Buenos días, tardes o noches, lectoras.
Antes de adentrarme en mi experiecia, me gustaría recalcar que el tema ha pasado a ser para mi un diagnóstico médico en múltiples ocasiones denominándolo como TCA’s y bulimia, por lo que ruego que el típico comentario de «si no te encuentras bien contigo misma» o «es por salud, al final te puedes morir por obesidad» no sea la respuesta de este post. Al final es un cliché fácil que a todas se nos pasa por la cabeza, pero batallar con la salud mental en ocasiones es una batalla perdida.
Me remonto a mis primeros años de vida. La típica niña gordita. La típica niña gordita que decían y pensaban que no se alimentaba de otra cosa más que de bollos. La típica niña gordita. Los niños son niños y hacen cosas de niños (palabras que he oído y seguro que habéis oído a lo largo de la vida por «profesionales» de la educación que disfrazan y maquillan los hechos repulsivos del acoso escolar y derivados). Yo era una niña con una gran pasión: el ballet. A mis 5 años lo que más deseaba era adentrarme en este mundo, lo que menos sabía (que ahora ya si lo sé) es que la gente, al margen de ser niños o adultos, podría ser tan mala. En ese escenario comenzaron mis primeros insultos por las niñas de mi clase, muy creativos por cierto. «Culo gordo», «foca», «vaca»… este tipo de hitos redujeron tanto mi amabilidad como inocencia convirtiéndolo en inseguridad y miedo. Con el paso de los años, mi trauma progresivo desembocó en mis primeras terapias debido a una temporada sin comer y el famoso «TCA». No tenía ni 15, 16 o 17 años… tenía entre 12 y 14.
Me quedé ciega en clase por unos instantes debido a una bajada de azúcar. Mi ayuda psicológica se basó en «come lechuga, pavo y pollo» (dieta que he presenciado desde hace años antes de mis primeras sesiones). No era nada nuevo para mi.
Mi inseguridad siempre ha estado vigente, pero mi cuerpo nunca ha sido un problema para relacionarme tanto socialmente como románticamente a excepción de una persona con la que estuve. Este se dedicaba a amenazar con dejarme si no comía lechuga o no mantener relaciones sexuales y pensar en otras mujeres hasta que adelgazase. Es curioso como los comentarios de este personaje distorsionaron la visión de mi vida y de mi cuerpo en general, ya que, si me pongo a analizar una foto de aquel entonces, este era completamente normativo (solo que al lado de suyo pareciera que yo le sacaba unos cuantos kilos de más)
Llegando a mi día a día, soy defensora del bodypositive. No cuento con análisis negativos cuyos indicios muestren problemas de alguna índole ni similares. Sin embargo, a todos los médicos les molesta, porque en todos los historiales médicos estoy catalogada como «obesa» por tener curvas y una forma de reloj de arena. A mis 25 años llevo luchando por una salud mental que me permita comer sin remordimiento, verme preciosa (me encanta la moda) experimentar, vivir… pero parece que esta es la motivación principal para que los médicos luchen simultáneamente con quitarme ese pensamiento de la cabeza. Tengo sobrepeso, no considero que llegue a un nivel de obesidad que me vaya a afectar negativamente. Mantengo un equilibrio en mis comidas, hago ejercicio… pero no es suficiente.
Hoy en mi primera citología me han hablado de que sufro de Ovario Poliquístico. Me lo esperaba. Con esto tal vez podáis haceros una idea o justificar la bronca de mi médico, que, basicamente me ha pedido que haga una dieta estricta para ya. Esto es hereditario, pero parece no importarle. Le he hablado de mi relación con la comida y cómo tengo altibajos con la misma. Me ha dicho que para eso está el psicólogo y quién me tiene que ayudar a lidiar con la idea de que tengo que hacer dieta y adelgazar. Me he quedado a cuadros.
He llorado con todas mis fuerzas de la impotencia. Ayer un sexto sentido de mujer ya me dijo «van a decirte algo de tu peso» a lo que mi madre me respondió que voy al ginecólogo, no a una revisión. Me ha dado igual, he seguido pensando que se mencionaría. Mientras me cambiaba de ropa en la consulta, he tenido que escuchar como este personaje (hombre) se engrandecía por su diagnóstico. «Ya lo sabía, era gordita y tenía vello». «GORDITA».
Mi madre le ha dado la razón. Ha hablado de las prendas que debería de llevar a partir de ahora, que no puedo ir con las camisetas metidas por el pantalón ni estos ajustados «porque lo disimulo menos la forma de mi cuerpo».
Ahora mismo me hallo bastante desanimada, bloqueada, y con ganas de seguir llorando porque una vez había logrado mantenerme digna, quererme y cuidarme, ha llegado esta bomba.
Ya sé que tengo que cuidarme, ser sana y mantener un estilo de vida coherente, pero si ya lo estoy haciendo todo… la solución que me dan es que lo haga más, pero lo voy a tener que pagar con salud mental. He tenido que aprender a establecer muchos hábitos (de los que estoy muy agradecida) pero también obligarme a otras muchas que no han sido buenas para mi cabeza y voy a tener que dar con otras más. No sé si me siento preparada.
Hoy ha habido un retroceso en mi vida del que espero que pueda levantarme pronto, no sabía que ser una talla M de camiseta y una 42 de pantalón iba a traer consigo esta batalla.