AVISO: TOCHO IS COMING.
Desde que lo dejé con mi ex novio, hace casi tres años (sí, es triste, lo sé) no he tenido ninguna relación que haya salido bien, por algún motivo u otro, todas se han ido al traste sin haber siquiera “empezado” de forma “oficial”. El caso es que esto me ha hecho siempre perder la fe… Pero soy de esas que la recuperan rápido y que se emocionan a la primera de cambio, algo que debería aprender a reprimir porque os imaginaréis el drama posterior, pero bueno…
La cuestión que me ocupa en este post es mi nueva “historia”, por llamarla de algún modo. Hace un par de meses se organizó una fiesta en el trabajo y, por motivos que ni yo ni mis cuatro gintonics recordamos, terminé hablando con uno al que nunca le había prestado especial atención, aunque por cuestiones laborales le hubiera tenido que hacer algún que otro favor (¡no malpenséis!). Os seré sincera y os diré que no me habían hablado especialmente bien de él, habiéndome llegado rumores de que había “intentado” algo con una chica de su equipo (algo que no es posible, porque tiene un cargo importante y la política de empresa prohíbe las relaciones con personas de “menor rango” en un mismo equipo, para evitar conflictos de intereses) y que era invasivo en las distancias cortas (en plan que te coge de la mano sin pedírtelo y demás). Sin embargo, el rato que pasamos juntos en la fiesta nada de eso ocurrió, solo me estuvo preguntando que qué tal iba en la empresa, que de dónde era… Hasta que dijimos que teníamos que ir a comer un día, fijando la fecha para el viernes posterior.
Empezó la semana y se me olvidó mandarle la invitación de Outlook a la cena, por lo que me mandó un mensaje diciéndome que “ya estaba haciendo como todas las mujeres… ¡esperar!”, le conté la verdad (que se me había pasado) y le mandé la invitación ipsofácticamente. Llegó el viernes y a mí me salió una cosa con mi equipo y le tuve que cancelar… Se lo tomó más o menos bien, entendiendo que no era por mi voluntad propia, y me pidió el móvil, por lo que empezamos a hablar por WhatsApp y ni tan mal. Le pregunté por su foto de perfil (en un viajazo) y su respuesta fue: “Pues ya te diré qué día nos vamos a xxxx para que vayas preparando las maletas”, imaginad mi cara, sí, lo flipo todavía ahora. Esos primeros días hablábamos todas las noches, incluso un día me hizo una especie de interrogatorio en plan de si sabía cocinar, que si me gustaba el vino… Le tocó viajar bastante por trabajo y hablábamos menos, pero me iba mandando sus ubicaciones para darme envidia y nos seguíamos escribiendo prácticamente a diario, aunque con la diferencia horaria no pudiéramos tener conversaciones fluidas… Salió otro tema de un viaje los dos y, aprovechando una semana que tenía más tranquila, por fin pusimos fecha para una “cita” o como le queráis llamar, quedamos para cenar.
En todo este tiempo, yo no diría que he desarrollado sentimientos (creo que son palabras demasiado fuertes por el momento), pero sí que es verdad que tengo mucho interés y que me está gustando cada día más… Aunque en un primer momento lo viera completamente fuera de mi perfil, con el tiempo me ha ido ganando: su estilo de vida, su manera de vestir, ese punto tradicional que tiene, la manera en que me aconseja cuando le he preguntado cosas sobre el trabajo… No sé, empecé a “verme con él” e imaginándome esa relación como muy feliz, equilibrada… Así que, como comprenderéis, pues esa “primera cita” me la tomé súper en serio: dos horas peinándome y maquillándome, outfit elegido semanas antes… Vamos, que quería estar perfecta. (Luego él se presentó con unos vaqueros y una básica azul marino, pero bueno, yo es que soy muy fashion victim y espero que todo el mundo lo sea también, pero le perdonamos).
La cita fue hace una semana y, como le había cancelado la comida, me hizo escoger el sitio a mí, por lo que fuimos a uno de mis favoritos que él también conocía y que nos gustaba mucho a los dos. Me recogió en coche (primera sorpresa) y estuvimos súper a gusto. Vamos, que nos pisábamos las frases, saltábamos de un tema a otro sin darnos cuenta, nos íbamos preguntando cosas… No sé, estuve súper bien con él (y no me lo imaginaba, tenía miedo de que fuera más ególatra de lo que me habían contado) y tuve la sensación de que nos quedaban mil cenas más… Al pedir el postre me dijo que tenía un ranking de los mejores postres de chocolate que había probado y, cito textualmente, me dijo: “el tercero es en el xxxx, que ya iremos”, o sea, estaba ya dando por hecho que volveríamos a quedar y que iríamos a ese sitio (vale, dejo de fliparme), y me repitió lo del viaje, dejándolo caer… O sea, sin preguntar fechas, pero no descartando que eso fuera algo que pudiera pasar… Como era domingo, después de cenar me dejó en casa y no pasó nada, ni beso ni nada, pero me quedé con buena sensación… Vamos, que me fui a la cama sorprendidísima y con muchas, muchas ganas de volver a verle.
Del trabajo solo lo saben dos personas, una de ellas de su equipo y que le conoce bastante, a las que le conté la cita y ambas coinciden en que fue “muy bien” y que “lo tengo hecho”. Una de ellas alucinó porque le conté que me contó una anécdota de su sobrino y me dijo “yo ni siquiera sabía que tenía un sobrino”… Me han contado que siempre ha sido muy reservado y que no suele hablar de estos temas personales, así que me medio siento “afortunada” porque me haya contado esas cosas, pero… No hemos puesto fecha a la próxima quedada. Vale, se le vienen encima unas semanas muy a tope y, por lo que me ha contado la persona de su equipo, anda preocupado por temas relacionados con el trabajo, pero yo le echo de menos…
Y no sé qué hacer. No sé si esperar, no sé si decirle de volver a quedar, no sé si proponerle un plan directamente… NO TENGO NI IDEA DE QUÉ HACER. Pero algo me dice que me irá bien con él y que terminará siendo alguien especial… Os juro que no he tenido esa sensación con nadie desde mi ex, y por eso tengo miedo de meter la pata. Vosotras, ¿qué haríais?