¡Hola chicas!
Esto no es un problema, ni pido consejo, ni necesito desahogarme. Solo es una reflexión sobre algo bonito que sentí el otro día. Porque las penas compartidas son menos penas, mientras que las alegrías, espero que se multipliquen por mil.
En mi ciudad hicieron un súper concierto de canciones de los años 90 al que asistí. Al día siguiente, una amiga que no había venido me preguntó si había triunfado, en relación a si había ligado con algún tío.
Le dije que no, y empecé a pensar que, ni aunque hubiera querido, no hubiera tenido tiempo, porque estaba demasiado ocupada disfrutando del concierto, sobre todo, y compartiendo esa emoción con las mujeres que tenía a mi alrededor. Tanto con el grupo que había venido conmigo como con todas aquellas que fui encontrando y que me hicieron sentir tan acogida.
Gracias a esa chica que me pintó la cara con sus botes de purpurina porque le dije que me gustaba como le quedaba.
Gracias a esa otra que me dijo lo bien que me quedaba y no paraba de repetir lo guapa que estaba. Gracias por ese chute de autoestima.
Gracias a aquella que bailó conmigo cuando había perdido a mis amigas.
Gracias a las que me acompañaron en la cola del baño y a la que me aguantó la puerta.
¡Chupito por esas amigas de baño!
Gracias también a la que me contó que hacía tiempo que no salía porque tenía niños pequeños y que me abrazaba cada vez que me veía.
Gracias a esa camarera maja que me dio una cerveza cuando no me quedaban fichas de bebida.
Gracias a todas por contagiar ese buenrollismo y a todas las que al leer esta historia habéis sonreído pensando en una noche similar.
Puede que no triunfara, pero hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien.