El tio de mis niñas. Cap 6

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    Mpigor on #231945

    Bueno chicxs, esta semana he estado un poco ocupada con el comienzo de las clases en la universidad y demás, por eso este capítulo ha tardado un poco más, espero que tengáis paciencia conmigo mientras me adapto y que os guste el próximo capítulo, he de decir que se aproximan sorpresas en la historia de Carlos y María.

    Hace mucho calor, noto el cuerpo de Carlos encima del mío. No se ni que hora es, así que enciendo la lucecita de mi reloj. Veo que son las ocho de la mañana, anoche no nos acostamos demasiado tarde, es bastante temprano y estoy llena de energía, me quedo cinco minutos en la cama pensando qué hacer, pero no me puedo quedar aquí porque voy a despertar a Carlos sin querer. Me libero de su peso como puedo, cojo mi mochila y salgo del dormitorio, me quiero cambiar la ropa. Veo que hay una puerta abierta en el pasillo, me asomo y es la del gimnasio. ¿Por qué no echar un ratito de máquinas? Estoy acostumbrada a ir al gimnasio, así que me se alguna rutina. Entro al baño y me pongo un pantalón de deporte que había cogido y un sujetador deportivo, me lo pongo junto con las zapatillas, bajo a la cocina a por una botella de agua y me dirijo al gimnasio. Hay una elíptica, una esterilla enrollada y un banco de pesas junto a una torre de mancuernas. Pongo música, pero no muy fuerte para no molestar. Estoy quince minutos en la elíptica, para calentar y hacer un poco de cardio, después me paso a las pesas, cojo un par de mancuernas de cinco kilos y hago cuarenta repeticiones abriendo brazos y después otras cuarenta subiéndolas al pecho, después me pongo con las sentadillas, creo que cien estarán bien y cuarenta abdominales, llevo una hora y media aquí, estoy muerta y sudando como un cerdo, estiro un poco y voy de nuevo al baño de invitados para no hacer ruido en el dormitorio. El agua caliente relaja mis músculos y el agua fría hace que me active de nuevo. Estoy disfrutando de la ducha cuando oigo la puerta del baño abrirse, mi giro y veo a Carlos apoyado en el quicio mirándome a través del espejo.
    – Buenos días. – Dice. Aún puedo notar su voz ronca por el sueño.
    – Buenos días, ¿te he despertado?. – pregunto volviendo a mi tarea.
    – No, me he despertado solo. ¿Has amanecido tu muy activa hoy no? – oigo decir mientras el agua cae por mi cabeza.
    – Un poco, espero que no te importe que haya usado tu gimnasio. – comento girándome para verlo.
    – Para nada. – Veo que dice a la par que se quita el pantalón de pijama y el bóxer y se mete conmigo en la ducha.
    – Se acerca a mi, me agarra por la cintura y me aproxima a su cuerpo, después me besa apasionadamente. Noto su erección mañanera clavarse en mi pierna. Me separó de él y sonriendo a la par que mirando hacia abajo digo.
    – Veo que te has despertado contento.
    – Pues vamos a aprovechar este regalo de la mañana. – propone estirándose para coger un preservativo del mueble de debajo del lavabo y poniendo todo el cuarto de baño perdido de agua.
    Se lo pone antes de volver a entrar conmigo debajo del agua y me vuelve a agarrar de la cintura con una mano, alarga otra y cierra el grifo.
    – ¿Por qué lo cierras? – pregunto pegada a su boca.
    – Lo que sale en las películas es mentira, es muy incómodo hacerlo debajo del agua. – responde buscando mi boca.
    – Como quieras. – digo rindiéndome a sus besos.
    Baja la mano y empieza a tocarme con suavidad y cuidado, noto como la humedad de mi interior va cambiando, me mete un dedo y entra con mucha suavidad, lo saca y mete dos, noto como el globo de mi interior se va hinchando.
    – Ya estas lista. – Dice llevándose los dedos a la boca. – Mmm, delicioso. – musita.
