Hola welover, vengo a contaros el diario de una obsesión.
Cuando me mudé a una casa antigua lejos del pueblo jamás imaginé que acabaría pillandome por un físico. Si, un físico porque no me interesaba ni su nombre ni su condición social.
Me había sentido atraída por hombres, si, pero no hasta el punto de obsesionarme y ya os aseguro que tampoco me esperaba volver a mudarme con la sensación de que había cumplido mi «misión» en esa casa.
Ya haciendo la mudanza me había fijado en él en plan: oye, este podría ser mi tipo.
El garaje de enfrente pertenece a una empresa de reformas. Y este es solo un empleado. No sé si porque vive cerca o pura puntualidad es el que más abre y cierra para coger materiales y el furgón.
En fin, sigo..
Cada vez que escuchaba el ruido de la apertura del garaje me asomaba cual suricato a la ventana para ver si era él o no. Y muchas veces era él, oh sí, ha sido la imagen de mis fantasías durante mucho tiempo. Hemos coincidido en la calle muchas veces, él siempre me ignoraba o eso pensaba yo..
Yo le miraba descarada porque coño, me llamaba mucho la atención. Moreno, con perilla, alto y musculoso no en plan de gimnasio sino por trabajos forzosos. Me recordaba un poco a Hugo Silva en los hombres de Paco. Y qué queréis que os diga, a quien no le pone Hugo Silva?
Pues un día estaba en mi portal con la puerta abierta porque estaba esperando un paquete, je.. aunque no ese que me iba a caer.
Cuándo apareció el y aparcó el furgón en el garaje, se encendió un cigarro y se quedó allí mirando el maletero mientras consumía el humo.
Yo me acerqué y le pregunté si podía ayudarme con una caja que tenía en el portal y muy amable me dijo que si y se vino conmigo. La caja era de un antiguo propietario y me harté de verla ahí, le dije que si sabía donde podía tirarla y demás y me dijo que no me preocupara que él se encargaba, le di las gracias y fui a subirme por las escaleras a lo que me preguntó.. -No llevas bragas? Con cara de perplejidad y le miré y le dije: pues no, porque en casa nunca las llevo y llevaba un vestido un poco ceñido pero vamos, que no se notaba que no las llevaba. Y soltó una especie de bufido y me vine arriba, le pregunté si quería subir a casa y me dijo que no, que tenía que trabajar pero que si quería lo podíamos solucionar en la escalera. Le miré a los labios y en menos de lo que pude soltarle un ¡Me vale! Ya lo tenía metiéndome los dedos en el parrús. Y os aseguro, que merecio la pena todo. A los pocos días me volví a mudar porque solo estuve en esa casa de paso, y no creo que le vuelva a ver ni falta. Fue un polvazo si, pero como dice mi padrastro: olivica comía hueso al suelo.