¡Holiiiii! Paso por aquí para desahogarme y para contaros una situación surrealista que acabo de vivir en la piscina de la urbanización de mis suegros.
Voy a intentar describiros fidedignamente la escena para que os pongáis en contexto:
Bajo a la piscina a darme un baño para sofocar el intenso calor de finales de julio y el ardor de estómago que me produce mi señora suegra, amargada ella entre miles.
Me quito el pareo como la diva fashion que soy, paso por la ducha y me dirijo a las escaleras de entrar a la piscina donde un padre mazado y lleno de tatuajes juega con su hijo de unos 3 años mes arriba mes abajo.
Estoy metiendo un pie cuando la tierna criatura me señala mientras grita eufórico… «¡¡¡MIRA PAPÁ, UNA GORDITA!!!» A esto sumadle varias risas comunitarias alrededor… Riquísimo el nene, oye.
Hasta ahí… Bueno, nada fuera de lo normal. Es obvio que el nene repite lo que oye en casa. Si en su casa se habla de «un gordo» o «una gorda» en vez de la gordura como una característica física como pudiera ser el color del pelo, pues es lo que hay.
Lo heavy heavy viene ahora. Resulta que el padre pone cara de «OMG tierra trágame» y le contesta EN VOZ BIEN ALTA «¡¡Shhhhh!! Eso no se dice, Javi. Pobrecita, bastante tiene con lo que tiene».
Podría haberle contestado mil cosas, podría haber protagonizado una ponencia sobre gordofobia y prejuicios… Pero su chaval andaba ya tirándole del pelo porque quería que su papá nada como Iron Man. Y la verdad, he sentido condescendencia, incluso pena por el crío.
He sonreido de oreja a oreja como la Reina de la Piscina que soy y me he metido a hacer largos.
¿Opiniones sobre los comportamientos gordofóbicos en niños casi de pañal?