Ayer estaba triste pero hoy creo que me he levantado un poco en pie de guerra. El otro día la profesora de mi hija me citó para una tutoría previa a la entrega de notas. Ya hacía unos meses que habíamos hablado sobre la evolución de la niña por eso me sorprendió su llamada pero evidentemente, asistí.
Primero nos felicitó por todo el trabajo que estábamos (y estamos) haciendo con ella. Nos dijo que su evolución en cuanto a lectura, lógica matemática y atención había sido impresionante. Me llegó a decir que estaba entre las que más habían mejorado de toda la clase desde principio de curso y me hizo saber que esperaba que en los próximos meses la cosa fuese a más.
El pero llegó después. »No quiero que os preocupéis cuando veáis que se deja 3 asignaturas, pero es que a pesar de su gran evolución y trabajo todavía no está al nivel del resto de la clase», esas fueron sus palabras. Tres de las asignaturas más importantes, los primeros tres suspensos de mi hija, en primero de primaria, ni más ni menos.
Ella debió leer la decepción en mi rostro porque de nuevo repitió que su evolución es fantástica, que se esfuerza y se la ve muy motivada, pero era evidente que todo eso no había sido suficiente. Le di las gracias y le deseé unas felices fiestas pensando sin parar en el sistema educativo catastrófico que tenemos hoy en día.
Sé que la culpa no es ni muchísimo menos de su profesora, de hecho estamos encantados con ella, más bien lo achaco al detalle de que las notas de mi hija (y del resto de alumnos) no dependan de su propio esfuerzo sino del de la mayoría.
¿Nos están queriendo decir que en una clase con media mediocre el que sea mínimamente superior ya es sobresaliente? ¿Esto significa entonces que si el resto de compañeros son Cum Laude los que no pasen del bien raspado merecen un suspenso?
Un sistema globalizado como este da lugar a lo que vemos a diario, a niños y niñas con falta total de autoestima, desganados por completo, sin interés ninguno en aprender o esforzarse por terminar los estudios. Básicamente un sistema en el que solo los que despuntan pueden alcanzar algo, basado en los resultados de los sobresalientes. Sistema, por cierto, que deja atrás a los lastres, despreocupándose de ellos y celebrando que en las aulas solo queden los que tienen mejores notas.
Son unas notas de primero de primaria, poco pueden decir sobre la que será la vida académica de mi hija, pero creo que no es para nada alentador ni motivador tener que ver que se han caído tres asignaturas a pesar de todo su esfuerzo sobre todo en una etapa en la que no existen todavía exámenes que les ayuden a valorar de una manera objetiva los conocimientos.
Puede que me esté llevando la rabia de madre, incluso es probable que ahora mismo esté pasando por una pataleta de madre indignada. Pero de lo que no cabe duda es que es cuanto menos incomprensible que alguien te diga que tu hija es una de las mejores evoluciones trimestrales de la clase para después comentarte que no ha superado los objetivos marcados por el resto del aula. No hay quien lo entienda.