    Cuando termina de chupar me pega la espalda a la pared, está fría y me sobresalto, pero rápidamente me acostumbro a la temperatura. Coge mi pierna derecha y la sube hasta la altura de su cintura. Se acerca más a mi y se introduce en mi cuerpo. Mis manos se enganchan detrás de su cuello y mi cadera empieza a moverse para recibirle. Su boca busca la mía con ansia y la mano que tiene libre juega con mis pechos, tengo el globito a punto de explotar, noto como a él también le empiezan a flaquear las fuerzas, me agarro al manillar del grifo para poder sujetarme bien y cuando se introduce en mí por última vez, llego al orgasmo y sin querer abro el grifo, dejando caer el agua sobre nosotros y estallando los dos en carcajadas. Salimos de la ducha tras limpiarnos, él va al dormitorio a vestirse y yo me cambio en el baño, lo recojo un poco y voy al dormitorio a dejar la mochila. Cuando llego, Carlos esta buscando algo entre los cajones del armario, pero al verme se asusta y lo cierra rápidamente, como si esconderse algo.
    – Estoy muerta de hambre, ¿bajamos a desayunar? – digo intentando cambiar el ambiente.
    – Si, ve bajando tu, yo bajo ahora cuando termine. -responde algo nervioso.
    Salgo del dormitorio y dejo la puerta medio cerrada, vuelvo a oír las puertas del armario abrirse, me encamino hacia la cocina. Encuentro algo de fruta en la nevera, pongo a tostar pan y enciendo la cafetera.
    – Cari, voy a preparar la mesa en el jardín ¿vale? – Dice Carlos entrando en la cocina repentinamente y haciéndome saltar del susto.
    – Ay, no te esperaba – respondo apoyándome en la encimera y poniéndome la mano en el pecho por el susto. – Por cierto, ¿qué has dicho? – digo esbozando una sonrisa.
    – Que voy a poner la mesa en el jardín – Dice apuntando a la cristalera con la mano.
    – No, no, lo que has dicho antes de eso. – apunto acercándome a él con un paño de cocina en las manos.
    – Ah, cari. – repite sonriendo.
    – ¿Y eso?
    – Tu dijiste en las normas que podíamos decirnos apelativos cariñosos. – me recuerda.
    Sonrío y me aproximo a él sin llegar a tocarle.
    – Vale, churri. – respondo girándome para echarle un vistazo a las tostadas, intentando esconder mi sonrisa tonta
    Se acerca a mi por detrás sin tener contacto conmigo y me susurra al oído.
    – Se que te estás riendo y que te ha encantado que te llame así, cari.
    Coge un mantel y sale de la cocina con aires de superioridad. Saco las tostadas con la misma sonrisa tonta que tenía y la palabra cari resuena en mi mente una y otra vez.
    Carlos sigue entrando y saliendo de la cocina, cada vez que lo hace me dice una frase innecesaria en la que incluye un ‘cari’ como ‘me llevo los cubiertos, cari’ o ‘voy a abrir la nevera, cari’, porque sabe que me hace gracia que lo diga. Y yo le respondo siempre con un ‘vale, churri’. Cuando ya está todo listo nos vamos al jardín a desayunar, ha preparado una mesa a la sombra del pino que hay en el jardín del vecino, que como es enorme, da sombra al lado de su piscina. Como todavía no es muy tarde, se está muy a gusto allí. Desayunamos tranquilamente.
    – ¿Sabes que mañana es el último día que estoy sola en casa no?
    – Si, pero ya buscaremos una forma de vernos.
    – ¿Quién ha dicho que yo quiera volver a verte? – digo en tono de broma.
    – Ah, bueno, si no quieres volver a verme, podemos quedar con los ojos cerrados. – propone sonriendo.
    – Me parece una gran idea. – añado.
    – Por cierto, dentro de media hora llegan los de la empresa de limpieza. Te lo digo para que no intentes aprovecharte de mí cuando estén ellos aquí. – finaliza en tono de burla. Sabía que tenía ayuda para limpiar la casa.
    – ¿Qué yo me aprovecho de ti? ¿Perdona? Yo era una joven inexperta e inocente hasta que llegaste tu para pervertirme. – le recrimino irónicamente.
    – Y estoy muy orgulloso del trabajo que he realizado contigo. – Dice con tono altivo.
    – Doy fe de que lo has hecho muy bien. – respondo poniendo el puño sobre la mesa.
    Ambos nos reímos de la situación y terminamos de desayunar entre bromas, después él friega los platos del desayuno.
    Cuando terminamos nos sentamos en el salón a ver la televisión. Tocan en el timbre y Carlos se dirige a abrir la puerta. Entran dos mujeres y un hombre, una de ellas, Carmen, debe tener sobre cuarenta y cinco años, es baja, delgada y tiene el pelo recogido en una cola de caballo. La otra, Pepi, aparenta unos cincuenta y es algo más alta y más gruesa, también lleva el pelo recogido. El hombre, Salvador, tiene unos cuarenta y cinco años también, es alto y un poco rechoncho, pero se le ve fuerte. Los tres entran en el salón y Carlos me los presenta.
