Llevaba tiempo soltera así que una amiga hizo de celestina entre un amigo suyo y yo. Le enseñó una foto mía y se ve que le encanté y él estaba muy interesado en conocerme.
Cuando vi a mi amiga, me lo contó todo y me pidió permiso para darle mi número después de mostrarme una foto suya. El chaval no estaba mal, aunque no terminaba de ser mi tipo, pensé que de perdidos al río. Yo tenía 25 años y el 38, me tiraba un poco para atrás pero me dio igual. Le dio mi número y al segundo ya empezamos a hablar y ya no dejamos de hacerlo, había bastante feeling.
El segundo día de hablar ya empezó a sacar el tema sexo a tope y la verdad es que me incomodó un poco… le medio seguía el juego pero cuando veía que se pasaba se lo decía, además me cortaba lo de tener a una amiga en común. Aún así, yo me fui soltando y las conversaciones eran ya más de sexo que de otra cosa.
Él era bastante fantasma en este sentido, me lo pintaba como si tendría el mejor polvo de mi vida, que me haría esto y lo otro, que si juguetitos, que si empotradas y yo ya me moría de las ganas de probarlo así que concertamos una cita. Parecía que el polvo iba a prometer de lo lindo. Por circunstancias de los dos, la cita tuvo que esperar unos cuantos días más y él solo hacía que repetirme las ganas que tenía de hacerme el amor una y otra vez, y yo encantada.
Llegó el día de la cita, fuimos a tomar algo y a conocernos un poco más para romper el hielo. Me di cuenta que no era el hombre de mi vida, físicamente no era de mi estilo y de carácter lo ví un poquito soso, incluso santurrón, no me cuadraba mucho con lo que vi por whatsapp, pero yo ya tenía la mosca detrás de la oreja y quería hacerlo.
Se hizo tarde y ya tocaba cenar, él quería ir a un restaurante pero yo le propuse ir a mi casa y pedir pizza, así entraríamos en territorio más íntimo por fin, ya que por la calle yo estaba un poco cortada. Pareció que a él no le hacía mucha gracia pero accedió.
Como vivo en un piso de estudiantes, nos encerramos directamente en la habitación, ya que en el comedor había gente y nos sentamos en la cama a pedir la pizzas. Una vez pedidas, nos empezamos a liar bastante a saco y yo saqué mi faceta de diva del sexo, que hasta a aquel momento nunca había sacado, pero la situación me dio confianza a hacerlo. Entre que ya habíamos hablado mucho del tema, a él parecía que lo molaba salvaje como a mí y algo en su carácter como en plan sumiso, me hizo sacar lo mejor de mi. Lo empujé en la cama y me tumbé encima de él y empezamos a jugar a tope. Los dos estábamos muy excitados pero cuando mis manos iban al pan él me paraba con excusa de que tenía que llegar la pizza. Yo estaba disfrutando mucho de provocarlo y me daban igual las pizzas ya, así que seguí con la tontería hasta que llamó el pizzero.
Devoré la pizza para ir más rápido al grano y al terminar, hice lo propio para caldear el ambiente de nuevo. Él no se veía mucho por la labor, pero no se quejaba. Empezamos a desnudarnos y le sugerí que se pusiera él encima, ya que a mi me gusta más. Lo hizo pero no la metía, era como si no supiera meterla o no pudiera, no lo entendí. Se rozaba pero nada más. Como pensé que el chico parecía que necesitaba un croquis me puse yo encima y me la auto metí, y solo de meterla se corrió. Genial, pensé… con las ganas que tenía. Pero como soy comprensiva no le quise dar importancia.
Como yo seguía muy cachonda le seguí buscando, para que al menos me apañara con las manos y al final no conseguí. Mientras me estaba apañando se volvió a correr solo, sin que yo le tocara ni nada y flipé.
Nos dormimos, bueno él se durmió y yo a ratos, porque sentía que aún estaba cachonda y no podía descansar bien, además no estaba cómoda con él al lado y me iba moviendo para cambiar de posición a lo que él se iba enfadando, la cosa cada vez estaba más incomoda hasta que me dormí del todo.
Al día siguiente, lo volví a buscar para culminar el polvo tan esperado y se negó. Me dijo que tenía demasiado impulso sexual y que él ya se había corrido dos veces y que ya no quería más, que no era normal lo mío. Se fue a su casa, aún habiendo planeado pasar todo el día siguiente juntos y yo me quedé a cuadros. ¿Dónde estaba la máquina sexual con la que había hablado?
Me rayó bastante el tema porque me hizo sentir mal, como si le estuviera exigiendo sexo sin parar y yo más que nada lo hice para no quedarnos con el mal sabor de boca de el gran polvo de una sola penetración… Así que le mandé un whatsapp preguntando qué coño le había pasado.
Primero me dijo que no le ponía lo suficiente como para tener una relación conmigo. Y me quedé ah ok, pero no me lo creí y se lo dije: guapo, si no te pusiera lo suficiente no te habrías corrido en 10 segundos, a mi no me engañes.
Después de muchos tira y afloja reconoció que si le ponía y que era porque fumaba. Eso ya lo sabía desde el principio así que no tenía mucho sentido.
La tercera excusa fue que yo era demasiado fogosa y que le exigía demasiado. No era para tanto pero lo acepté hasta que finalmente salió el gordo:
«Soy virgen y no quería hacerlo en la primera cita, quería ir conociéndote poco a poco, ir al cine, ir a tomar algo y no ir tan a piñón y me asusté»
Yo aquí ya flipé por varias razones:
– Jamás me dijo que era virgen, sino más bien al contrario, presumía siempre de ser una máquina sexual.
– Si me hubiera dicho que quería ir despacio, a mi me habría gustado incluso más que ir tan a saco, pero él me hizo entender que quería eso: un polvo salvaje y nada más.
– Me había atacado y hecho sentir mal diciendo que mi físico no le gustaba y no le ponía (siendo mentira)
– Había sido un cobarde por no decirme directamente qué pasaba en vez de buscar mil excusas y atacarme.
– Es imbécil.
Fue mi experiencia más rara en este ámbito, me costó mucho de entender el por qué de todo y creo que aún hoy no lo he entendido. ¿Qué necesidad tenía de venderme una moto que en realidad era un triciclo? Os juro que si me hubiese dicho la verdad desde un principio me habría gustado mucho más el chico y lo habría hecho todo con otra actitud, pero llevaba semanas con el tema sexo por whatsapp y dando a entender que solo buscaba eso y lo peor es que quedé yo como la mala, la guarra y la que le obligó a tener sexo.