Todo comenzó cuando conocí a Alejandro y Martín en un viaje de negocios. Alejandro era alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes que podían desvestirte con una mirada. Vestía con elegancia y su sonrisa era una mezcla perfecta entre pasión y suavidad.
Me hacía sentir viva y peligrosa, como si estuviera a punto de saltar de un avión sin paracaídas. Nuestros encuentros en los bares eran escenas dignas de una película donde el ambiente se llena de electricidad.
Martín, por otro lado, tenía un aire intelectual que me cautivó de inmediato. Sus ojos detrás de unas gafas parecían saberlo todo, y su voz era suave como un poema susurrado al oído. Era el tipo de chico que podía hablar sobre filosofía mientras te preparaba un café.
Durante semanas, mi mente y mi corazón jugaron una partida de ajedrez emocional. Mi corazón se debatía, atrapada en un dilema.
Mi indecisión se convirtió en un torbellino de emociones que parecía no tener fin. Iba quedando con los dos. Era una buena combinación. Cada uno de ellos se convirtió en mi refugio emocional cuando necesitaba apoyo.
Pero, ¿cómo podía elegir entre dos personas que me hacían sentir tan diferente?
Finalmente, decidí enfrentar el problema. Quería ser honesta y comunicativa con ambos, para no seguir jugando. Pero, como suele pasar en la vida, el tiempo y las circunstancias no esperan.
Llamé a Alejandro para quedar y así hablar. Su respuesta fue un largo silencio que hizo que el tic-tac del reloj sonara como un concierto de tambores. Alejandro ya ni quería salir a cenar. Por teléfono me dijo que había conocido a alguien más. Por su tono, o esa nueva relación había avanzado más rápido que un cohete espacial o estaba en modo intenso. O todo. Sea como sea, ya no quería verme.
La noticia me dejó boquiabierta, como si me hubieran lanzado un jarrón de agua fría. Otro día llamé a Martín. Él si aceptó mi invitación a cenar.
Durante nuestra conversación, comenzó a hablar en voz baja. «Necesito contarte algo», dijo con una mirada seria en sus ojos suaves. “He conocido a alguien y…”
Mi corazón se hundió como una piedra en un lago.
Había una pausa incómoda antes de que continuara,
«Esta nueva relación… ha tomado un giro inesperado, y siento que debo explorarlo.» La noticia me golpeó. Dos golpes así, seguidos.
Mis dos amores habían encontrado nuevos caminos, y yo me quedé atrás, sola.
Al menos el drama de estar atrapada entre dos se desvaneció. Aprendí sobre la importancia de la honestidad y la comunicación en las relaciones. Y también que a veces puedes pasar de la abundancia a la escasez en un abrir y cerrar de ojos.
La vida tiene una manera peculiar de enseñarnos lecciones.
Relato escrito por AnnaKonda