    – Esta es María.
    – Encantada. – digo y les tiendo la mano cordialmente a cada uno.
    – Igualmente. – responden los tres estrechándomela.
    Cada uno se va a su tarea, Carmen se va a la planta de arriba, Pepi a la baja y Salvador al jardín. Siento que molestamos estando aquí, pero no sé dónde vamos a ir, así que volvemos a sentarnos en el sofá y vemos un rato la televisión. Carlos está sentado con las piernas estiradas y el respaldo un poco tumbado y yo tengo las piernas en su regazo mientras apoyo la espalda en el asiento de al lado. Veo que Pepi ya ha terminado con la cocina y se dirige a limpiar el salón, así que me levanta y agarro a Carlos de la mano, tirando de él hacia el porche de la piscina.
    – ¿Por qué nos hemos venido aquí? – pregunta sentándose en el sofá de mimbre del porche.
    – Pues porque allí estábamos molestando a Pepi mientras trabajaba. – respondo sentándome a su lado.
    – Vale, doña perfecta. – Dice dándome un pico a modo de disculpa. – ¿oye, alguna vez has contado hombros? – me pregunta de repente.
    – ¿Contar hombros? Creo que no. – le digo extrañada por la pregunta.
    – Pues mira, te voy a enseñar. Uno – Dice tocando su hombro derecho. – dos. – Tocando el izquierdo. – tres. – toca mi hombro derecho. – y cuatro. – Dice finalmente apoyando su brazo por encima de mis hombros y pegando mi espalda a su pecho.
    – ¿Tu tienes mucha cara, no? – le digo de broma separándose un poco de su pecho.
    – Oye, que este es mi truco infalible. – repone él.
    – Si, infalible para espantar.
    – Pues tú todavía no te has ido. – susurra en mi oído.
    Me levanto del sillón y me separo de él.
    – Oye, no te enfades, que era broma. – Dice levantando los brazos.
    – Pues esas bromas no tienen gracia.
    Veo que todavía no están fregando dentro, así que entro en la casa y subo a la habitación y cierro la puerta desde dentro. Ese comentario me ha molestado, yo no soy alguien con quien va a jugar de esta manera, no pienso dejar que saque sus aires de machito conmigo.
    – María, por favor, no te enfades, ha sido una broma. Oye, sal al menos. – oigo desde el otro lado de la puerta. Me han entrado ganas de nadar un poco, así que me voy a poner el bikini y voy a bajar a la piscina, pero antes le voy a dar un susto.
    – Mientras me cambio oigo que Carlos sigue al otro lado de la puerta y su voz suena cada vez más desesperada. Encima del bikini me pongo un pantalón corto y una camiseta, me calzo las deportivas y me cuelgo la mochila al hombro. Salgo al pasillo y me lo encuentro esperando enfrente de la puerta, apoyado en la pared.
    – Llévame a mi casa. – le digo con tono serio.
    – Ha sido una broma, de verdad, lo siento mucho, me he pasado de impertinente, por favor, no te vayas, de verdad, quédate, por favor, he sido un idiota. – casi me súplica.
    Me está dando mucha pena, estoy a punto de sentirme mal por jugársela de esta manera. Así que le digo.
    – Vale, me quedo, pero ni una más.
    Me giro y vuelvo a entrar en el dormitorio, dejo la mochila en la silla y empiezo a quitarme la ropa para bajar a la piscina. Se que Carlos sigue en la habitación, ha cerrado la puerta y está con la espalda apoyada en ella. Cuando me quito el top noto como se acerca lentamente por detrás y pone las manos en mis caderas.
    – Quédate quietecito. – le digo sin girarme.
    – Lo siento mucho, perdóname.
    – Estás perdonado, pero no hay nada que hacer, tú me has dicho que no abuse de ti cuando hay gente en la casa, además, están limpiando y pueden entrar aquí en cualquier momento. – le recuerdo.
    – Ya han limpiado esta habitación y no van a entrar más. – me dice moviendo las manos hacia mi vientre y dándome un beso en el cuello.
    – Por eso, no podemos ensuciar lo que acaban de limpiar. – digo intentado resistirme a un hecho que está destinado a suceder.
    – Mi cuello se encoge por las cosquillas, sus manos suben hacia mis pechos, agarrándolos solo como él sabe, sus manos se amoldan perfectamente a mi cuerpo y eso es algo que me encanta. Me giro, consiguiendo acceso completo a su pecho y su espalda que tanto me gusta. Mi boca busca la suya y entre besos dice, intentando convencerme de algo a lo que ya estaba rendida
