Cuando alguna tarde voy a recoger a mi hijo veo cómo padres de alumnos se fijan en las niñas que van saliendo y se cruzan con ellos camino de casa. Incluso he oido algún comentario tipo: «Mira, a esa ya le han crecido las tetas», este comentario tanto de un padre como de un preadolescente. Valga decir que el colegio en cuestión es de una conocida congregración religiosa en donde se supone cierta solidez moral, principios…
Un colegio donde la mensualidad mínima son 200 euros y los padres y madres llevamos cada mañana a nuestros hijos en coche, yo creo que demasiadas veces como para después hacer cortar las calles para manifestarse reclamando una zona libre de contaminación. Pero me desvío del tema: los hombres adultos hipersexualizan mucho a las niñas y no pasa igual con los niños: no se oye ningún comentario tipo: «Oye, qué pollón tiene ya tu hijo».
La situación crítica se nota en la piscina: niñas y niños en bañador estirando en colchonetas y «mirones» en las gradas, que a lo poco que mires los descubres mirando ya sabéis donde, este mundo de los vestuarios propios para equipos infantiles (de 11 a 15-16 años entiendo) es una selva.