillas y que puedo respirar, reír y me reconozco en el espejo.

    Ahora, que he recuperado parte del brillo perdido y he aprendido a decir que no. A hablar sobre lo que quiero, lo que no quiero y lo que deseo. Y a ponerme de vez en cuándo como prioridad.

    Ahora te digo que me he perdonado por hacerme tanto daño a mi misma. Que he logrado la paz que me merezco y te la deseo a ti también, al igual que espero que algún día pidas la ayuda que yo admití necesitar y que puede evitar que otra chica como yo pase por lo mismo.

    Y por supuesto asumo mis errores. Me disculpo si alguna vez levanté la voz. Y pido perdón por las ocasiones que me defendí golpeando con mis palabras dónde sabía que más te dolía. Perdón por atacar tu ego y usar a modo de escudo tu necesidad de que todos creyeran que eras la mejor persona del mundo. Perdón también por las veces que dejé ver que me dolía que me hicieras de menos entre bromas. No debería haber hecho nada de eso. Sino que debería haberme marchado en ese preciso instante para no volver.

    Ojalá te vaya bien y ojalá que lo vivido conmigo sea la excepción y no la norma.

    Este texto lo escribí hace tiempo cuándo fui capaz de asumir todo lo que no era capaz hasta el momento y comencé a sanar. Por supuesto no es un maratón y en la carrera de fondo siempre hay momentos mejores y peores.

    Pero compartiendo mi experiencia quiero soltar lo poco que me frenaba para no contar ciertas cosas y si hay alguien que se reconozca en algo de lo escrito, decirle que el primer paso siempre es pedir ayuda. Y el segundo, aceptarla y aceptar que te la mereces.

    Pase lo que pase. Sientas lo que sientas. Pasará, y te prometo que llegará un día en el que ya no duela.


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    SaraVD
    Invitado
    SaraVD on #824501

    Cada palabra que has escrito duele, pero siéntete orgullosa de haber conseguido salir de ahí, y deseo que tú escrito llegue a personas que están pasando lo mismo que tú has pasado y puedan sanar también. Un abrazo fuerte ♥️

    Responder
    Kalagori
    Invitado
    Kalagori on #826702

    Siento mucho por lo que has pasado pero me alegro del camino que has recorrido, creciendo y brillando a cada paso.
    Ojalá la vida te trate bien.
    Un abrazote.

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