    – No vamos a ensuciar nada, además, lo vamos a hacer rápido, más rápido de lo que lo hemos hecho nunca.
    – Vale. – digo en su boca.
    Se acerca rápidamente a la mesita de noche y coge un preservativo, me da la mano y entramos en el cuarto de baño, me ayuda a sentarme sobre la encimera entre los dos lavabos, de espaldas al espejo, él se pone de pie entre mis piernas. Se baja el pantalón un poco y me saca las bragas del bikini. Se coloca el condón rápidamente y se acerca a mi.
    – Qué mojada estás ya. – susurra Carlos en mi oído.
    – Se introduce en mí de golpe, suelto un pequeño grito, me tapa la boca con la mano rápidamente..
    – Ahora no puedes hacer ruido nena, no queremos que todos te oigan. – Dice pegando su boca a la mía.
    Entra y sale de mi rápido, brusco y fuerte, pero esta sensación de que pueden escucharnos me da más morbo. Me tapó la boca con la mano y Carlos se emplea con mi cuello y mi oreja a la vez que no deja de penetrarme con sus fuertes acometidas. No necesito mucho para acabar mordiendo me la palma de la mano para contener un grito y con la cabeza enterrada en su cuello. El acaba fuera de mi, pero dentro del condón. Paso un par de minutos apoyada en su pecho mientras él me abraza, recuperándome de este momento.
    – No quiero peleas contigo, pero si las reconciliaciones van a ser así quizás lo piense. – murmuro con la boca en su cuello.
    – Cuando quieras algo así no tenemos que enfadarnos, con que me lo pidas es suficiente. – Dice acariciándome el pelo.
    – Vale churri, además tengo que decirte que me encanta que me digas nena. – comento retirándome de su cuerpo.
    – Pues de aquí en adelante te diré nena, pero no dejarás de ser mi princesa cenicienta. – añade dándome un beso en la punta de la nariz y retirándose para darme mi parte de abajo del bikini.
    Salimos del dormitorio, no vamos de la mano, pero estamos uno al lado del otro. Carlos vestido y yo liada en una toalla con el bikini debajo, voy a bañarme en la piscina, agradezco no encontrarme con nadie por el camino, se que algo de ruido sí que hemos hecho y seguro que nos han oído.
    Cuando llego al jardín, Salvador ya ha terminado de cortar el césped, ahora está en la entrada podando los setos. Dejo la toalla en la hamaca y me meto en la piscina, el agua no está tan fría como esperaba, así que entro del tirón y empiezo a hacer largos. Me encanta estar en el agua, me siento toda una sirena y me gusta notar el agua refrescando mi piel. Nadar me lleva a los mejores momentos de mi infancia, nunca he sido una chica delgada, así que los deportes no se me daban muy bien, en cambio, la natación cambió mi vida, en el agua no influía que fuese la más lenta corriendo, o que mi coordinación ojo-mano o ojo-pie fuese nula. No me molesta nadar con los ojos cerrados, es más, hace que se acentúe la sensación del agua en mi piel, además le cojo muy rápido las medidas a la piscina y se cuando debo parar para no chocarme con el borde. Una de las veces que salgo a respirar oigo que Carlos me está llamando. Me acerco al borde y saco la cabeza.
    – Aparte de cenicienta parece que también eres la sirenita. Toma, he encontrado unas gafas de bucear. – Dice tendiéndome unas gafas de natación.
    – Puedo nadar sin ellas, pero mucho mejor así, gracias. – respondo poniéndomelas y empiezo a nadar de nuevo.
    El tiempo se me pasa rapidísimo mientras nado, me doy cuenta cuando Carlos me vuelve a avisar porque está cocinando el almuerzo y ha preparado un tapeo. Ya se han ido los de la empresa de limpieza y yo ni siquiera me he enterado, llevo una hora y media nadando. Tengo los dedos de las manos muy arrugados. Se acerca a borde de la piscina y se agacha con un plato de queso con uvas en una mano y una copa de vino en la otra, no soy muy amante del vino, prefiero otras bebidas, pero no podría vivir sin queso. Me acerco a dónde está él y cojo un trozo de queso y una uva, está exquisito.
    – Uvas con queso saben a beso. – me dice al ver que me gusta.
    – Tus besos saben a gloria, pero no me los puedes comparar con el queso. El queso es el alimento de los dioses. – le contesto cogiendo otro trozo de queso. – pero tengo que decirte que no me gusta demasiado el vino.
    – ¿Cómo puede no gustarte el vino? Eso seguramente sea porque no estas acostumbrada.
    – No, a mi las cosas que me gustan, me gustan desde el principio, si no, no las sigo comiendo. – digo con un claro doble sentido.
    – ¿Ah sí? – Dice con un interés fingido. – ¿y qué más cosas te gustan desde el principio? Dice poniendo las cosas en el suelo y quedando agachado junto al borde de la piscina, mirándome a los ojos fijamente.
    – Acércate. – le digo en un susurro y moviendo el dedo índice hacia mi.
    Cuando se acerca un poco más al borde, yo me estiro para llegar a su oreja, y de repente lo agarro por la camiseta y tiro de él hacia el agua, cae justo a mi lado. Se que eso no se lo esperaba, porque cuando sale nada muy deprisa hacia mí, intentando cogerme. Yo nado más rápido y no llega a atrapar me hasta que me pongo en una esquina y dejo que me arrincona a posta.
    – Estás hecho un abuelete. – digo riéndome cuando apoya cada brazo a un lado de mi cabeza.
    – Soy un abuelete, pero nena, a ti te encanto. – susurra acercándose cada vez más.
    – Me encantas desde el principio. – le sorprendo enlazando mis manos detrás de su cabeza y mis piernas alrededor de su cintura.
    Su cara está a un par de centímetros de la mía, y su sonrisa deslumbrante le ilumina todo el rostro. Se corta la tensión en el ambiente, noto como sus deseos de besarme afloran por su piel. Antes de que pueda hacerlo, le propongo un reto.
    – Churri, te propongo un reto. – le digo rozando mi nariz con la suya, expira fuertemente así que no me va a decir que no.
    – Lo que quieras. – responde buscando mi boca. A lo que yo me aparto un poco y le contesto.
    – ¿Recuerdas esos tiempos en los que sólo te liabas con las chicas, sin llegar a nada más que besos?
    – Cómo iba a olvidarlo. – añade.
    – Pues ese es el reto, hoy podemos liarnos, basarnos de todas las formas que quieras, pero sin llegar a nada más, otro día, si nos apetece, solo hacemos petting, y ya, si surge, pues más adelante una noche loca. – propongo.
    – De acuerdo, aunque creo que hoy va a ser un poco duro. – Dice acaparando mi boca completamente.
    De repente me doy cuenta de algo.
    – Oye, la comida se te va a quemar. – digo entre beso y beso.
    – No te preocupes, la he apagado antes de salir, porque sabía que si estabas tú aquí fuera me entretenía seguro. – responde volviendo a mis labios.
    – Que precavido. – digo dándole un último beso y separándome de él. – bueno, me voy a secar, que tengo los dedos arrugados como pasas.
    Salgo de la piscina despacio, contoneándome al subir los escalones, él se queda en el centro de la piscina, observando mis movimientos. Cojo la toalla que había dejado en la hamaca y me envuelvo en ella.
    – Eh, tengo hambre. – le aviso sacándole de su ensimismamiento.
    Yo me voy para el dormitorio y me pongo la ropa seca. Cuando llego a la cocina, Carlos está terminando de preparar la comida, pongo la mesa mientras tanto.
    Estoy sentada en el sofá esperando que la comida se termine de hacer, cuando está lista, Carlos trae los dos platos a la mesa del salón y me avisa. Me siento a la mesa y veo que tengo delante un plato de risotto de setas y gambas, huele muy bien y seguro que sabe aún mejor.
    – Que aproveche. -dice Carlos cogiendo un poco con el tenedor y soplando, está muy caliente.
    – Que aproveche. -respondo imitándole.
    Me lo llevo a la boca, aún está un poco caliente, pero no tanto como para quemarme la boca, está muy rico, tiene un sabor increíble y el arroz está justo en el punto perfecto.
    – Wow, esto está buenísimo. – Le digo cuando termino el primer bocado. – Eres todo un chef.
    Carlos sonríe y se sonroja. – Esto vas a tener que cocinarlo más de una vez, al menos cuando yo coma contigo.
    – Cada vez que quieras cocino para ti. – me dice mirándome a los ojos mientras se toma otro bocado.
    – Te tomaré la palabra. – afirmo.
    Terminamos de comer charlando tranquilamente. Como él ha cocinado, yo recojo los cacharros. Después le propongo echar esa partida de billar que tenemos pendiente, así que acepta. Bajamos al sótano y lo preparamos todo, esta va a ser una gran partida de billar, y no precisamente por el nivel de los jugadores.


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    Aari
    Invitado
    Aari on #231960

    Me ha encantado!!
    Espero pronto tengas tiempo para escribir más ☺️

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #232549

    ….. ¿Qué le pasa a nuestro Carlos? ¿Qué busca entre los cajones de su armario? ¿Qué esconde?…………. ¡Aquí estoy para saberlo!

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #232614

    Querida Ilenia:
    Finalmente tengo un momento para escribirte.
    Primero , te pido perdón si habrá alguna falta de gramática (nadie es perfecto y la tuya no es mi lengua materna).
    Empiezo nada más decirte que me ha encantado tu relato desde el prólogo: la pérdida del hermano de la protagonista, la relación atormentada con sus padres, las movidas con sus amigos (“macarras sin oficio”). Nada más real, me parece la vida de muchos chicos que viven en un total vacio sentimental, como mis alumnos, pero que, a pesar de los reveses del destino siguen adelante, aunque con el corazón destrozado,como Alejandra; asì que tu relato me ha parecido muy realista, y esto lo he apreciado mucho: lo curioso es que, al volver a clase el lunes , mis estudiantes se cuentan y nos cuentan lo que han hecho el fin de semana, y a veces son riñas en lugares pùblicos y todo lo demás, como lo que le pasa a Alex (aunque lo que me duele es no poder hacer nada para ellos, SOLO puedo aconsejarles… pero no es suficiente).
    Pero bueno.
    Además la historia del sexy policía (mujer, me encantan los hombres en uniforme….), esta rara relación entre los protas, hecha de miradas y de tensión fìsica (pero), el coche que estalla y él, que parece tan cafre, le murmura LO SIENTO y parece dolido…. (y eso lo dice todo del prota masculino), el encuentro en el parque (muy de locus amoenus) y el último capítulo que has publicado….. Creo que el agente Ross (perdona, por que un apellido inglés? O sea, no me parece español) nos va a sorprender mucho…. ¡eso espero yo!
    Otro elemento realista…. Alejandra pesa 68 kilos……………….. una verdadera mujer, con curvas y demás! ¡Como yo!
    Ahora, Ilenia, a currar para el próximo capítulo….. así que ahora después de este papelón, me quedo tranquilita esperando el desarrollo del romance entre Alejandra y Daniel.
    Sigue escribiendo. Yo te leo.
    Desde Italia, un besazo. Roberta

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #232616

    Buenas noches MPIGOR:
    perdòname, pero he pegado en esta pàgina un comentario para otra escritora. Me he equivocado de enlace. He metido la pata y lo siento. Por lo tanto, quiero saber de Carlos…. Roberta

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    Tu sabes quien soy
    Invitado
    Tu sabes quien soy on #232647

    Ouu yeah baby, quiero mas!!!???

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